Manuela Martín
Sociedad
Vicente Vicente, pasión por el paciente
Al prestigioso docente, médico e investigador le han llovido los reconocimientos en 2022
El catedrático de Hematología y profesor Emérito de la Universidad de Murcia, Vicente Vicente García, ha sido nombrado Emérito del Servicio Murciano de Salud e investigador honorífico del Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria del que fue cofundador y ha recibido la Medalla de Oro de la Región de Murcia que concede el Gobierno Regional.
Vicente Vicente es un referente en su especialidad desde el ámbito de la docencia, la investigación y la asistencia sanitaria de la Región de Murcia. Durante años ha impulsado numerosas iniciativas y proyectos en la Región de Murcia, que han sido reconocidos tras su reciente jubilación con este título emérito, el cual le permitirá seguir unido a la sanidad murciana con su apoyo y asesoramiento.
Este reconocimiento ha hecho a Vicente, recordar tres elementos que han marcado su toma de decisiones e iniciativas a lo largo de toda su vida como son “analizar con detenimiento las diferentes oportunidades que surgen o se buscan, reflexionarlas y comentarlas, y optar por la decisión más ilusionante” porque, en palabras del doctor, “la ilusión es un factor imprescindible para vivir la vida apasionadamente”.
Vicente quiere transmitir sus vivencias que han regido su conducta y vida profesional, para acercárselas a los más jóvenes. Igualmente, desea mantener su participación en reuniones científicas del propio Servicio de Hematología y con el grupo de investigación, así como ayudar, cuando se requiera, en aspectos organizativos y críticos de proyectos de investigación y publicaciones.
Vocación heredada
Su vocación de médico le vino de su padre, pediatra murciano, cuyo trabajo diario observaba cada día. En este sentido, Vicente recuerda con especial agrado cuando lo acompañaba ocasionalmente a visitar enfermos a distintas zonas de la huerta murciana, “a veces sentado en el depósito de una moto Guzzi. Desde muy pequeño consideré con rotundidad ser médico”, nos explica.
Estudió en la Universidad de Navarra por sugerencia de su padre, quien le insistió en que en esa “universidad no había huelgas”, en un año como 1968 cuando debía optar por su lugar de estudio y en el que tanto, a nivel nacional como internacional, se sucedían numerosos conflictos políticos.
Fue en la capital navarra donde llevó a cabo su especialidad de Hematología y Hemoterapia, motivado por la dedicación, entusiasmo e ilusión del profesor Antonio López Borrasca, cuyo ejemplo fue determinante para él, al apoyar con prácticas extraordinarias a algunos estudiantes que, por estar cumpliendo con la milicia universitaria, no estuvieron durante parte del curso académico.
“El impacto de la ilusión de ‘Don Antonio’, que era como llamábamos a nuestro maestro y del que decíamos que no explicaba la especialidad, sino que la predicaba, nos hizo entender que la hematología era un área de trabajo espectacular para nuestra vida profesional, una especialidad clínica que tiene al paciente en medio de todas nuestras actuaciones, y además con unas herramientas que no estaban tan presentes en otras especialidades médicas como, por ejemplo, la biología. Decía Don Antonio que la Hematología era lo más interno de la Medicina Interna y que sus raíces estaban sólidamente ancladas en la biología”, explica Vicente.
Al graduarse y recibir el título de médico nos recuerda lo que su padre le dijo: “lo primero es la formación, no tengas prisa en ganar dinero. Eso, si estás bien formado, ya llegará”. Vicente nos cuenta con cierta retranca que optó por seguir el consejo, aunque solamente se cumplió la primera parte.
Formación internacional
Vicente siguió su formación junto al profesor Antonio López Borrasca en el Hospital Clínico Universitario de Salamanca para finalizar la especialización e iniciar su carrera académica e investigadora en aquella universidad. Tras defender su tesis doctoral en 1978 y con el propósito de incrementar su formación, Vicente no tuvo duda en desplazarse a Italia durante el último trimestre de residencia. Fue en esa estancia de año y medio en la Universidad de Milán, junto al profesor PM Mannucci, donde se adentró en investigación sobre aspectos de hemostasia y trombosis, y también hizo muchos amigos con los que ha colaborado y disfrutado toda su vida.
