Miércoles 18 de junio de 2025
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Pedir perdón por un error cometido o una mala actuación y, al mismo tiempo, dar por hecho que dicho perdón será concedido es una presunción excesiva, ya que puede no ser aceptado ni merecido. En política, la única forma legítima de saber si se otorga ese perdón es mediante una consulta popular. Todo lo demás conduce al engaño.
Si nos remontamos al Catecismo, la Iglesia —que todo lo tiene bien estudiado— establece cuatro requisitos para obtener la absolución: examen de conciencia, arrepentimiento con propósito de enmienda, confesión de los pecados y cumplimiento de la penitencia. Y, aunque a Pedro Sánchez poco le importe la Iglesia, es evidente que no cumple ninguno de los requisitos equiparables para merecer el perdón que pretende.
Y es que lo suyo viene de lejos: basta recordar aquel Comité Federal del PSOE que motivó su expulsión, tras provocar una situación bochornosa y recibir, por sus malas artes, gritos de “¡pucherazo!”.
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