Hasta el día 23 de julio, día en el que celebran las elecciones generales del 23J, vamos a estar de una u otra forma en campaña electoral. Quiere eso decir que vamos a vivir aturdidos por mensajes de uno y otro signo y, además, inmersos en una lucha entre intelectual y visceral. Vamos a estar sometidos a la tensión que produce por un lado el contenido de los programas y, por otro, el sentimiento que nos provoca aquel que nos los transmite. Si coincide, todo irá bien.
Cuando hablamos con el Dr. González Mas –que presidía la Sociedad Europea de Biosociología– para hablar de la adicción al poder, nos dijo que sería interesante analizar la salud de los políticos en campaña. Y eso es lo que hemos hecho.
Se transforman
Lo primero que debe tenerse en cuenta durante una campaña electoral es que los políticos que están en situación de poder suelen escuchar solo aquello que quieren oír. Y, claro está, eso puede incrementar su capacidad de agresión y dogmatismo, distorsionando la interpretación de la información recibida.
¿Y quien no está en situación de poder no tiene la misma reacción? En el fondo todos, ya que son candidatos, están en situación de poder –señala González Mas–. Unos más que otros; pero todos tienen una cota de poder. En general, se produce eso que se llama una disonancia congnitiva, es decir, se niega la realidad de los hechos por mecanismos emocionales o por anteriores experiencias personales. Por eso, se experimenta un alejamiento del mundo real. Su mundo acaba al fin reduciéndose a un pequeñísimo grupo de adeptos.
Y no hablamos de preferencias políticas. Todo candidato, por el mero hecho de serlo, ya parece tener poder y, por tanto, es susceptible de este proceso. Evidentemente, no puede generalizarse y decir TODOS son de una u otra manera.
Evolución genética
En lo que González Más insiste mucho es precisamente en que no parece que nuestro cerebro haya evolucionado a la velocidad del mundo contemporáneo. No parece haberse producido una adaptación del cerebro a las nuevas situaciones.
Y es que, la evolución de los sistemas cerebrales es sumamente lenta y, sin embargo, los cambios sociales son de tal rapidez que es imposible una adaptación real. Así se está creando intolerancia entre la lógica y las ciencias, la razón y la fe y la inteligencia y la emoción.
Nuestro equipo genético es similar al que teníamos hace miles de años, antes de que existieran las sociedades cazadoras, agrícolas o industriales. Y con esa carga, nos estamos enfrentando a un mundo en constante evolución. Estamos en el mundo de la inteligencia artificial con un cerebro propio del hombre de las cavernas.
Y esa desadaptación es la que alcanza a nuestros políticos, que siguen utilizando conductas competitivo-agresivas de motivaciones muy parecidas a las del hombre primitivo.
Una de las muestras de que hay esa desadaptación está, por ejemplo, en la idea de que el líder está al margen de la humanidad, que el líder es un superdotado. Eso es una simple quimera. Es un hombre como los demás, cuyo encumbramiento hace que el entorno le considere superior.
Desatención
Otro factor de interés se desarrolla en torno a la información. Porque se puede altera o inhibir según la resonancia emocional que produce. De ahí que en muchas ocasiones el político tenga una desatención emotiva y entonces ni recibe ni almacena esa información. Entre otras cosas , porque es tanta la que recibe que cada vez le resulta más difícil de utilizar y de resumir.
Por eso, las decisiones políticas en muchas ocasiones no están de acuerdo con la información, y sí con la personalidad del político. Toma la decisión por cómo es, no por la información que tiene. Eso hace que el profesional de la política esté en una situación de decisión permanente.
Su estado emocional y de salud va a sufrir por ello. Quizá por eso, si vivir es decidir, los políticos viven mucho más. O al menos más deprisa. Prueba de ello es que cuando vemos las fotografías de un líder político hace unos años y las comparamos con imágenes actuales vemos un rápido envejecimiento. Ciertamente, es un duro tributo que pagan.
Corazón y estabilidad
Pero ya hablando de la salud en plena campaña, lo primero que ponen en riesgo no sólo es el corazón. El estrés, la tensión emocional, el poco descanso, les somete a un ritmo que, si existe algún problema previo, puede desencadenar una crisis. De todos modos no es el corazón sólo el que se pone a prueba.
Porque lo primero que arriesgan los políticos en liza es la estabilidad de su personalidad. Aparte de las reacciones e inestabilidad psicológica que crea la situación competitiva.
Hay que recordar que el político que acude a una campaña lo hace con ánimo de vencer. Y por eso pone a prueba ambiciones y temores de su personalidad. En mayor o menor grado, como considera Gonzalez Mas, neurotiza su conducta y moviliza los niveles de agresividad y amoralidad contra sus adversarios. Es la causa de la frecuencia con que llegan a la descalificación del oponente. Y a cualquier precio.
Y cuando le preguntamos al doctor por algo más concreto, por los riesgos patológicos que tiene una campaña electoral, nos comenta:
Que el político en campaña sufre –y es una generalización con sus excepciones– múltiples trastornos emocionales y psicológicos que llegan a deformar, en ocasiones, su personalidad. Por ejemplo, pueden aparecer fobias, obsesiones, miedos, insomnio, pesadillas, temores hipocondríacos, ansiedad, depresión, modificaciones compulsivas del apetito y alteraciones de la conducta sexual.
Y, sin duda, Influye o que la campaña sea larga o corta. Una campaña larga y difícil llega a crear rigidez emocional o reacciones de infantilismo, pseudopaternalismo, alejamiento de la realidad y hasta una necesidad enfermiza de estimación y reconocimiento. Necesita ser querido y que se lo demuestren.
En casos más graves se llega a la pérdida de sentimientos éticos y tendencias adictivas que pueden llevar a la ingestión excesiva de alcohol, estimulantes, tranquilizantes, antidepresivos y muchas medicaciones o remedios “mágicos”.
El Dr. González Mas quiere insistir en que se trata de un análisis de la conducta , que nada tiene que ver con la ideología que cada uno defienda. Y ciertamente quien esté más cerca de los políticos comprenderán su entrega como un sacrificio por los demás. Quienes estén más lejos, lo verán tan solo como una lucha por conseguir o mantener el poder. Pero todos ponen en juego buena parte de su salud