Anosognosia: palabra rara, problema frecuente

"A mi edad es normal que tenga algún fallo". "A mí no me metas a nadie en casa". “"Ya lo hago yo, no necesito ayuda". "Son los demás quienes dicen que estoy mal". "Cuando tú tengas mis años, ya me contarás"...

Son expresiones que se escuchan con frecuencia entre los mayores y que hacen referencia a un concepto poco conocido, aunque sí hay una definición oficial al respecto. Según la RAE, anosognosia es “ignorancia o negación de la propia enfermedad”. Básicamente, es la falta de conciencia del fallo e implica un cierto grado de rechazo. 

Se define como la incapacidad para reconocer la presencia de déficits característicos de una enfermedad (cognitivos, motores, sensoriales o afectivos) y también su intensidad, su progresión y las limitaciones que producen en la vida diaria. Existe incapacidad para el reconocimiento de la enfermedad de manera global. 

Es un síntoma psicológico muy frecuente, multifactorial y complejo, con etiología cerebral poco clara todavía. En la práctica, supone un problema muy importante por resistencia a aceptar ayudas, falta de adherencia a tratamientos, negativa a consultarse, y también riesgos en tareas esenciales como conducir, el control de las finanzas u otorgar un testamento.

Este trastorno guarda estrecha relación con múltiples factores: la personalidad previa, la reserva cognitiva y la capacidad intelectual de la persona, el tipo de demencia y su neuropatología (cuando hay demencia), la capacidad sensorial (oído, visión, aislamiento), el envejecimiento cerebral, el estado de sobrecarga de los cuidadores, los fármacos (especialmente ansiolíticos, opioides, anticolinérgicos…) y un largo etc.

No todo es alzhéimer. La anosognosia no sólo es frecuente en el ámbito de las demencias. Es habitual en la esquizofrenia, anorexia nerviosa, hemiplejia (lesiones del hemisferio derecho), tumores cerebrales. En las personas con demencia se manifiesta más intensamente en las Demencias Frontotemporales, Demencia con Cuerpos de Lewy y en la Enfermedad de Alzheimer (20% en fases iniciales y 70-80% en fases avanzadas). 

 

 

No está clara la predisposición para sufrir anosognosia, quizás la edad, la progresión rápida, un nivel educativo menor y la apatía o alteraciones de conducta sean predictores. La pérdida de autoconciencia que muestran estas personas repercute negativamente tanto a nivel personal como social. Tienen problemas para medir las consecuencias de sus actos y en muchas ocasiones son incapaces de valorar los peligros y las situaciones de riesgo.

Los cuidadores a menudo se sienten desbordados por el sobreesfuerzo que han de realizar para controlar estas conductas tan disruptivas. Estrés, sentimientos de frustración y tensión emocional son la norma, lo que acaba repercutiendo en su salud física, necesitando verdadera ayuda y apoyo.

En nuestra práctica diaria este síntoma supone un gran reto. Debemos detectar la anosognosia y sus repercusiones precozmente, formar e informar a los cuidadores y practicar un apoyo real. También, procurar un máximo apoyo familiar al cuidador principal a través de mucha rotación y horarios cortos; escoger los mejores momentos del paciente para explicarle que las ayudas son para nosotros, (nunca para él) y, ante el paciente, primar siempre la atención al hogar, pero nunca la necesidad de cuidados personales. Debemos centrarnos en no discutir, en desviar la atención y favorecer la ocupación y la actividad física del paciente.

Para todo ello, los profesionales debemos saber, saber hacer y saber estar.