Toni Esteve
Sociedad
La sorprendente historia de los adoquines Stolpersteine de algunas aceras españolas
Son 'piedras de la memoria' en recuerdo de personas deportadas a campos de concentración
El Ayuntamiento de la localidad barcelonesa de Terrassa notificaba recientemente que en octubre instalará sus primeros 11 adoquines Stolpersteine, que se situarán en diferentes puntos de la ciudad, para que su población "se detenga un momento en su camino, que tropiece con el pasado, que descubra, que reflexione y sobre todo que no olvide". De este modo, Terrassa se suma a muchas otras localidades de las cuatro provincias catalanas, así como a otras de las Islas Baleares, Madrid o Valencia, que ya cuentan en sus aceras con estas obras creadas por el artista alemán Gunter Demnig como recuerdo a las personas deportadas a campos de concentración.
La historia tras estos adoquines con las que podemos tropezar (literalmente) en algunas aceras españolas es curiosa. Stolpersteine es una palabra alemana que designa una piedra en el camino que puede hacer tropezar al caminante. Estas “piedras de la memoria” son monumentos al recuerdo de los españoles asesinados, deportados o expulsados por causa del nazismo. Gunter Demnig concibió unos cubos de cemento de 10x10x10 centímetros que, en la parte superior, llevan incrustadas una placa de latón de 10x10 centímetros, donde se encuentran grabados los nombres de las personas recordadas. En el caso de Terrassa, los once nombres que se sellarán en la vía pública son: Josep Cirera Mayol, Joan Gras Puigmartí, Félix Izquierdo García, Josep Julià Bruguera, Bernardo A. Martínez Castillo, Àngel Olivares Gallego, Ramon Pere Moragues, Martí Puig Ferrer, Joaquim Sala Prat, Agustín San José Calasanz y Juan Sánchez Martínez.
¡Ojo! La placa metálica puede provocar tropiezos
Demnig colocó la primera Stoperstein el 16 de diciembre de 1992 – fecha en que se cumplían cincuenta años de la orden de la deportación de los “gitanos”– en el adoquinado de la plaza donde se encuentra el edificio del Ayuntamiento de Colonia. Hoy estos monumentos se reparten por muchos países de Europa.
Los adoquines se confeccionan manualmente y son colocados en aceras, haciendo el hueco necesario para ser acogidos y asegurados con cemento, y quedando su superficie superior casi al ras del suelo. En realidad sobrepasan el nivel del suelo debido al leve espesor de la placa metálica. Tal como ocurre en la colocación de los habituales adoquines y baldosas, este resalte podría ocasionar un tropiezo al caminante, lo que ha dato lugar al nombre de estas “piedras de la memoria”. Y es que, como subrayábamos al principio, lo que se pretende con estos pequeños monumentos es que los ciudadanos, al percibir el adoquín se detengan por un momento y se inclinen para leer la inscripción en la placa. Esta inclinación podría equivaler a un gesto de respeto por las personas que se recuerdan.