Carta abierta sobre la situación de los autónomos en España

 

Ser autónomo en este país es, hoy por hoy, ser ciudadano de tercera. Mientras los funcionarios gozan de privilegios y derechos blindados como ciudadanos de primera, y los asalariados, al menos, acceden a una protección algo más digna como ciudadanos de segunda, los autónomos seguimos siendo los grandes olvidados, los eternos maltratados del sistema.

Las diferencias son flagrantes. En el terreno de las pensiones, los autónomos recibimos muchísimo menos que un funcionario o que un trabajador por cuenta ajena, a pesar de llevar años —décadas, en muchos casos— cotizando. Y si caemos enfermos, simplemente no podemos permitirnos coger una baja: no solo por el escaso apoyo económico que se nos brinda, sino porque, además, implica perder clientes y poner en peligro todo nuestro sustento. Especialmente en el sector del comercio, una baja médica puede ser el principio del fin.

Trabajamos jornadas de 10, 12 y hasta 14 horas diarias. Muchos días sin descanso. Fines de semana incluidos. ¿Y para qué? Para sobrevivir entre una maraña de impuestos, seguros obligatorios, recibos abusivos y burocracia interminable. Mientras tanto, la administración, lejos de ayudar, parece más bien empeñada en ponernos palos en las ruedas. Es como vivir a la intemperie, expuestos y solos.

¿De verdad no ven que esto es esclavitud del siglo XXI? Porque eso es lo que es: esclavitud legalizada, normalizada y aceptada por todos.

Y me hago una pregunta: ¿quién quiere hoy en día ser autónomo? En Euskadi, como en otras muchas regiones, el número de autónomos se reduce cada año. Y no es casualidad. ¿Quién querría meterse en un sistema que solo ofrece inseguridad, carga y desamparo? Por eso tantos jóvenes sueñan con ser funcionarios: porque cobran bien, trabajan menos horas, tienen bajas sin miedo, vacaciones reales, y su mundo no se hunde si se detienen un momento.

Mientras tanto, los autónomos seguimos aquí, sosteniendo parte del tejido económico de este país, siendo imprescindibles, pero tratados como prescindibles. Ya es hora de que esto cambie. Ya es hora de que se escuche nuestra voz y se reconozca nuestra dignidad.

Firmado: Un autónomo más, cansado de aguantar en silencio.

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