Cartas a la directora

Homenaje a los mayores: Ana 'la Sorda', mujer, madre y abuela coraje

Kike Román (Comité de ASJUBI40)

Foto: BigStock

Martes 20 de diciembre de 2022

7 minutos

Homenaje a los mayores: Ana 'la Sorda', mujer, madre y abuela coraje
Kike Román (Comité de ASJUBI40)

Foto: BigStock

Martes 20 de diciembre de 2022

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Estas palabras las escribí hace muchos años, y siento que siguen vigentes para mí. Es un homenaje a la persona mayor; a la mujer… a mi abuela: Ana la Sorda. Mayores de un antes que tuvieron que ser forzosamente resilientes, no les quedaba otra. Vivieron un tiempo de crueles necesidades, ofreciendo a la vez mucha generosidad. Una generosidad con canas, con un grado muy alto de tolerancia. Un ejemplo de principios y valores ciudadanos que transmitían de casa en casa. Seres únicos con una amplia sonrisa.

Cuando era niño, valoraba profundamente esos materiales intangibles que poseen las personas de 65 y más. Lo sigo valorando.

Dejaron una cultura de pelea, de lucha, que heredamos los que ahora tenemos el tempo de la experiencia, y que estamos en la brecha; siempre hay cosas injustas y contra ellas tenemos que batallar. Los jubilados de ahora lo sabemos, en ASJUBI40 (@asjubi40) tenemos los genes de aquellos valientes: padres y abuelos. Si mi abuela supiera que su nieto y otros muchos compañeros han interpuesto una queja contra el Reino de España en Europa por una mezquina discriminación a los que nos hemos dejado la piel trabajando desde niños, estaría orgullosa… A lo mejor sí lo sabe: "Abuela, si lo sabes, échanos una mano".

Ana 'la Sorda', abuela coraje (1)
Ana 'la Sorda', ejemplo de abuela coraje.

 

Me llamo Enrique (Kike) Román Tovar y nací en Tetuán (Marruecos) en el año 1957. Mi tiempo de permanencia en Tetuán fue de muy poca entidad, ya que viví hasta el año 1962 en Tánger, y desde allí nos vinimos a España, concretamente a Madrid, lugar donde resido actualmente; es decir, tuve poco recorrido en Marruecos. Pero yo no quiero hablar de mí, sino de un personaje extraído de un fragmento del texto que magistralmente Juan García Jiménez realiza de la Travesía de la Sueca, febrero de 2000 (2ª parte), en el boletín de La Medina. Dicho fragmento habla de mi familia, de mis abuelos. Si me atrevo a escribir es porque dentro de mí está el sentimiento de manifestar algo que ha viajado y viajará conmigo durante toda mi vida, y es el cariño que tuve y tengo a mi abuela, Ana la Sorda, Ana González González. Si algo me incentiva a hacerlo es el artículo de Juan García. Gracias, Juan, por rescatar de los recuerdos “las hazañas de mi abuela”. 

Todo empieza en el verano de 2001, cuando recibo una llamada telefónica desde Estepona, lugar de residencia de mis padres y de gran parte de mi familia. ¡Kike! ¿Sabes que nombran a la abuela y al abuelo en un periódico? En realidad, lo que tenían era una fotocopia de mala calidad del boletín La Medina. Como referencias, y por este orden, de izquierda a derecha: febrero de 2000, La Medina, Pág. 8, el artículo, y para finalizar el autor del mismo, Juan García Jiménez.

Motivado por mis padres, Enrique Román y Carmen Tovar, y por mi tío, Rafael Tovar, persona que es nombrada y figura en el texto como amigo de la infancia de Juan García, me pongo a investigar. En mis ratos libres, me dediqué a indagar quién hablaba bien de mis abuelos. Evidentemente, Juan García era alguien que los conocía muy bien y los apreciaba mucho. Llegar a él sería como disfrutar de la información que yo no tenía, que era conocer a mi abuela desde la visión de una persona que no fuera familiar suyo, y que supiera de ella por haber vivido en aquellos tiempos en el barrio de La Sueca de Tetuán. Menciono especialmente a mi abuela porque a mi abuelo lo perdí siendo muy niño y no tengo imágenes en mi mente que me lo hagan recordar.

