

La imaginaria generosidad de las pensiones no tiene la culpa
Antonio GonzálezMartes 14 de octubre de 2025
196 minutos

Martes 14 de octubre de 2025
196 minutos
Hace algunas semanas los medios de comunicación se hicieron eco de la publicación por la Fundación BBVA y el IVIE de un extenso e interesante trabajo que lleva por título Formación, transición digital y calidad de vida de los mayores en España. La recopilación de datos nacionales y las comparaciones con otros países europeos acerca de las condiciones de vida de las personas mayores en España, así como de su evolución en los últimos años, constituyen un esfuerzo digno de atención y de muy recomendable lectura.
No obstante, algunas de las interpretaciones que se han publicado por los medios, a pesar de sus llamativos titulares, no parecen ajustarse, en mi opinión, a lo que se deriva de ese informe, y podrían llevar a los lectores a ciertas conclusiones erróneas.
Gracias a la amable invitación de la Plataforma de Mayores y Pensionistas (PMP), este artículo intenta aportar en ese sentido algo de luz sobre el contenido de esas noticias, lo que parece, por lo tanto, una cuestión oportuna y necesaria. Recordemos algunas de esas interpretaciones literales, analicémoslas punto por punto y veamos algunas objeciones que merecen.
La generosidad del sistema público de las pensiones español, y la revalorización de estas con el IPC, para evitar la pérdida de poder adquisitivo por la crisis de inflación [han conducido a] que nuestros jubilados son ya un 6,4% más ricos que los vecinos del entorno comunitario.
Vayamos por partes. ¿Son tan generosas las pensiones públicas españolas? ¿Qué dicen los datos?
Las llamadas tasas de reemplazo de las pensiones que se utilizan a veces para medir esa “generosidad” comparada de las pensiones se definen, en la descripción de Eurostat utilizada por el trabajo que estamos comentando, como: la relación entre la mediana de las pensiones brutas de las personas de 65 a 74 años, excluyendo otras prestaciones sociales, y la mediana de los ingresos brutos de las personas de 50 a 59 años, ambas igualadas por las paridades de poder de compra. Este indicador era en España, a comienzos de la década de 2010, inferior a la media europea y también a la mayoría de los países occidentales de la Unión Europea (UE-15) con los que debemos hacer, por homogeneidad económica y social, la comparación, pero ahora los datos de Eurostat calculan que sucede todo lo contrario: esas tasas españolas han pasado a ser de golpe unas de las mayores.
¿Qué ha pasado con las tasas de reemplazo en España entre 2010 y 2023, para que sorprendentemente hayan pasado en sólo unos pocos años de ser de las más bajas a las más generosas de Europa? La respuesta es NADA que ver con un aumento de la generosidad: se trata en realidad de un efecto estadístico de la tasa vinculado con los cambios en las variables (fundamentalmente en el denominador de la tasa) que se han producido en este periodo.
En el caso de España, se pueden distinguir dos periodos:
- Entre 2010 y 2020 se producen reformas de las pensiones en 2011 y 2013 que conllevan reducciones de sus cuantías respecto a su evolución anterior, por lo que el aumento de la tasa de reemplazo sólo es coherente con una caída muy intensa del denominador: los ingresos de las personas de entre 50 y 59 años, que es exactamente lo que se produjo durante los años de la crisis financiera debido al fuerte incremento del paro también entre las personas de más edad y por la caída de sus salarios, lo que elevó la tasa de reemplazo sin que se produjera mejora alguna de las pensiones.
- Entre 2021 y 2023 operan dos fenómenos. Por un lado, se restablece la revalorización de las pensiones con la inflación, eliminada en 2013, coincidiendo además con el periodo fuertemente inflacionista a partir de la invasión de Ucrania por Rusia. Y por otro, los ingresos de las personas de entre 50 y 59 años (el denominador de la tasa) se ven nuevamente mermados por la depresión de los salarios reales que se produce con mucha mayor intensidad que en otros países.
En definitiva, la mayor parte del avance de las tasas de reemplazo de las pensiones en España se ha producido por la caída de los ingresos del denominador de la tasa y no indica por lo tanto que las pensiones españolas se hayan vuelto repentinamente "muy generosas" (otros indicadores como, entre otros que se citarán más adelante, la elevada tasa de pobreza de los pensionistas españoles así lo muestran), sino que en otros países no se ha producido, al contrario que en España, con esa magnitud el fenómeno de caída de los ingresos de las personas de entre 50 y 59 años (antes de la jubilación) durante un largo periodo de años, lo que ha conducido a que la relación entre las pensiones de los ya jubilados y los ingresos de las personas cercanas a la jubilación no aumente como en nuestro caso.
Hay un segundo aspecto relacionado con la “generosidad” hacia los pensionistas que no forma parte de la medición de la tasa de reemplazo: los pensionistas de cada país reciben, además de sus pensiones, otras prestaciones que se suman a las pensiones y… estas son (igualadas por las paridades de poder de compra) mucho mayores en la mayoría de los países que en España. Por lo que una adecuada medición de esa generosidad debería considerar todas las rentas públicas que reciben.
