Sabores de mi tierra

El único kiosco horchatero que queda en Madrid: un negocio familiar que sobrevivió a la Guerra Civil

Lucas Leal

Domingo 17 de agosto de 2025

5 minutos

José Manuel es el dueño de este kiosco que se mantiene desde 1910

El único kiosco horchatero que queda en Madrid: un negocio familiar que sobrevivió a la Guerra Civil
Lucas Leal

Domingo 17 de agosto de 2025

5 minutos

Son cada vez menos los negocios en España que pueden presumir de ser centenarios. Poco a poco, los lugares icónicos en las distintas ciudades de nuestro país van siendo sustituidas por nuevos conceptos o tiendas y restaurantes de moda por lo que, en este sentido, vamos perdiendo paulatinamente pedacitos de nuestra historia. Sin embargo, aún quedan algunas de estas joyas, que en su día eran de lo más normal, y ahora destacan por su carácter tradicional y por el mérito que supone para el dueño mantener un negocio durante tantos años.

Este es el caso de José Manuel, un miembro de la cuarta generación de la familia Guilabert, que emigró a Madrid en 1910 desde la localidad alicantina de Crevillente y comenzó a ofertar bebidas típicas como la horchata o la ya casi extinta agua de cebada en su kiosko. Los Guilabert lograron impulsar su negocio incluso después de la Guerra Civil y, en la actualidad, muy cercano a la estación de Goya, en la calle Narváez, sigue en pie y funcionando el único kiosco horchatero o 'aguaducho' de la capital.

Fue en 1944 cuando, tras haber rotado durante décadas por distintos emplazamientos de Madrid como la Plaza del Carmen, las Ventas o el Congreso de los Diputados, el kiosco de la familia de José Manuel se instaló definitivamente en el barrio de Salamanca: "Esto no ha cambiado nada, es lo mismo de siempre", relata José Manuel, que cada mes de abril, hasta octubre, pone en marcha el kiosco y recibe a su clientela fiel, y también a alguna que otra personalidad que prefiere no desvelar: "Han venido políticos, artistas, mucha gente famosa. Pero los que realmente nos han mantenido son los vecinos, los que vienen cada año sin falta".

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Fuente: Europa Press

Elaboración tradicional

José Manuel ha asegurado que, aunque ya no puede preparar la horchata en el propio kiosco por cuestión de normativa sanitaria, él elabora esta bebida "como se ha hecho toda la vida". La noche anterior, se debe poner en remojo la chufa para, por la mañana, triturarla y prensarla con agua para extraer el jugo. Este jugo se filtra en dos fases y así, según José Manuel, "se eliminan las impurezas y se consigue una horchata limpia y con sabor natural". Aunque este horchatero tiene que preparar la bebida en una nave, cumpliendo con todas las normativas, no añaden conservantes ni estabilizantes.

Además, José Manuel ha insistido en lo importante que es para él mantener el caracter tradicional de la horchata: "Si hiciéramos como otros sitios y la trajéramos envasada, igual sería más fácil, pero no sería lo mismo. Aquí se hace a diario", ha concluído.

Un negocio histórico, pero en peligro de extinción

Junto a la horchata, el kiosco sirve también granizado de limón natural y, también, una bebida tradicional y típica que prácticamente ya no se encuentra en la capital: el agua de cebada. José Manuel asegura que la mantiene en su kiosco porque "forma parte de la tradición": "Es muy típica de Madrid, pero muy poca gente la hace", explica el horchatero.

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Fuente: Europa Press

 

Es, en gran parte, esta tradición y esta dedicación la que ha ayudado a José Manuel y a su familia a mantener este negocio único con cariño y entusiasmo. A pesar de que, en principio, la familia alicantina compaginaba el kiosco con otros oficios como la fabricación de persianas y alfombras, esta pequeña tienda a pie de calle se convirtió en una referencia para los vecinos de aquella época, sobre todo en el puesto frente al Congreso de los Diputados, uno de los más recordados por los clientes.

José Manuel relata con cariño que su aguaducho ha recibido a clientes de todas las edades y que, entre todos ellos, aún quedan algunos que se acercan y recuerdan haber ido de pequeños con sus padres. Aunque la zona ha cambiado mucho desde entonces, y al kiosco le rodean ahora centros comerciales y franquicias en lugar de otros establecimientos tradicionales, ahí sigue cada verano. Sin embargo, el propio dueño es consciente de que la continuidad del negocio no es segura, y no tiene claro que su hija pueda relevarle: "Ella ha estudiado otra cosa. Yo entiendo que es difícil querer seguir con esto. Hay que renunciar a muchas cosas".

Aunque José Manuel no tiene planeado jubilarse inmediatamente, reconoce que "esto no durará para siempre", pero afirma con orgullo que sigue manteniendo un oficio prácticamente desaparecido en Madrid, siendo de los pocos que siguen trabajando como antes. Por ello, este kiosquero de la capital continuará trabajando incansablemente desde abril hasta octubre hasta su retirada, e invita a clientes habituales y nuevos a acudir al kiosco: "Solo cerramos el día de la Virgen de la Paloma. El resto, aquí estamos todos los días".

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Lucas Leal

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