Jueves 8 de junio de 2023
2 minutos
Desde que llegué a la gerontología o ésta llegó a mi, muchas han sido las enseñanzas que he aplicado a mi vida. Respecto a los cuidados a personas con discapacidad o con algún grado de dependencia, lo personal, la enfermedad del daño cerebral en mi padre, ha servido para enriquecer mi profesión.
Cuando me preguntan qué he ganado de esta experiencia, recurro a las mismas respuestas y que sé, son muy incómodas.
Cuidar es un desgaste constante.
Empiezo a desarrollar estas ideas que acumulo en la mochila, y que he compartido con otros cuidadores sin ponernos de acuerdo. De nada sirve haber cuidado a un infante previamente. La paciencia, que debería ser natural en las distintas fases vitales, no parece serlo tanto cuando son tus progenitores los que necesitan de estos cuidados.
No es empatía lo que yo he necesitado para cuidar un poquito bien, porque he cuidado muy mal con empatía. He necesitado de un equipo con el que contar cuando la energía te la han consumido estas personas en condición de fragilidad. El reparto de tareas, los momentos de evasión, de retiro, han sido fundamentales, porque no es el amor el que cuida, es el descanso, la comprensión y los caprichos de uno, los que permiten que lleguemos, todos a buen término, con salud.
Al menos en mi experiencia puedo decir que sí, que la enfermedad nos supera y nos transforma en personas sin otra identidad que la que prioriza ahora nuestras vidas, enfermos 24 horas.
La enfermedad avanza y el agotamiento también, por eso insisto en el descanso y la hermandad, para no cargarse a los que llevan la carga de los cuidados, con resignación. Sin equipo, que puede ser familiar y profesional, los cuidados, sobre todo los de largo recorrido, son alienantes e insufribles.
Dicen que amar es cuidar, aunque yo no quiero continuar con este edulcoramiento de estos menesteres. Quiero, aunque suene frío, hacer un llamamiento. Tenemos que amarnos bien para no enfermar por contagio. Si yo no he enfermado es porque mi familia me ha cuidado y además yo hecho mis deberes de autocuidado.
¿Mi definición del buen cuidador?
- Quien no se culpa por ausentarse, pedir ayuda o contratar cuidadores profesionales.
- Quien no cree que los cuidados son exclusivamente actos de amor o justicia entre generaciones.
- Quien prefiere ser egoísta a sumiso. Quien no quiere ser ni víctima ni verdugo.
- Quien asume lo que le toca, sin reproches.
- Quién, en definitiva, no arranca los pétalos de la margarita, esperando una respuesta y sí, se concentra en admirar su belleza perecedera, sin esperar respuestas.