Asociación La Medina, antiguos residentes en Marruecos

En fin, cinco días antes de Navidad, averiguo que La Medina es un boletín trimestral que tiene como origen la Asociación La Medina, antiguos residentes en Marruecos, y como eslogan nostálgico: “Marruecos, aquel país que nos marcó, del que nunca saldremos, aunque nunca volvamos a él”. ¡Y qué verdad es! Me dio un vuelco el corazón, había encontrado una publicación que hablaba de mis orígenes y que iba a ser el vehículo que me haría llegar a Juan García.

Llamo a La Medina, realmente emocionado e inquieto. No hay nadie en ese momento y dejo el recado en el contestador. Conduciendo, recibo una llamada al móvil; al otro lado del teléfono, Francisco Trujillo; hablo con él comentándole mi inquietud; a continuación, me facilita el teléfono de Juan García. Desde ese día soy socio de La Medina; Francisco Trujillo me informó perfectamente de toda la ilusión que le mueve para estar al frente de La Medina hablándome de proyectos pasados y futuros basados en el recuerdo. Muchas gracias, sr. Trujillo, intento seguir las reglas de esa máxima que dice: “Es de bien nacido ser agradecido”.

Al recibir en mi buzón el boletín, se me alegra el día y estoy deseando llegar a casa para leerlo e informar a mis padres y tíos de las noticias e imágenes que en él aparecen.

Bien, seguidamente, inquieto, marco el número y espero muy emocionado la voz del otro lado. Me identifico y me contesta Juan con una frase que intuía mucho cariño: “Esta llamada me la esperaba”. Intercambiamos recuerdos y le comento que puedo facilitarle el teléfono de mi tío Rafael Tovar: amigo de Juan de la infancia. Gracias a La Medina, estas dos personas, perdidas en el tiempo, han vuelto a oírse de nuevo. Mi tío, Rafael Tovar, no se lo podía creer, menuda alegría.

Esa misma tarde, Juan García y yo quedamos para conocernos y canjear recuerdos del pasado nostálgico. Quise que ese encuentro en un bar de su barrio quedara inmortalizado. Nos hicimos unas fotos. En definitiva, estaba deseoso de conocer por sus palabras, y en directo, la crónica benefactora de mi abuela Ana la Sorda. Ayudaba en todo momento a sus semejantes y sobre todo en el periodo de guerra que padeció España. Según me iba contando Juan, mi satisfacción era cada vez mayor, me estaba hablando de una Mujer Coraje, que ayudó a muchísimas personas. Disfrutaba favoreciendo a los demás; los niños del barrio de la Sueca, en Tetuán, la querían mucho. Pero Juan solo podía contar hasta una parte, hasta el momento en que les perdió la pista a mis abuelos y a mi familia; el resto se lo conté yo, desde mi perspectiva.

Mi abuela no sabía leer ni escribir, pero ella suplió esta carencia con su sabiduría popular y su buen hacer para con los demás. Ana la sorda tuvo 7 hijos con sus correspondientes nietos, entre los que estoy yo. Siempre nos educó a los nietos con cariño y con sonrisas. En Marruecos era Madre Coraje, en España, Abuela Coraje. Intentaba siempre mantener unida a la familia. Cada uno de sus hijos estaba en una provincia distinta, unos en Madrid, otros en Granada, otros en Málaga y otros en Algeciras; para todos tenía en el año una visita, o dos. Siempre era bien recibida. Vivía en Estepona, en su casita de la calle Horno n.º 26, su casa y la de todos. Casa que arregló con mucho cariño. Cuando ibas, eras agasajado hasta el máximo, colmándote de mimos. Era una de esas personas que atraían por su bondad y por su buen humor, una persona positiva. Los nietos, sus nietos, éramos su vida.

Ana la Sorda, mi abuela, murió el 23 de febrero de 1982 en su casa de Estepona, rodeada de sus hijos y nietos. Con lágrimas en los ojos, los nietos nos miramos, como diciendo, y ahora… ¿qué? ¿Qué hacemos sin ella?

El tiempo ha pasado y siempre que voy a Estepona, me paso por su casa y lanzo un beso al balcón. ¡Por ti, abuela!

Kike Román (@ElBarcodeKike), miembro del Comité de ASJUBI40 (@asjubi40)


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Kike Román (Comité de ASJUBI40)