Viajamos a Toro, una ciudad monumental en tierras zamoranas

La relación de la ciudad zamorana de Toro con la piedra y la tierra viene de tiempos prerromanos, de cuando los jacobeos que llegaban por la Vía de la Plata contaban maravillas no solo de la Colegiata de Santa María, sino también del vino que procedía de aquella ciudad situada a 40 km al este de Zamora y fundada en el año 899 por Alfonso III de Asturias. Nos detenemos en esta ciudad para disfrutar de sus callejuelas y, cómo no, de sus conjuntos monumentales, vestigios de las glorias pasadas que hicieron de esta ciudad un lugar codiciado.

Colegiata de Santa María la Mayor

La ciudad de Toro empezó a ganar importancia a partir del siglo XII, cuando se empezó a levantar su magnífica Colegiata. El templo forma parte del grupo denominado los “cimborrios leoneses”, junto con las catedrales de Zamora, Plasencia y Vieja de Salamanca. En el caso que nos ocupa, resulta interesante comprobar las fases de su construcción por el color de los sillares: piedra caliza de color gris utilizada por el primer maestro de obras y piedra arenisca de color rojizo por el segundo.

El estilo románico domina el conjunto, con algunos elementos mudéjares en alguna de las portadas y, por supuesto, gótico, que con sus arcos apuntados aporta amplitud y luminosidad. Cabe destacar la Portada de la Majestad, que debe su excelente conservación al claustro gótico que la dejó fuera de la vista.

Iglesia de San Salvador de los Caballeros

Obra de principios del siglo XIII, de estilo románico-mudéjar. El templo perteneció a los Templarios hasta la extinción de los mismos, momento en el cual se convirtió en parroquia. En la actualidad es un museo de arte sacro donde se guardan piezas que han ido llegando de las distintas parroquias cerradas o bien con pocas posibilidades de custodia. Una maqueta a escala de este edificio se encuentra en el Parque Temático Mudéjar de Olmedo. En verano se puede visitar de 10:00 a 13:00 h y de 17:00 a 20:00 h.

Torre del Reloj

Esta torre, ubicada en el recinto amurallado de Toro, se empezó a edificar en 1719 durante el reinado de Felipe V, y se terminó 19 años más tarde. El diseño se atribuye a Joaquín Churriguera. Se encuentra situada sobre la antigua puerta del Mercado (del siglo XV), que cercaba el primer recinto amurallado de la ciudad. Su altura permite que sea divisada desde cualquier punto de la ciudad. Dice una leyenda que en la argamasa para su construcción se utilizó vino en vez de agua, por la gran cantidad que se producía y por ser más económico que subir el agua del río Duero.