Cuaderno de a bordo días 31 y 32: De Baiona a Finisterre, con parada en Portosín
Ángel Bernaldo de QuirósLunes 4 de septiembre de 2023
ACTUALIZADO : Lunes 4 de septiembre de 2023 a las 12:02 H
6 minutos
Lunes 4 de septiembre de 2023
6 minutos
Cuaderno de bitácora
31 de agosto de 2023
Baiona- Portosín
Tras unos días de descanso después de la última paliza, estoy en trámites de solucionar la reparación del piloto automático. El primero que vino, no era muy ducho en el tema y llamo a un segundo que apareció al día siguiente. Jose Luis era un profesional de los pies a la cabeza y detectó la avería en 5 minutos: “Tienes mal el compás y tienes la suerte de que tengo este piloto completo”. Pero debía ir a Vigo donde tenía su base de operaciones.
Otro día perdido. César, del equipo de hockey, estuvo conmigo en todo momento, me presento a su pandilla y no puedo darle más que las gracias por lo estupendo anfitrión que fue. Un inciso para Patricia, su mujer, que también se portó de maravilla. Ya se donde tengo que ir parar la próxima travesía por Galicia. De verdad, gracias a los dos.
Llego a Vigo y no tenía hora en la marina hasta las 15:30. Así que me dediqué a visitar la ría de Vigo hasta el puente de Rande y volver… Estaba sin piloto automático y decidí fondear en una cala- dique. El día era excelente, con cuatro metros de profundidad.
Y como no puedo estarme quietecito, me pongo a reenviar la maniobra de subir la mayor al mástil para hacer pruebas. Maldita la hora… Al winche le costaba girar y estaba súper duro y yo ahí dándole… Cuando me di cuenta se había enganchado un carro del patín que sube por el mástil y había rajado medio metro de gratil. ¡Jjoder!. Los problemas surgieron al bajar la vela mayor, porque se atascaba en la cruceta del mástil (la cruceta es esa forma de cruz que vemos en los veleros por donde pasan los obenques para que los mástiles no se flexen como un arco).
El chocho fue curioso, los sables doblados alrededor de la cruceta y yo en el techo del cata tirando hacia abajo hasta que cayeron de una vez. Normalmente la mayor se baja del tirón, espera a que esté desventada y sueltas el stopper. Ahora la tengo que bajar poco a poco… y se me sigue enganchando en la cruceta. Vamos, una jodienda para complicar más la maniobra.
El caso es que llego a la hora a la marina y en 15 minutos tenía el piloto operativo.
No tenía ganas de navegar porque soplaba fuerte en la ría de Vigo… ¿como estaría fuera?. Así que preferí pasar la noche en la marina y salir temprano hacia la ría de Muros.
En Portosín me esperaba Max, otro amigo del equipo.
El viaje a Portosín desde Vigo empezó a motor por falta de viento y cuando entró el noroeste empecé a hacer bordos entrando en la ría de muros a 6 nuditos de velocidad. A las 7 de la tarde llegaba a Portosín, que está muy al fondo. Me esperaba Max, una cerveza y… ¡a su casa!.
Max vive en un lugar precioso en lo alto de un cerro. El chuletón que me puso de vaca gallega fue impresionante… se salía del plato. Otro increíble anfitrión y buen amigo. Gracias a ti y tú chica por tratarme tan fenomenal.
Tras una velada encantadora a la piltra. Mañana tenía que llegar a Finisterre, la predicción da chungo. A ver cómo salgo de ésta…
Continuará….
Cuaderno de bitácora. Viernes 1 de septiembre 2023. Portosín-Finisterre
El día ha amanecido nublado y tristón, no hace frío pero la niebla cercana confiere una humedad al ambiente característica. Max me lleva a la gasolinera y al súper para comprar algunos víveres y combustible. Ya en la marina rellenamos mis bidones de gasolina y nos tomamos un último café. Dando reversa, Max suelta la última amarra que me ata al pantalán.
Nos decimos adiós con las manos y me hace alguna foto más. Las despedidas no tienen que ser tristes, pero siempre te queda algo de los que dejas y algo mío queda con el que abandono.
Con Max me quedo con su forma de ver la vida y su espíritu para superar las adversidades… Yo le he dejado una sincera amistad y mis aventuras del cuaderno de bitácora… Gracias por todo, Max.
