
Este es el mundo que nos espera en 2050: menos nacimientos y más longevidad
El envejecimiento y la baja natalidad transformarán la economía y el ahorro en 2050

Cada vez vivimos más tiempo y, además, con mejor salud. Esta es una muy buena noticia, pero también plantea un importante reto, pues la longevidad creciente se combina con tasas de natalidad muy bajas, lo que está transformando la forma en la que se organiza nuestra sociedad. Este cambio demográfico obliga a replantear el modelo económico y social, más allá de tomar medidas parciales como incentivar la natalidad o facilitar la inmigración.
El último dossier especial de CaixaBank Research analiza esta transición y sus implicaciones en tres frentes claves: la macroeconomía, las cuentas públicas y la forma en que ahorramos e invertimos nuestro dinero.
Las cifras muestran la magnitud del desafío. En la mayoría de los países de Europa, así como en Estados Unidos y China, la natalidad está por debajo del nivel de reemplazo de población, fijado en 2.1 hijos por mujer. España lleva más de cuatro décadas en esta situación, ya que en los próximos 25 años, se prevé una tasa de apenas 1.3 hijos por mujer. Al mismo tiempo, la esperanza de vida no para de crecer, pues en nuestro país se sitúa ya en 84 años y seguirá aumentando hasta 2050, con la mayoría de esos años adicionales en una buena salud.

El resultado de esto es una población cada vez más envejecida. En 2020, la generación que entraba en la etapa de la jubilación ya era más numerosa que la que se incorporaba al mundo laboral. Este fenómeno, conocido como “trampa demográfica”, se seguirá intensificando cada vez más. Actualmente en España hay 2.6 personas en edad de trabajar por cada mayor de 65 años, y, en 2050, la proporción será de solo 1.6.
Ni un aumento de la natalidad ni la inmigración podrán, por sí solos, revertir esta situación. Si bien los flujos migratorios recientes pueden brindar cierto respiro, serían necesarias cifras sostenidas de aproximadamente un millón de nuevos inmigrantes al año durante tres décadas para mantener el equilibrio actual. Además, esto exigiría adaptar los servicios públicos (pensiones, sanidad, infraestructuras) para que no colapsen.
En este contexto, el reto es muy claro. Se debe buscar la forma de garantizar la sostenibilidad del bienestar en un escenario de menos nacimientos y mayor longevidad. Para poder lograrlo, será necesario repensar el papel de la economía, la eficiencia de las políticas públicas y la importancia del ahorro privado como complemento que aporte estabilidad y seguridad a las familias del futuro.