Panama Papers (en español “papeles de Panamá”) es el nombre que recibió la filtración de documentos sobre paraísos fiscales más grande de la historia.
Un trabajo de colaboración periodística internacional sin precedentes, en la que participaron 400 periodistas de todo el mundo y que se hizo con el Premio Pulitzer en 2017, el más prestigioso del periodismo.
El 3 de abril de 2016, Panamá se convirtió en el centro de la Tierra por la filtración de miles de documentos confidenciales del ya desaparecido bufete panameño de abogados Mossack Fonseca, que revelaron dónde algunas de las personas más poderosas del mundo escondían sus fortunas.
Rita Vásquez y J. Scott Bronstein, su marido, miembros de La Prensa, único medio de comunicación de Panamá que participó en la investigación de los Panama Papers, formaron parte del ‘dream team’ periodístico que destapó el escándalo que salpicó a políticos y funcionarios de alto nivel.
Hemos hablado con Rita Vásquez (@rlvasquezv), hoy directora de La Prensa, de los Papeles de Panamá, sociedades offshore, periodismo, inteligencia artificial, bulos y presiones.
PREGUNTA: ¿Considera los Panama Papers, la filtración de documentos sobre paraísos fiscales más grande de la historia, su mayor logro profesional?
RESPUESTA: Los Panama Papers fueron una experiencia singular y extrema. Fue una oportunidad para conocer periodistas de todas partes del mundo y para darme a conocer, también. Dentro del proyecto éramos 400 periodistas.
Yo era probablemente la única que además era abogada y que había trabajado en la industria offshore tanto en Panamá como en las Islas Vírgenes, lo que me ponía en una situación particular frente a mis compañeros.
Los que participamos en el proyecto de los Panama Papers ganamos el premio Pulitzer por periodismo de colaboración y esa fue tal vez la lección más grande del proyecto Panama Papers: que colaborando, trabajando unidos periodistas de todas partes del mundo, se llega más lejos. Nos protegemos, porque los números te protegen ante situaciones extremas de riesgo que muchos vivimos. Y además, te da la oportunidad, conociendo el background de la industria offshore, de poder ayudar a entender a muchos los periodistas realmente de qué estamos hablando. Dentro de la base de datos a la que tuvimos acceso había situaciones y circunstancias que parecían y no eran, y todo lo contrario, circunstancias que no parecían y eran. Poder definir y separar uno de otro era muy importante.
Yo creo que no hay una mejor descripción del proyecto Panama Papers que periodismo de colaboración.
Y cuando me preguntas si siento que es mi mayor logro profesional, está en el top 3. Además, me abrió camino para muchas cosas, como mi primer libro: ‘Sociedades peligrosas. La historia de Panama Papers’, que escribí junto con mi esposo, que también es periodista y que formó parte del proyecto.
P.: ¿Y cuáles son los otros dos?
R.: Yo estudié derecho, por carrera soy abogada, pero realmente por vocación soy periodista, me encanta lo que hago. Y cuando entré en el periódico ‘La Prensa’, el diario de referencia a en mi país, no tenía la menor idea de lo que se tenía que hacer. Tuve grandes maestros que me enseñaron. Yo en el periodismo llevo desde 2007, que no es mucho, y logré ser la directora el periódico. Siento que ese sí es mi mayor logro profesional. Haber logrado llegar a la cima en poco tiempo, haciendo lo que realmente me gusta.
Y el segundo es haberme sentido lo suficientemente preparada para escribir tres libros. Los tres publicados por la editorial Random House. Publicamos el primero: ‘Sociedades peligrosas. La historia detrás de los Panama Papers’; el segundo: ‘El fantasma de Noriega’, que cuenta la historia del rol que Estados Unidos juega en la creación de dictaduras alrededor del mundo. Y el tercer libro que escribimos mi esposo y yo, se llama ‘Tráfico’ y cuenta la historia del tráfico de drogas, armas e inmigrantes a través de la selva del Darién, que es la selva fronteriza con Colombia.
P.: ¿Qué medidas de seguridad tuvisteis que tomar en el periódico mientras trabajabais con los Panama Papers?
