Joaquín Ramos López
Opinión

Algo que decir sobre una vida plena

Joaquín Ramos López

Jueves 8 de mayo de 2025

3 minutos

Algo que decir sobre una vida plena

Jueves 8 de mayo de 2025

3 minutos

Ayer fue pasado, mañana no sabemos si habrá futuro y hoy estamos vivos, así que vamos a sacarle provecho a lo importante, al presente. Esta frase, u otra parecida, viene repitiéndose como cantinela popular cada vez de forma más recurrente. 

Los ciclos, hoy en día más cortos de progresión de todo lo conocido y de lo intuido por venir, tanto respecto de la materia y su transformación, como de las ideas y su implementación, modifican sustancialmente nuestras vidas con sus ventajas y sus dependencias.

No cabe hablar de retrocesos. No se contempla normalmente volver al pasado, aunque nos caiga bien y haya podido ser placentero en lo personal o meritorio y compatible con la modernidad. Para eso ya está el buen pasado y la fama.

A menudo, ahora, nos olvidamos de la Historia. Las formas de vida y los gustos de antes suena a viejo, a tiempo de apuros, desprecios, injusticias y calamidades. Lo de otros tiempos mejores, si lo fueron, se transforma en utopía.

Como mucho, cuando esas situaciones nos son recordadas por hemerotecas, álbumes familiares, reproducciones de audio-video y proyecciones cinematográficas “de época”, nos causan una sonrisa y un comentario jocoso.

Si recordamos vivencias favorables a nuestro devenir personal ascendente, a nuestros logros de desarrollo intelectual y profesional y al disfrute conseguido de una supervivencia regulada en positivo, nos enorgullece ese pasado propio, al tiempo que se pueden tener sensaciones agridulces comparando con el presente.

No es cierto que el pasado fue mejor, así en general, y que tampoco todos los “tiempos” anteriores tuvieron carencias fundamentales para llevar una vida acorde con su época. Eso sí, siempre hubo, y seguirán, diferencias notorias entre las gentes y sus características grupales.

Hay un tiempo de la vida del ser humano, normalmente divisible a partir que se alcanza una edad ya madura y aparece la expectativa de la longevidad, potencial e indeterminable, en que el individuo común se pregunta, según su propia propensión al término de la vida, el qué y cómo de seguir adelante.

Es en algunos momentos de salud muy delicada, flaqueza de ingresos, sentidas desgracias de personas próximas, incomprensiones de conductas que se estiman inmerecidas, cuando el común de los mortales se plantea, sin desearse una respuesta objetiva, si su vida va a cambiar de rumbo incierto y cuál ha de ser la forma de afrontarlo.

Pero no estamos ante algo medible, ni predecible en el tiempo próximo, aunque la probabilidad, sin estar regulada sí existe, pueda darse en un plazo asumido naturalmente y que nos gusta referenciar según la estadística vital.

Se dan, no obstante, avisos directos que se van ampliando en la misma razón del paso del tiempo, el nuestro y el de los que son como nosotros, en términos de supervivencia esperable. 

Hay unos momentos, después de haber sabido que un ser querido, un personaje relevante u otra admirada persona cercana ha fallecido que, el deudo doliente, coetáneo al caso, siente una natural proximidad a ese destino.

Por ventura, la realidad existencial humana, el pasaje diario por la vida de cada cual, se impone en el ánimo de persistir en aquello que creemos significa y justifica nuestra presencia en la Tierra, y seguimos apostando por su continuidad.

La circunstancia de la salud de cada uno, primero, y la calidad controlada del modo de vida, cada día más y mejor practicada, van a condicionar mucho la duración de nuestra existencia. Sin olvidarnos de la genética y la suerte propias.

Se tenga fe, indiferencia o cualquiera otra convicción sobre la vida futura, que no del futuro terrenal, que es limitada por naturaleza, lo normal es que nos preocupe su final. O sea, irnos, dejar de estar entre los mortales aún vivientes.

Entonces, si el longevo quiere sentirse en forma y seguir participando, siquiera como espectador interesado, de los avances que se irán produciendo, para ser parte activa de la comunidad, desde una actitud pasiva pero consciente, lo importante es no conformarse y, de ser necesario, combatir el inexpresivo ostracismo de quienes renuncian a lo bueno, a vivir intensamente hasta el final.

Sobre el autor:

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.

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