Ha salido tímidamente el sol y la ría de Muros es un espejo sin una pizca de viento. Son las 12:15 horas. Enciendo el motor y pongo rumbo oeste para llegar a la desembocadura.
Poco antes, he sacado las velas y un tímido suroeste las llena para lograr hacer cinco nudos de SOG Apago el motor y ya estoy a vela.
Se vuelve a encapotar el día, según voy tomando rumbo norte y empieza a llover débilmente. La salida de la ría tiene una roca hacia la derecha por la que hay un paso de unos cuatro metros de profundidad, más que de sobra para mi calado de un metro, así que me dirijo hacia allí.
Entre la lluvia, la niebla y el mal rollo que me está dando el día… En el último momento giró a babor, meto motor y rodeó la roca por estribor.
No sé por qué lo he hecho, pero a veces no te apetece entrar en el juego que el mar te propone. Siempre te tienta con pasos difíciles, fondos poco profundos o vientos demasiado fuertes… Quiere saber si estás listo para pasar el examen y no cagarla.
Me he metido en el salón para equiparme mejor. Aunque voy en zapatillas y pantalón corto, arriba he añadido a mi camiseta un polar y la chaqueta de navegación. La niebla es más intensa y sigue lloviendo intermitente.
La travesía a Finisterre es una de las más cortas que voy a hacer, pero no por eso más fácil. Un velero me alcanza por popa, es un 45 pies con todo el trapo fuera y ayudado por motor.
Nos saludamos, veo a tres tripulantes en la bañera. Yo estoy solo de nuevo, mi tripulación me dejo en Baiona, haré etapas más cortas para no forzar demasiado el brazo derecho, el izquierdo sigue al 40% y en algunas maniobras de poco me sirve.
La llegada a Finisterre es fantasmagórica. El pueblo situado en una ladera, está medio cubierto por una espesa niebla, y a duras penas veo la marca del espigón que protege al puerto.
El viento se ha parado de repente y es ese momento en que parece que algo va a pasar… y pasa. Se pone a jarrear pero a cubos, me estoy aproximando al pantalán y llueve de narices. Me pongo en paralelo y salto por popa al muelle, que es un charco.
Rápidamente hago firme el cabo y freno al cata, que aunque viene muy despacio lleva algo de inercia. Rápido voy hacia proa y desde el dique atrapo la amarra que he dejado preparada antes de saltar.
La hago firme, Alicia ha atracado en Finisterre.
Mientras, diluvia. Estoy, de cintura para abajo, totalmente empapado. Me meto a la cabina a secarme y ponerme ropa seca. Son la 6:30 de una tarde lluviosa y lánguida. Me meto al sobre y duermo un poco.
A eso de las 7:30 dejo de vaguear y me preparo algo de zampa, que siempre anima el espíritu. Tengo las zapatillas caladas y el paseo por el pueblo lo daré mañana por la mañana.
Despierta el sábado despejado y soleado como habéis visto en el vídeo que colgué.
Al cabo de media hora tengo secas las zapatillas. Me hago un desayuno con tostadas, mermelada y el zumo de un limón en un buen vaso de agua.
Mientras, consulto la meteo. Dan malísimo a partir de hoy sábado por la tarde…quien lo diría con el día que hace.
También he puesto un rato el canal 24 horas de TVE y el tiempo no puede estar más claro… esta tarde va a hacer malo. Quietecito en puerto hasta que pase.
Es tan de p… madre el día que me decido a subir al faro de Finisterre el final del camino De Santiago. Tras una hora de camino y al ver el entorno, ahora comprendo por qué le llaman Finisterre… desde luego aquí es donde la tierra termina. Después de las fotos de rigor vuelvo camino del pueblo.
A los 15 minutos de caminata me doy cuenta que no me apetece andar y hago dedo (autostop). El primer coche que pasa me lleva al pueblo (una pareja de portugueses muy agradable). He parado en un bareto, de esos con menú de peregrino y he comido bastante bien por 15 pavos.
Desde mi mesa veo el cata al fondo y se está levantando un viento de norte cada vez más fuerte. Me dirijo al cata para ver cómo está la cosa.
Ya habéis visto el vídeo. Son las 23:45 mientras escribo el diario y sigue soplando con ganas.
Continuará…