R.: Las reuniones no eran en la redacción, de hecho nos reunimos para trabajar en más de una ocasión en un hotel. Como en las películas, en una habitación de hotel durante días, no para escribir la noticia en sí, sino para discutir los temas que íbamos a desarrollar y que es la parte más crítica de un proyecto de esta envergadura, porque te estás jugando mucho, te juegas muchísimo a la hora de escoger qué temas vas a tratar.
Es probablemente la parte más sensible. La segunda, es cuando empiezas a llamar a las partes y a las fuentes, y cuando ya más o menos se desvela realmente en lo que estás.
El día que explotó la investigación en abril de 2016, los abogados, estando nosotros en el punto cero de la investigación, nos recomendaron salir una o dos horas más tarde. Y así lo hicimos.
Cuando salimos con las informaciones, las críticas y los ataques de las personas en nuestro país empezaron a caer inmediatamente. Nos llamaban y nos tildaban de traidores a la patria. Nos pedían ajusticiar. Hay extremistas en todos lados y con todas las circunstancias, afortunadamente no nos pasó nada.
P.: ¿Cómo comunicabais para que fuera seguro?
R.: Teníamos diferentes plataformas. Este proyecto contó con una tecnología de superalto nivel. Teníamos correos encriptados, una especie de Facebook encriptado y una base de datos, que estaba tan organizada que permitía incluso criterios de búsqueda. Buscabas como en Google, literalmente.
P.: ¿En algún momento temió por su seguridad?
R.: Sí. En mi caso particular, yo sí tuve una amenaza directa de uno de los socios. Esa persona se reunió con quién eran mis jefes y les dijo: “Sabemos quién está trabajando en este proyecto, quién está colaborando… sabemos que lo está haciendo porque está recibiendo en intercambio dinero y que se atenga a las consecuencias”. Nada era cierto, pero el periódico decidió tomar medidas y a partir de ese momento personal de seguridad me acompañó durante tres meses, hasta que, francamente, yo me di cuenta de que esto era como una burbuja, iba a crecer, crecer, crecer, pero afortunadamente nunca explotó. Pero sí, el sentimiento es raro, es terrible, porque tú realmente lo único que estás haciendo es tu trabajo. Y, francamente, siendo el medio de comunicación de referencia del país, hubiera quedado muy mal no participar en un proyecto que era la noticia del año, participáramos o no.
No estuvimos de acuerdo con el nombre, porque siempre nos pareció que no era un tema vinculado estrechamente a Panamá. De hecho, las Islas Vírgenes Británicas tenían básicamente la misma cantidad, si no más sociedades que el mismo Panamá, y la mayoría de los clientes no eran panameños, porque no tienen ningún sentido contratar a una firma panameña para esconder tu dinero si eres panameño.
Creo que haber escogido el nombre equivocado nos previno de realmente darle al proyecto en general la envergadura que tenía y llevar a pensar que esto era un problema sistemático de una firma y de un país, no que era un problema de una industria. Y, ojo, con esto no estoy satanizando la industria offshore, porque firmemente creo que tiene sus propósitos legítimos. Sirve para planificar patrimonios, para organizar patrimonios y, por ejemplo, hay muchos países del mundo donde el matrimonio igualitario no está permitido. ¿Cómo hacen parejas del mismo sexo en países donde su unión no es legal para proteger a la otra persona patrimonialmente hablando? Una sociedad anónima, una fundación de interés privado o un fideicomiso te da todas esas posibilidades, y eso es un fin absolutamente legítimo. Pero, claro, cuando tú usas ese mismo vehículo financiero para evadir al fisco, para ocultar dinero producto de la corrupción, para ocultar dinero producto del narcotráfico o para financiar el terrorismo, estamos hablando de otro juego, en otras ligas, totalmente de otro nivel. Y de eso había un montón y ellos en la firma lo sabían. De hecho, muchas veces dijeron: “bueno es que nosotros fabricamos el cuchillo, pero no sabemos para qué lo usan”. No, cuento, sí lo sabían. Quizás en algunas ocasiones no, pero en otras sí.
P.: ¿Cuál es la historia detrás de la filtración masiva que llevó a descubrir el entramado de paraísos fiscales?
R.: Por fortuna, y digo por fortuna, porque yo creo que saberlo hubiera sido un riesgo mucho más grande, no tenemos ni idea de quién es la fuente, no sabemos quién es 'John Doe'.
