

¿Son inteligentes los robots de citas previas?
Josep Moya OlléFoto: Big Stock
Martes 12 de agosto de 2025
5 minutos

Foto: Big Stock
Martes 12 de agosto de 2025
5 minutos
Manuel es un señor de 65 años. El pasado martes dio un traspiés y se lesionó el gemelo de la pierna izquierda. Dada la hinchazón de la pierna y del pie decidió acudir a urgencias. Allí, después de esperar 45 minutos, fue atendido por una enfermera, que valoró el motivo de consulta que, por otra parte, era más que evidente. La enfermera le tomó la tensión arterial y la saturación de oxígeno. Todo normal, excepto la pierna izquierda, ¡Claro! Acto seguido le indicó que esperara en la sala.
Unos 60 minutos después, en la pantalla apareció el código identificatorio “Z94”. “Ese soy yo”, se dijo a sí mismo Manuel. La doctora le preguntó qué le había ocurrido, Manuel explicó de manera breve, para no alargar la visita, es decir, en un evidente y generoso gesto de optimización del tiempo, lo que le había pasado. La doctora le exploró la pierna y le diagnosticó lo que Manuel ya sabía: “Rotura del músculo gemelo de la pierna izquierda”. Acto seguido le hizo una serie de indicaciones: “No debe correr ni forzar la pierna”, una indicación más que evidente dado que Manuel cojeaba.
La doctora añadió que había que realizar una ecografía para valorar el alcance la lesión. “Vaya al mostrador y dele estos papeles a la administrativa”. Manuel, hombre muy disciplinado, acudió presto – es un decir – al mostrador y procedió a entregar los documentos a la administrativa. Ésta, en tono frío, le dijo que no le podían programar la ecografía de forma urgente y que debía acudir a la entrada del hospital donde le indicarían qué debía hacer. Una vez allí se dirigió a una sala en la que había unas mesas, con sillas, y unas administrativas armadas con unas tabletas.

Manuel volvió a coger número y pronto se le indicó que se sentara en la mesa número 2. ¡Qué haríamos sin los números! Pasados unos minutos una de las administrativas le preguntó qué quería y Manuel le respondió que desde el mostrador de urgencias le habían indicado que acudiera a aquella sala. Sin embargo, la administrativa le respondió que ellas no programaban visitas ni pruebas y que lo más prudente era que acudiera directamente a radiología ya que, con un poco de suerte, le harían la ecografía. Manuel volvió a cargar con sus preciados papeles y se dirigió a la sala de radiología no sin preguntarse cuál podría ser la función de aquellas señoras de uniforme y provistas de tabletas.
Segundo capítulo
Hago aquí un punto y aparte para indicar que empieza el segundo capítulo. Manuel se dirigió a la sala de radiología y, cómo no, volvió a coger número, “B4X”, y esperó a que apareciera en pantalla. Manuel le explicó a la administrativa de uniforme pero sin tableta que había hecho un largo recorrido por el hospital y al final le habían ordenado que acudiera directamente a radiología con el objetivo de que le realizaran una ecografía urgente. Ella, un tanto enfadada, le preguntó por qué no le habían solicitado la prueba con carácter urgente a lo que Manuel respondió que no tenía ni idea ya que fue una decisión de la doctora que lo había atendido. La administrativa, una señora con años de experiencia, se apiadó de él y le indicó que esperara ya que ella hablaría con la ecografista. Al cabo de una hora su nombre sonó en la sala y pocos minutos después ya salía con el diagnóstico contrastado: Rotura parcial del músculo gemelo izquierdo.
Bien, pero ahora llegaba el momento crítico: Manuel debía gestionar la visita de seguimiento, pero, ¿había de pasar primero por traumatología o directamente por rehabilitación? En el mismo mostrador le respondieron que no se programaban visitas presencialmente, debía hacerlo por teléfono o por internet. Optó por lo primero.

“Soy su asistente, si quiere realizar alguna gestión debe indicarme su número de DNI”. Manuel dijo en voz alta y clara los números de su DNI – “Disculpe, no le he entendido, ¿puede repetirlo otra vez?”. Manuel le repitió al robot, porque aquella voz era de un robot, los números de su DNI. “¿El número de su DNI es el 37663469 K? – No, es el 37663469 A – Lo repito para que me lo confirme”. El robot repitió el número pero esta vez correctamente. “Dígame qué desea realizar- Quiero pedir cita – ¿Con qué especialidad? –.
– Con traumatología – Disculpe, si la especialidad es neumología diga sí – No, he dicho traumatología- Disculpe, ¿puede repetir el nombre de la especialidad? – Traumatología - Si ha dicho traumatología diga Sí – Sí- Disculpe, esta plataforma no gestiona visitas de traumatología, ¿desea realizar alguna otra gestión? – Sí, quiero informarle que tengo programada la misma prueba, de urología, en dos fechas diferentes, ¿me pueden informar cual de las dos es correcta? – Disculpe, ¿quiere anular la cita que tiene programada para el día 22 de agosto?- No, quiero que me digan cual de las dos fechas es la correcta- Disculpe, no le entiendo – Digo que quiero saber cuál de las dos fechas programadas es la correcta – Disculpe, no le entiendo”.

Esa segunda disculpa clausuró la conversación; el robot no estaba programado para más de dos disculpas. Manuel no pudo resolver ninguna de las dos gestiones. A los pocos días recibió una llamada telefónica, esta vez no era de un robot sino que era de un humano pensante. Al tiempo que le programaban visita con rehabilitación Manuel aprovechó la circunstancia – humana – para resolver el error de la doble programación de una misma prueba.
Manuel se sintió aliviado y feliz de haber podido contactar con un ser humano, dotado de un sistema operativo avanzado, no binario, capaz de comprender el significado de más de dos oraciones, con subordinadas incluidas. Qué buenos aquellos tiempos en los que se podían hacer gestiones con humanos aunque, sí, es cierto que entre nosotros siempre existe el riesgo de los malentendidos, pero también contamos con el recurso de incorporar más decires, más frases, cambiar palabras, añadir explicaciones, introducir metáforas, metonimias, perífrasis, todos esos preciosos tesoros del lenguaje, eso que nos hace humanos. De momento, los robots no son más inteligentes que nosotros, más aún, algunos son irritablemente tontos.