Jesús Cubero
Opinión

Cuando los cuidados se dan la vuelta: mayores que atienden a sus padres y a sus hijos

Jesús Cubero

Miércoles 29 de octubre de 2025

6 minutos

Cuidadores de la 'generación sándwich' olvidados: ayudan a hijos y padres sin apenas apoyos

Miércoles 29 de octubre de 2025

6 minutos

En la España que envejece, el cuidado familiar ya no es una línea recta de padres a hijos, sino una red cada vez más compleja. A la imagen ya conocida del “sándwich” —quienes sostienen a la vez a sus mayores y a su prole— se suma un fenómeno silencioso: hijos ya entrados en la madurez, incluso en la vejez, que viven con sus padres muy mayores y requieren, ellos mismos, apoyos diarios. El resultado es que en un mismo hogar conviven dos generaciones con necesidades de cuidado, y la balanza del tiempo, la energía y el dinero no siempre resiste.

Los datos más recientes ayudan a dimensionar el reto. Según el Observatorio Cinfael 51,1% de los cuidadores en España atiende a un familiar mayor a la vez que se ocupa de sus hijos; además, el 77,6% compatibiliza los cuidados con un empleo remunerado, recortando horas de ocio, de autocuidado y de relación social. La “doble jornada” es ya la norma, no la excepción.

Este cruce de responsabilidades ocurre en un contexto demográfico que empuja con fuerza. El INE proyecta que las personas de 65 años y más pasarán del 20,4% actual a alrededor del 30,5% del total hacia 2055. Con menos población en edad de trabajar y más años de vida a repartir cuidados, las familias afrontan un rompecabezas diario. 

A la vez, emerge una realidad poco visible: madres y padres de 60 o 70 años con hijos adultos que siguen en casa y presentan algún grado de dependencia —por discapacidad, problemas de salud mental o precariedad crónica—. Voces del movimiento senior advierten que “hay muchos casos de personas de 60–65 años con un hijo dependiente de 30 viviendo en su casa”, una necesidad que no siempre encuentra respuesta ágil en los recursos públicos. 

La ciencia viene tiempo señalándolo: en España, alrededor del 80% de la atención que reciben las personas mayores dependientes se presta en el hogar y por la familia, lo que sitúa a los hogares como primera “unidad de cuidados” del país. Esta centralidad tiene consecuencias: la intensidad del cuidado y el grado de dependencia del receptor se asocian con peor salud física y mental del cuidador, especialmente cuando éste es de edad avanzada y dispone de poco apoyo social.

Dos generaciones que cuidan… y necesitan ser cuidadas

En no pocos pisos españoles conviven una madre de 88 años con dependencia moderada y una hija de 66 con dolencias crónicas y pensión ajustada. ¿Quién cuida a quién? La respuesta realista es: se cuidan mutuamente, pero el equilibrio es frágil. Cuando la hija acompasa citas médicas, gestiona medicación y hace compra y limpieza (las tareas que más se repiten, según los cuidadores), ¿quién sostiene su propia adherencia a tratamientos o su rehabilitación? La sobrecarga aparece pronto, y con ella el riesgo de descuido involuntario de una de las partes. 

No es solo una cuestión de tiempo: también falta respiro. Las cifras del Observatorio Cinfa muestran que un 35,7% de cuidadores vive con la preocupación permanente de “qué ocurrirá si yo no puedo seguir”, y un 30,8% duda de la calidad de los cuidados que ofrece en solitario, señales claras de tensión emocional sostenida.

Por qué ahora se nota más

Se combinan tres corrientes:

  1. Más longevidad y más años con enfermedad crónica;

  2. Hogares envejecidos con menos miembros disponibles;

  3. Prolongación de la convivencia de hijos adultos con sus padres por razones económicas o de salud, que en España es superior a la media de la OCDE. El resultado es un aumento de hogares con dos necesidades de cuidado simultáneas, a menudo con escaso relevo.

Lo que funciona (y lo que falta)

La evidencia sugiere que poner apoyos formales alrededor del cuidador mejora tanto su bienestar como la calidad del cuidado: programas de respiro familiar, formación práctica en movilización y medicación, grupos psicoeducativos y ayuda a domicilio suficiente y continuada. Varios análisis en nuestro entorno han descrito beneficios en reducción de sobrecarga y depresión cuando los cuidadores reciben acompañamiento estructurado y descansos programados. 

En paralelo, conviene ensanchar el foco: no basta con valorar la situación de la persona de 88 años; hay que evaluar también la salud, la red y la economía de la hija de 66 que la cuida —o del hijo de 70—. El circuito de Valoración de la Dependencia y la atención primaria pueden actuar como bisagras para detectar estos hogares “doblemente frágiles”, priorizar ayudas y activar soluciones (teleasistencia avanzada, centros de día, fisioterapia domiciliaria, apoyo psicológico). Las estadísticas del IMSERSO sobre cuidadores no profesionales confirman, además, que la feminización del cuidado persiste, lo que exige políticas con perspectiva de género y edad.

Una cita para pensar

Como recordaba un estudio de referencia en nuestro país, “el cuidado familiar tiene efectos físicos y psicológicos que empeoran con la intensidad y la falta de apoyo”; la conclusión no es alarmista, es operativa: cuidar de quien cuida es cuidar dos veces

Qué puedes hacer hoy si estás en esa situación

  • Pide valoración conjunta en tu centro de salud: cuidador y persona cuidada.

  • Solicita respiro (centro de día, estancias temporales) y ayuda a domicilio con suficientes horas.

  • Reparte tareas entre hermanos y familiares; cuando no sea posible, contrata apoyo profesional aunque sea parcial.

  • Apóyate en grupos: compartir estrategias reduce la carga y el aislamiento.

  • Cuida tus básicos (sueño, medicación, movimiento): no es egoísmo, es sostenibilidad del cuidado.

La buena noticia es que existe conocimiento y hay recursos —aunque a veces cueste llegar a ellos—. La mala, que sin un refuerzo decidido del sistema de apoyos y sin detectar los hogares con “doble necesidad”, muchas familias seguirán haciendo equilibrios imposibles. En base a mi experiencia profesional, lo tengo claro: reconocer la realidad es el primer paso para cambiarla. Porque en España, donde la familia sostiene la mayor parte del cuidado, cada hora de apoyo al cuidador multiplica el bienestar de dos generaciones

Fuentes: Observatorio Cinfa (Radiografía de los cuidados familiares); INE, Proyecciones de Población 2024–2074; IMSERSO, estadísticas del SAAD y cuidadores no profesionales; estudios científicos sobre impacto del cuidado familiar en la salud del cuidador.

Sobre el autor:

Jesús Cubero

Jesús Cubero

Jesús Cubero es socio fundador de UMA CARE (Unidades de Memoria Activa) y responsable del Área de Mayores de Mensajeros de la Paz. Anteriormente fue secretario general de AESTE.

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