La información le llegó a dos maravillosos periodistas alemanes: Bastian Obermayer y Frederik Obermaier. Ellos fueron contactados por la fuente y cuando se dieron cuenta de la cantidad de información que iban a tener, no fueron egoístas y decidieron que la única forma de abarcar todo este material era haciéndolo en colaboración con periodistas de todo el mundo.
P.: ¿Quién o quiénes estaban interesados en que se dieran a conocer los nombres de los cientos de personajes con capitales en paraísos fiscales? ¿Cuál es su teoría?
R.: Todos pensamos que podía haber sido alguien dentro de la firma y en efecto, la firma introdujo una demanda ante los jurados panameños por hackeo y el juzgado determinó que no había evidencias de hackeo, sino de filtración.
Y esto es importante, porque aunque parece lo mismo, no lo es. La responsabilidad fiduciaria de la firma ante sus clientes por un hackeo es casi ninguna, porque ellos son víctima. Pero ante una filtración, es todo lo contrario, porque eso implica que la información salió de dentro. Y el juzgado determinó provisionalmente, porque no encontraron pruebas de que hubiese un hackeo. Aparentemente, la información vino a través de un servidor en Ecuador de la firma. Así que alguien dentro de la firma, con el suficiente conocimiento del manejo del sistema de ellos, pudo ser quien lo hizo. ¿Quién pudo ser? Pues no lo sé, pero su sistema de digitalización era bastante complejo. Tú pensarías que la mayoría de las firmas tienen digitalizar los correos electrónicos, la documentación, los expedientes, pero ellos no.
Ellos tenían digitalizados hasta las conversaciones. Si tú ibas y te reunías con un cliente, hay una descripción completa de la reunión, desde el salón en el que te reunías hasta la conversación que mantuviste, pasando por la ropa que tenías, el regalo que llevaron, la familia del potencial cliente o del cliente. Y eso le daba una connotación bastante singular a la forma de trabajo, porque era casi hasta muy Gran Hermano, porque en el fondo tenías tanta información que te ayudaban a poner en contexto, en tiempo y en espacio la información que había dentro de la base de datos, porque no es lo mismo encontrarte con la creación de una sociedad o con la creación de un fideicomiso de una persona políticamente expuesta, a encontrarte con la creación de la sociedad, con la documentación detrás de esa creación, que te dice quién es realmente el beneficiario final, con las conversaciones que tuvieron con esa persona, con las reuniones que mantuvieron, las cosas que decidieron hacer y no hacer… Incluso hay un caso muy particular que encontramos, que fue el único norteamericano que encontramos en la base de datos, que era medio norteamericano y medio guatemalteco, que tuvo un proceso judicial en Estados Unidos y fue condenado, donde ellos específicamente decían: "Tienen una estructura a prueba de balas y podemos vivir con ella".
P.: ¿Qué consecuencias ha tenido para usted ser una de las periodistas que destapó el entramado?
R.: Nos han invitado a otros proyectos de investigación internacional, tanto con el Consorcio de periodistas de investigación, como con la organización Forbidden Stories.
Forbidden Stories, con base en Francia, se encarga de contar las historias de los periodistas que perdieron la vida investigando y recientemente participamos en el Proyecto Cártel, que cuenta la historia de la periodista Regina Martínez, que estaba investigando los vínculos entre el gobierno de México y el narcotráfico. En esa investigación participamos y la publicamos junto con periodistas maravillosos de todo el mundo.
Realmente ha sido como una puerta para seguir trabajando con este periodismo de colaboración, que es realmente la nueva forma de hacer periodismo. Ya no hay espacio para egos.
P.: ¿Cree que la filtración consiguió cambiar algo? ¿El qué?
R.: Sí. Tuvo cosas muy buenas y cosas no tan buenas. Entre las buenas, que la industria offshore en Panamá, al menos en Panamá, se salió un poco. Pienso que tenemos una casa mucho más pequeña, porque muchos, muchos usuarios de la industria, simplemente se fueron de Panamá. Pero también creo que más limpia. También se crearon algunas normas legislativas para conocer mejor a los clientes, ahora a los abogados y los bancos y hasta los corredores de bienes y raíces, tienen obligación de reportar quiénes son sus clientes y preguntar un poco más allá de dónde viene el dinero.
