1. La longevidad: triunfo histórico y reto humano
Nunca antes en la historia de la humanidad habíamos vivido tanto. A principios del siglo XX, la esperanza de vida en España rondaba los 40 años; hoy se sitúa en torno a los 85,9 años en mujeres y 80,4 en hombres. En apenas tres generaciones hemos duplicado nuestro horizonte vital.
Este logro se debe a avances médicos, la mejora de la alimentación, la higiene, el acceso a medicamentos, las vacunas, las políticas públicas y un sistema de bienestar que, pese a sus limitaciones, ha conseguido añadir décadas a nuestras biografías.
Sin embargo, este éxito nos enfrenta a una gran cuestión: ¿cómo aprovechar con sentido ese tiempo añadido? La llamada Silver Economy —que abarca desde la vivienda adaptada, la salud digital, el cohousing y el ocio sénior hasta productos financieros específicos— ofrece respuestas materiales y de mercado. Pero junto a la tecnología, la economía y los servicios, necesitamos algo más profundo: una mentalidad adecuada para habitar la vejez con serenidad y plenitud.
2. La paradoja de la vejez
El cantautor Joaquín Sabina lo expresó con su habitual ironía: “envejecer es una gran putada”. Y, ciertamente, no le falta razón. La vejez trae consigo un cortejo de pérdidas y desafíos:
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Declive físico: el cuerpo deja de responder con la agilidad de antaño. Los achaques, los dolores crónicos y los tiempos de recuperación se alargan.
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Despedidas inevitables: amigos, familiares, compañeros de vida nos dejan, y con ellos parte de nuestra historia compartida.
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Roles sociales en transformación: la jubilación nos desvincula del mercado laboral, y con ello se debilitan identidades forjadas durante décadas.
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Vulnerabilidad creciente: el riesgo de dependencia y de necesitar cuidados ajenos aumenta con los años.
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Soledad no deseada: muchos mayores conviven con un vacío relacional difícil de sobrellevar.
Pero al mismo tiempo, sería reduccionista quedarse en la cara amarga. La vejez también ofrece oportunidades luminosas:
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Tiempo para lo esencial: tras años de obligaciones laborales y familiares, se abre un espacio para la contemplación, la lectura, el arte, el paseo sin prisa.
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Relaciones más serenas: muchos mayores disfrutan de vínculos más auténticos, lejos de las tensiones de la juventud.
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Sabiduría acumulada: las experiencias vividas otorgan perspectiva y capacidad de relativizar problemas.
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Plenitud emocional: algunos estudios señalan que, en promedio, la satisfacción vital tiende a recuperarse en la madurez, dibujando la conocida “U de Oswald”.
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Legado de valores: es un tiempo privilegiado para transmitir enseñanzas a hijos y nietos.
La vejez, por tanto, es paradoja: dolor y oportunidad, pérdida y ganancia, fragilidad y fortaleza.
3. La necesidad de una mentalidad fuerte
En este escenario de luces y sombras, lo que marca la diferencia no es solo la salud física —aunque siempre deseable—, sino la fortaleza mental y emocional.
La psicología positiva y la gerontología coinciden: el bienestar subjetivo en la vejez depende menos de la ausencia de enfermedad y más de factores como la resiliencia, el sentido de propósito, la aceptación y las relaciones sociales de calidad.
Y aquí es donde una filosofía antigua vuelve a ser extraordinariamente actual: el estoicismo.
4. Estoicismo: filosofía necesaria
El estoicismo nació en Atenas hace más de 2.300 años, de la mano de Zenón de Citio. Filósofos como Séneca, Epicteto y Marco Aurelio desarrollaron un corpus de ideas que hoy resuena con fuerza.
¿Por qué está de moda? Porque vivimos tiempos de ansiedad, incertidumbre y ruido constante. Libros, podcasts, talleres y conferencias sobre estoicismo proliferan en todo el mundo. La filosofía se ha convertido en un recurso práctico para quienes buscan calma y claridad en medio de la vorágine digital.
