Esta es la temperatura exacta a la que hay que servir el jamón para que no se rompa y sepa mejor

A casi todo el mundo le ha pasado alguna vez: abres un sobre de jamón loncheado, intentas separar las primeras lonchas y se rompen. O peor aún, se quedan pegadas entre sí y pierden toda la gracia al llegar al plato. Lo que suele parecer un problema de calidad o de corte tiene, en realidad, una explicación mucho más sencilla: la temperatura. 

Servir el jamón en el momento adecuado no solo evita que las lonchas se rompan, sino que también marca una diferencia clara en su aroma, su textura y su sabor. Y aquí no hay trucos extraños, sino una regla básica que muchos pasan por alto. 

La temperatura lo cambia todo 

El jamón -tanto serrano como ibérico- tiene una parte fundamental de grasa que es la responsable de buena parte de su sabor. Cuando esa grasa está fría, permanece dura y rígida. El resultado es doble: las lonchas se pegan entre sí y, al intentar separarlas, se rompen con facilidad; además, el aroma queda "apagado" y el sabor se percibe menos. 

Por eso, los expertos coinciden en que el jamón debe servirse a temperatura ambiente, en torno a los 20-22 ºC. Es en ese rango cuando la grasa empieza a fundirse ligeramente, brilla y libera todos sus matices. Por debajo de esa temperatura, el jamón no se expresa; por encima, puede sudar en exceso y perder parte de su grasa. 

Cómo separar las lonchas sin que se rompan 

El primer paso es sencillo, pero requiere paciencia: no abrir el jamón recién sacado de la nevera. Lo ideal es sacar el sobre con antelación y dejarlo reposar entre 15 y 30 minutos, hasta que esté flexible al tacto. 

Si no hay tiempo para esperar, existe un truco muy utilizado en el sector: colocar el envase cerrado bajo un chorro de agua templada durante unos segundos o sumergirlo brevemente. El objetivo no es calentarlo, sino ayudar a que la grasa se ablande lo justo para que las lonchas se despeguen casi solas. 

Una vez abierto, conviene airear el jamón unos minutos en el plato. Ese pequeño descanso mejora tanto la textura como el aroma y facilita una presentación más limpia. 

Cuál es el punto ideal para que sepa mejor 

Más allá de evitar que se rompa, servir el jamón a la temperatura adecuada tiene un impacto directo en el sabor. A unos 20-22 ºC, la grasa se integra con la parte magra y cada bocado resulta más equilibrado y aromático. 

En cambio, servirlo frío de la nevera endurece la grasa y hace que el jamón parezca más salado y menos fragante. En el extremo contrario, superar los 24 ºC provoca que sude demasiado, perdiendo parte de su textura y dejando el plato excesivamente graso. 

La clave está en el equilibrio: ni frío ni recién abierto, ni demasiado caliente. 

Otros gestos que marcan la diferencia 

Además de la temperatura, hay detalles que ayudan a disfrutar mejor del jamón. Colocar las lonchas sin amontonarlas permite que respiren y se aprecien mejor sus aromas. En los primeros bocados, tomarlo solo ayuda a percibir todos sus matices; después, puede acompañarse de pan ligeramente tostado o picos neutros. 

Si se opta por pan con tomate, conviene usar un tomate muy maduro y un aceite de oliva virgen extra de calidad, sin excederse en la cantidad para no tapar el sabor del jamón. Y si la pieza tiene suficiente grasa, muchos maestros jamoneros recomiendan prescindir del aceite o limitarlo a un hilo muy fino.