

Longevidad saludable, sistema sanitario español y salud mental
Josep Moya OlléMartes 8 de julio de 2025
6 minutos

Martes 8 de julio de 2025
6 minutos
El pasado día 4 de julio, la excelente periodista Patricia Matey escribió un interesante artículo titulado "El sistema sanitario español no está preparado para el envejecimiento que está por venir".
Ya en el inicio del artículo se afirma que “El envejecimiento de la población española es una "gran alegría, una muy buena noticia, pero hay muchos retos a los que nos enfrentamos, como el de tener una longevidad saludable”. Son las palabras de Pablo Simón, politólogo y experto en análisis de datos, durante la presentación en Madrid del informe 'Vidas más largas, mayores retos’, elaborado por el Cluster17, del que también es miembro. En la presentación de este informe intervinieron, entre otras personalidades, el Sr. Tomás Castillo, vicepresidente de la Plataforma de Organizaciones de Pacientes; el Dr. Juan Guerra, jefe del Servicio de Oncología del Hospital de Fuenlabrada; y el Dr. Lluís Masana, presidente de la Sociedad Catalana de Lípidos y Arteriosclerosis y Catedrático Emérito de la Universidad Rovira i Virgili, Reus Tarragona.
En la presentación se puso mucho énfasis en las enfermedades crónicas vinculadas al cáncer y a los procesos cardiovasculares y también se destacó que el sistema sanitario español no está preparado para el envejecimiento que está por venir. A esta constatación cabría añadir que no es solo el sistema sanitario el que no está preparado, sino que no lo está el conjunto de la sociedad. Ello es así en tanto el discurso social actual se caracteriza por un rechazo radical de todo aquello que se deriva del envejecimiento. Un hecho social al que ya he hecho referencia en artículos anteriores. Los olvidos de palabras, las distracciones, los errores, el enlentecimiento motor y en la toma de decisiones, los relatos que se repiten en las conversaciones familiares, la rigidez del pensamiento, las arrugas, las varices, la pérdida de la visión, la sordera, y un largo etcétera, son todos ellos síntomas inherentes al envejecimiento mal soportados por aquellos que, supuestamente, gozan de buena salud y perfectas facultades. En este contexto, no es inusual escuchar frases del tipo: “Quítese de ahí, abuela, que estorba” o, “Simula que olvida pero lo hace adrede”, frases que denotan claramente que la sociedad no está dispuesta a asumir aquello que, de momento, es inevitable. Por tanto, vale la pena repetirlo: no es únicamente un problema que afecta al sistema sanitario, es algo que afecta al conjunto de la sociedad.
Pero, aparte de lo que se destacó en la presentación del informe, hay un factor que cada vez adquiere mayor importancia: la salud mental de las personas mayores. Es útil citar algunos datos facilitados por la Organización Mundial de la Salud. Se trata de datos recogidos de la web de la propia OMS, de fecha 20 de octubre de 2023. Así, en 2020, había en el mundo 1.000 millones de personas con 60 años o más. Esa cifra aumentará a 1.400 millones en 2030, lo que representa una de cada seis personas en todo el mundo. Para 2050, el número de personas de 60 años o más se habrá duplicado hasta alcanzar los 2100 millones. Se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique entre 2020 y 2050, hasta situarse en los 426 millones. La OMS también señala que aproximadamente el 14% de los adultos de 60 años o más viven con un trastorno mental. De acuerdo con las estimaciones mundiales de salud (GHE) 2019, estas afecciones representan el 10,6% de la discapacidad total (en años de vida ajustados por discapacidad, AVAD) entre los adultos mayores. Las afecciones de salud mental más frecuentes en los adultos mayores son la depresión y la ansiedad. Las GHE 2019 muestran que, a nivel mundial, alrededor de una cuarta parte de las muertes por suicidio (27,2%) se producen en personas de 60 años o más.
La OMS señala también que los adultos mayores tienen más probabilidades de experimentar eventos adversos como el duelo, una reducción de los ingresos o un menor sentido de propósito con la jubilación, algo que se constata día a día. Por otro lado, a pesar de sus muchas contribuciones a la sociedad, muchos adultos mayores son objeto de discriminación por motivos de edad (o edadismo), lo que puede afectar gravemente a su salud mental.
Finalmente, la Organización Mundial de la Salud destaca que el aislamiento social y la soledad, que aquejan a cerca de una cuarta parte de las personas mayores, son factores de riesgo clave para padecer afecciones de salud mental en etapas posteriores de la vida. También lo es el maltrato a las personas de edad, que incluye cualquier tipo de abuso físico, verbal, psicológico, sexual o económico, así como el abandono. Uno de cada seis adultos mayores sufre malos tratos, a menudo por sus propios cuidadores. El maltrato de los adultos mayores tiene graves consecuencias y puede conducir a la depresión y la ansiedad.
Hay, sin embargo, un punto que no es señalado por la OMS: los trastornos psicoconductuales que aparecen en personas ancianas con demencia. Con este término se designan los síntomas psicológicos y las alteraciones conductuales que aparecen en el curso de los procesos demenciales. La clínica neuropsiquiátrica muestra que cada tipo de demencia se caracteriza por unos patrones sintomáticos y conductuales predominantes. Así, por ejemplo, los comportamientos eufóricos son más frecuentes en la demencia de tipo Alzheimer mientras que la pérdida del control ejecutivo se da en la demencia frontotemporal, también conocida como enfermedad de Pick, y consiste en comportamientos de vagabundeo, apatía y desinhibición. Estas conductas generan un intenso estrés en las personas cuidadoras, en tanto son de difícil manejo y comportan riesgos considerables. Es preciso advertir al respecto que no es inusual que precisamente para minimizar los riesgos se recurra en ocasiones a las medidas coercitivas, como la sujeción mecánica o bien a la administración de psicofármacos sedativos. Camisa mecánica o camisa química.
Nuestra sociedad es una de las más longevas del planeta, es un triunfo debido a nuestro actual sistema de salud pero, también, a nuestro estilo de vida. Sin embargo, envejecer tiene consecuencias adversas, tanto en términos de salud como en calidad de vida. A los problemas oncológicos, cardiovasculares, reumatológicos o neurológicos hay que añadir los problemas de salud mental. Nos enfrentamos a un reto mayúsculo que exige procesos adaptativos en el sistema sanitario, pero ello ha de ir acompañado de cambios en el discurso social, unos cambios que modifiquen la percepción que la sociedad en general tiene sobre el envejecimiento.
En este marco, la OMS ha publicado recientemente una Guía de Políticas y Estrategias en Salud Mental, que supone un cambio de paradigma radical, ya que deja atrás el modelo biomédico y pone el énfasis en los determinantes sociales de la salud mental. Pero este es un tema que requeriría un artículo monográfico.