El estoicismo enseña tres grandes principios básicos:
1. Aceptar lo que no depende de nosotros.
2. Enfocar la energía en lo que sí está bajo nuestro control.
3. Vivir en virtud y serenidad.
Y podríamos añadir al menos siete más, fundamentales para la vejez:
4. Ejercitar la autodisciplina, cultivando hábitos que fortalezcan cuerpo y espíritu.
5. Practicar la gratitud, incluso por lo pequeño.
6. Reconocer la fugacidad del tiempo, aprovechando cada día como si fuera el último.
7. Valorar la comunidad, pues la vida buena se construye en relación con otros.
8. Aprender a soltar, renunciando sin resentimiento a lo perdido.
9. Buscar la virtud antes que el placer, porque el placer es fugaz y la virtud perdura.
10. Transformar la adversidad en ocasión de crecimiento, entendiendo el dolor como maestro.
Aplicado a la vejez, el estoicismo no es un lujo intelectual, sino un manual de supervivencia emocional.
5. Cinco aprendizajes estoicos para la vejez
Los principios estoicos se pueden traducir en consejos prácticos. Presento aquí una tabla de doble entrada: cada aprendizaje se acompaña de cinco subconsejos aplicables.
Aprendizaje estoico
Subconsejos prácticos
1. Aceptar lo inevitable
a) No luchar contra las arrugas: son mapas de la vida.
b) Adaptar la actividad física a las capacidades presentes.
c) Reírse de los achaques como prueba de resistencia.
d) Cultivar un estilo de vida saludable dentro de los límites.
e) Valorar la experiencia sobre la apariencia.
2. Planificar con realismo
a) Conversar con la familia sobre cuidados futuros.
b) Elaborar un testamento vital.
c) Contratar seguros de dependencia o servicios preventivos.
d) Adaptar la vivienda a necesidades venideras.
e) Ahorrar no solo dinero, sino energía emocional.
3. Vivir cada día como regalo
a) Practicar la gratitud diaria.
b) Saborear lo sencillo: un café, un rayo de sol.
c) Dedicar tiempo al ocio creativo.
d) Fomentar la amistad intergeneracional.
e) Rescatar pasiones olvidadas.
4. Normalizar la muerte
a) Hablar sin tabúes sobre el final de la vida.
b) Preparar rituales o despedidas en paz.
c) Meditar sobre la finitud para reducir la ansiedad.
d) Inspirarse en la naturaleza y sus ciclos.
e) Transmitir serenidad a la familia.
5. Cultivar serenidad interior
a) Practicar la meditación o la oración.
b) Mantener rutinas de calma.
c) Buscar belleza en lo cotidiano.
d) Evitar la queja constante.
e) Recordar que el espíritu puede permanecer intacto aunque el cuerpo falle.
6. Estoicismo y Silver Economy: aliados del bienestar
El envejecimiento es un fenómeno estructural. La Silver Economy responde con innovación: teleasistencia, domótica, cohousing, programas de ocio, productos financieros adaptados.
Pero ninguna de esas soluciones sustituye la actitud vital. El estoicismo puede ser:
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Para el individuo, una medicina preventiva emocional que fortalece frente a la dependencia.
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Para la familia, un marco que alivia tensiones y facilita el cuidado.
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Para la sociedad, un antídoto contra el edadismo, al dignificar la vejez como etapa de plenitud.
7. La vejez como oportunidad de sabiduría
Séneca afirmaba: “No es que tengamos poco tiempo, es que perdemos mucho”. La vejez debe ser el tiempo de la plenitud, no de la resignación.
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Reconciliación vital: ajustar cuentas con nosotros mismos, cerrar heridas, perdonar y perdonarnos.
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Legado intergeneracional: transmitir no solo bienes, sino valores, relatos, memorias.
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Serenidad interior: cultivar un equilibrio que ninguna pérdida externa puede arrebatar.
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Plenitud consciente: la curva de la felicidad descrita por la “U de Oswald” nos recuerda que, tras los altibajos de la mediana edad, la satisfacción vital tiende a elevarse en la madurez.
La vejez es, en este sentido, tiempo de oro: la etapa en la que la sabiduría sustituye a la fuerza y donde la calma se convierte en la mayor riqueza.
8. Conclusión: vivir y morir con serenidad
El psicólogo Antonio Bolinches sostiene que la felicidad madura se construye aceptando las limitaciones y potenciando las fortalezas. Es decir: se puede y se debe ser feliz incluso con dolencias.
Envejecer es un privilegio histórico, no una desgracia. El estoicismo nos recuerda que la clave no está en frenar el paso del tiempo, sino en aprender a aceptarlo con dignidad.
Con filosofía estoica, la vejez se transforma en una etapa de sabiduría, calma y gratitud. Porque vivir más años es un triunfo; vivirlos bien, un arte.