A la vuelta de Italia, en 1981, Antonio López le planteó un nuevo reto: presentarse a una plaza de Agregaduría de Hematología en la Universidad de Santiago de Compostela. No obtuvo la plaza, del mismo modo que tampoco logró la Cátedra de Zaragoza, pero ambos momentos, según recuerda “son de los que más he aprendido, pues entendí que la vida tiene sus momentos y, aunque no consigues tus objetivos son estímulos impagables para seguir mejorando”.
Siendo ya profesor titular de la Universidad de Salamanca surgió la oportunidad de una estancia prolongada en Scripps Clinic and Research Foundation en la Jolla, San Diego (California). Con el decidido apoyo de su mujer y con una hija de cuatro años emprendieron esta nueva aventura en enero de 1987. Vicente consideró que era una oportunidad única para dar un salto de calidad y exigencia en el trabajo de investigación, conocer nuevas formas de hacer en una de las instituciones más prestigiosas del mundo, establecer nuevos contactos profesionales y también lazos de amistad con compañeros españoles y de diferentes países que han perdurado con el paso de los años.
Cátedra en Murcia
Recuerda Vicente con agrado que, en enero de 1989, y todavía viviendo en San Diego, su padre lo avisó de la convocatoria de una cátedra de Medicina en la Universidad de Murcia, animándolo a presentarse. "Mi mujer nuevamente estuvo de acuerdo en dar el paso, si bien tendríamos que dejar Salamanca y ella abandonar su trabajo, otra vez, si yo obtenía la cátedra”.
Tras una dura e intensa oposición, a la que acudieron once opositores de diferentes partes de España, Vicente rememora la fortuna de obtener la plaza y poder ver la cara de alegría de su padre, que falleció unos dos años más tarde.
En su nueva etapa en Murcia pudo desarrollar su carrera docente, asistencial e investigadora, con el empeño y la satisfacción de ir encontrando a lo largo de los años a personas que supieron compartir la ilusión por hacer un proyecto profesional muy perseguido desde el inicio de su carrera: mantener al paciente como eje de toda actividad.
Organizó el nacimiento de un nuevo Servicio de Hematología en el antiguo Hospital General Universitario, más tarde trasladado al Hospital Universitario Morales Meseguer; inició el Programa de Trasplante de Médula Ósea de la Región de Murcia en 1991; abrió, impulsó y desarrolló el Centro Regional de Hemodonación para satisfacer las necesidades de sangre y sus derivados en la Región de Murcia. Comenzó un grupo de investigación multidisciplinario, con el apoyo de la Universidad de Murcia, que con los años se ha considerado grupo de Excelencia de la Región por su impacto en investigación traslacional en Hematología.
Nos cuenta que, indudablemente, “la ilusión y vivir los proyectos con pasión se ve recompensado con alegrías y satisfacciones, pero… siempre trae más trabajo”. Vicente tuvo en diferentes periodos nuevas responsabilidades, como dirigir el área de Medicina de la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP) para convocatorias de proyectos de investigación, programas Ramón y Cajal, etc. Fue presidente de las Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia, y poco después de la de Trombosis y Hemostasia. Durante años fue editor asociado de la nueva revista de la Asociación Europea de Hematología, Haematologica. En definitiva, ha tenido diversas oportunidades para conocer en profundidad el entramado de la investigación, y compartir con numerosos compañeros proyectos e iniciativas relacionadas con la Hematología.
A finales de la primera década de este siglo participó en el enorme reto de poner en marcha el Instituto Murciano de Investigación Biosanitaria (IMIB), como subdirector científico junto al entonces director, el profesor Pascual Parrilla, que hoy da nombre a este foco investigador de la Región de Murcia. “Fueron muchas horas de trabajo, aunque generosamente recompensadas con la enorme satisfacción de ver el Instituto hecho una magnífica realidad”.
Si hay algo por lo que destaca principalmente el doctor Vicente es su constante ilusión en todos los proyectos, la importancia de contar con el apoyo familiar, así como de formar un grupo profesional compacto e ilusionado.