Cartas a la directora

Arde y se quema España

Fernando Cuesta Garrido

Martes 19 de agosto de 2025

5 minutos

Los enfermeros explican cómo hay que protegerse de los incendios forestales
Fernando Cuesta Garrido

Martes 19 de agosto de 2025

5 minutos

cintillo cartas a la directora

 

Estamos contemplando atónitos, desconcertados y con mucha preocupación como las llamas están iluminando las noches y deslumbrándonos durante el día. Parece que España ha sido castigada por los dioses en relación sobre algún pecado de máxima relevancia, que habríamos cometido. Ignoro si puede ser cierto que exista alguna corresponsabilidad entre uno o varios hechos inconfesables que habríamos realizado, pero se le parece mucho.

Nuestro país está lleno de fuego. Las llamas de los innumerables incendios están engullendo el campo. Ese campo de la España vaciada. Ese campo que, a pesar del maltrato que se le da, continúa realizando el papel que la naturaleza le ha asignado en colaboración con el ser humano, proporcionándonos el alimento necesario para vivir. Ese campo en el que miles de personas viven y trabajan para que cuando vayamos, “los urbanitas”, a la compra podamos disponer de los productos suficientes y adecuados para alimentarnos. Adquirimos los alimentos que, gracias al trabajo de ese puñado de hombres y mujeres del campo, de esa España que entre todos hemos vaciado, han logrado extraer de la tierra.

El fuego, como por arte de magia y en menos que dura un chasquido de los dedos, hace desaparecer las casas, los pueblos, los animales, las tierras de cultivo y de pasto y lo que es más grave la vida de las personas. Las llamas asesinas, este año, están repartiendo abrazos mortales de norte a sur, de este a oeste, acaparando toda la geografía de este país. No hay tiempo para averiguar cómo pudo originarse los incendios, ahora es el momento de ahogar al fuego y salvar todo lo que se pueda salvar. Pero a medida que trascurre el tiempo. A medida que las mangueras escupen el agua para apagar el fuego, se van destapando los errores que se han cometido.

La virulencia del fuego, en este año, se ha elevado exponencialmente con respecto al pasado ejercicio. Un hecho que se ha traducido en una mayor extensión de las tierras quemadas. Los que se encuentran trabajando en apagar los incendios coinciden en algo muy alarmante. El monte se encuentra en malas condiciones. Señalan que la limpieza que se debía haber realizado, para acotar los perímetros de los fuegos, si los hubiera, no se habían realizado. No se ha trabajado durante la época invernal para evitar que la tierra fuera víctima de su gran enemigo, el fuego. Añadían que proteger la biodiversidad, no significa el no retirar rastrojos porque esa retirada no es sinónima de arrancar vegetación. Porque limpiar el monte no se parece, en nada, al “arrasar” todo lo que se encuentre por delante al limpiar. Hacer cortafuegos no es atentar contra la naturaleza, contra la biodiversidad. Al contrario, es “una vacuna” contra la expansión de incendios. Los cortafuegos pueden ser y son el muro que evite que los pueblos sean arrasados por el fuego y una herramienta para proteger la vida de los animales y sobre todo de las personas.

Lo que el presente año está sucediendo, como consecuencia de los incendios, a nadie debe sorprender. Son una de las consecuencias que han provocado el ecologismo de salón. Quienes diseñaron la agenda 20/30 verán que se va cumpliendo al milímetro lo que han diseñado. Han conseguido que los montes se conviertan en una mina para la combustión. Prohibir limpiar el monte y los barrancos tiene consecuencias. La gota fría que arrasó el Levante español, es un ejemplo. Prohibieron limpiar los barrancos, las orillas de los ríos y no ejecutaron obras previstas para evitar las torrenteras. El resultado fue muy doloroso, 219 personas cayeron víctimas de la incompetencia, la irresponsabilidad y del ecologismo fallido.

Prohibir a quienes viven del campo que sigan con su tarea habitual tiene consecuencias dramáticas. Los campesinos cuidan sus herramientas que no son otras que sus tierras. No “tiran piedras a su tejado”. Cuidan los campos y los montes mejor que su salud porque de ello comen. Prohibir, como se ha hecho, que continúen haciendo lo que llevan haciendo durante siglos tiene graves consecuencias. Los incendios se vuelven incontrolables. Se queman viviendas, mueren de manera horrible los animales y tampoco el hombre se escapa del calor criminal del fuego. Cae víctima de una muerte horripilante como es quemarse vivo.

Si alguien no pone freno a toda la irresponsabilidad e incompetencia, la España vaciada desaparecerá para dar paso al “desierto español”. A la ruina de miles y miles de familias que viven del campo. España se convertirá en una sociedad agónica.


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Fernando Cuesta Garrido