Creo que fallamos en que la investigación se vio como un problema de país y de una firma cuando realmente no lo era, y mucha de la gente que estaba en Panamá haciendo de las suyas con esta firma de abogados en particular, lo sigue haciendo. Sólo que ahora lo sigue haciendo en otro país y con otro abogado.
Cuando se hizo lanzamiento el proyecto en Múnich, me preguntaron si pensaba que esto iba a acabar con la industria financiera. Contesté que no. Va a acabar con la firma, pero no con la industria.
P.: En el libro hablaban de que el caso terminó enfrentando no sólo a Panamá contra el mundo, sino también a los panameños entre sí, ¿queda algo de este sentimiento en el país?
R.: Por supuesto, cada vez que hay una investigación internacional que menciona Panamá es como un déjà vu, la gente entra en pánico y, por supuesto, nos echan la culpa a nosotros, porque aquí los culpables fuimos los periodistas. Como siempre, el mensajero es el que termina pagando los platos rotos y no realmente quiénes violaron la ley.
P.: ¿Qué piensa del periodismo de hoy en día en el que estamos atados al clickbait y nos cuelan bulos a diario?
R.: El periodismo de hoy en día se enfrenta a uno los retos más grandes que ha enfrentado nunca.
Sin embargo, creo que es una gran oportunidad. Por primera vez podemos hacer periodismo sin una venda en los ojos. Solíamos siempre establecer la agenda nosotros, escoger qué publicábamos y el lector tenía que leer lo que nosotros decidíamos que él debía leer. Pues eso ya no es así. Hoy en día, si seguimos con esa práctica, nos quedamos atrás. En la actualidad, el consumidor de noticias no solamente escoge qué quiere leer, sino dónde y cómo y si nosotros no entendemos y aprendemos a escuchar a ese lector de noticias qué le interesa, y si nosotros no conocemos nuestras audiencias, simplemente vamos a perderlos, porque lo van a ir a buscar a otro lado.
No solamente hoy en día estamos trabajando mucho más, con muchas menos persona, sino que estamos cubriendo temas que antes ni soñábamos cubrir. Así que yo sí creo que es una gran oportunidad para los periodistas y para el periodismo en general, para reinventar o, por supuesto, sin perder la esencia de lo que trata el periodismo, ni la esencia de lo que nosotros, como medio de comunicación y como periodistas, queremos transmitir.
P.: Ahora estamos todos como locos con la inteligencia artificial. ¿Crees que peligra el periodismo?
R.: Absolutamente, no. Siempre vamos a necesitar a alguien en que nos cuente la historia. En la pandemia resurgieron toda clase de informadores, periodistas, profesionales, expertos pro vacuna, antivacunas, pro covid, anticovid... Era una cosa impresionante, la cantidad de información que fluía en las redes y en el mundo digital. Pero la gente siempre recurría a los medios, a los medios tradicionales, a los periodistas conocidos… los buscaban porque necesitaban realmente esa reafirmación de que lo que estaban leyendo era correcto.
La confianza y la credibilidad lleva años construirse. Y como dices tú, hay un montón de bulos en el mundo cibernético, pero a persona siempre tiende a buscar a esa persona o a ese medio o esa organización que ha sido quien le ha brindado esa confianza y esa credibilidad y busca simplemente la confirmación de lo que se dice.
O sea que las personas siempre van a venir a los medios y a los periodistas, siempre y cuando nosotros protejamos nuestro mayor valor, que es la credibilidad y la confianza que generamos en la población.
Sobre el autor:
Ana Bedia
Ana Bedia es la Directora de 65YMás, fundado por Fernando Ónega en 2019. Labor que compagina con su cargo de CEO y cofundadora de Vinylradar, marketplace de discos de vinilos y web con contenidos relacionados con la música.
Licenciada en periodismo por la Universidad Pontificia de Salamanca, ha estado vinculada durante toda su trayectoria a la cobertura de breaking news de política, sociedad y economía y a la información de tecnología; ha sido redactora jefe y responsable de la web de Cambio 16, además de Jefa de actualidad en Terra Networks España y en el diario gratuito 20 minutos. También ha sido directora del primer diario gratuito rural de España, Infórmate Gratis, con una tirada media de 14.000 ejemplares diarios.
Entre sus colaboraciones periodísticas relacionadas con la tecnología destacan las publicadas en el suplemento ‘Los Domingos’ del diario ABC, la revista Wired y Terra.