En efecto, esas otras prestaciones dinerarias son superiores a las españolas en el promedio de la UE-27 y en la Eurozona, y mucho mayores (incluso más que las duplican), como se observa en la tabla siguiente, en ocho de los catorce países occidentales de Europa.
Por último, el supuesto “sorpasso” de la renta (corregida por las paridades de poder de compra de cada país) de los pensionistas españoles, que serían ahora un 6,4% más ricos que los europeos, es un dato que, en primer lugar, sólo responde a que la comparación se realiza con los Veintisiete países de la UE, y que la mayoría de ellos corresponde a los países del Este de Europa de nivel económico y renta por habitante muy inferior al de España. Pero, si esa comparación se realiza con los países del entorno al que verdaderamente pertenecemos en la UE (ver la siguiente tabla de la derecha), los occidentales o de la UE-15, la situación es muy diferente.
Por debajo de España en esa tabla mencionada se sitúan sólo Suecia, Dinamarca, Finlandia (todos bastante cerca de nuestro país) y Portugal y Grecia (bastante más lejos). Y por encima están Luxemburgo, Austria, Alemania, Francia, Holanda, Irlanda, Bélgica e Italia. Por lo tanto, los países que bajan la media europea y sitúan a España por encima de esta son fundamentalmente los del este de Europa.
Así, en este caso, la comparación con la media europea –y el exagerado y manipulador mensaje que pretende resaltarse: que los pensionistas españoles ya son incluso más "ricos" que los europeos– pierde su significación. Porque, más allá de ese 6,4%, en sí mismo verdaderamente trivial y seguramente puntual y cambiante, la renta mediana de los jubilados españoles sigue siendo inferior a la de la mayoría de los países de nuestro verdadero entorno.
En segundo lugar, dado que la medición se realiza en paridades de poder de compra (PPS), esto supone que los niveles de renta y de pensiones de los pensionistas de la mayoría de los países comparables de la UE (los occidentales) están muy por encima de los españoles, porque sus niveles de precios, claramente muy superiores a los españoles, hacen que la comparación, siendo adecuada para expresar teóricamente niveles de consumo, no indique expresamente niveles superiores de las pensiones españolas.
Además, la proporción de la renta en todos estos países (salvo Irlanda) se compone en mayor proporción de pensiones que en España. Las pensiones son, así, más importantes (tienen más peso) para explicar su mayor nivel de renta.
Por otro lado, se ofrece (tabla izquierda) la medición exclusivamente del conjunto de las pensiones (asimismo en paridades de poder de compra) por habitante, tanto contributivas como mínimas y no contributivas, pero sin contar con otras fuentes de renta distintas de las pensiones y no vinculadas con ellas, y en términos medios y no de renta mediana. Porque esta última supone una medición que, por una parte, no incluye a las pensiones más altas de los países, y por otro, deja fuera esas otras fuentes de renta que pueden distorsionar la comparación de las pensiones.
Con esta nueva medición se obtienen los datos comparados directos de las pensiones en el conjunto de los países considerados. Los resultados son evidentes: las pensiones en España se encuentran en el penúltimo lugar, sólo por encima de Irlanda, y netamente inferiores incluso a la media de los Veintisiete.
La formación contribuye a prolongar la vida activa de los trabajadores sénior, sin embargo, la tasa de actividad de los mayores de 65 en España apenas llega al 3,7%, frente a la media europea del 6,6%.
Nuevamente, nos encontramos con un dato que ofrece una idea equívoca de la situación de los mayores, es decir, de las personas pertenecientes al grupo de edad de la jubilación.
En realidad, los datos muestran que las tasas de actividad de los mayores de 65 años son muy similares a las de la media de los europeos. Veámoslo analizando el inverso de esas tasas. Los inactivos con más de 65 años son en España el 96,3%, y en la UE el 93,4%, la diferencia no llega ni a tres puntos porcentuales. En ambos casos, nueve de cada diez personas en edad de jubilación son inactivas, precisamente porque –como resulta muy lógico– han terminado su etapa laboral y han pasado a ser pensionistas.
¿Qué se pretende decir destacando unas diferencias tan absolutamente irrisorias: que menos de tres de cada cien europeos mayores son laboralmente más activos que los españoles… quizá nuevamente porque las pensiones en España se consideran demasiado elevadas y generosas? Nada de esto tiene ni sentido ni relevancia.
La afirmación anterior respecto a la supuestamente menor tasa de actividad de los pensionistas en España se conjuga en los medios con otro dato. A saber: que la tasa de Ninis (aquellas personas sin empleo que ni estudian ni trabajan) se eleva hasta el 38,1% en el colectivo de 55 a 64 años, edades previas al momento de la jubilación, y se dispara al 90,4% en el caso de los mayores de entre 65 y 74 años, siendo en ambos casos muy superior a la de los jóvenes.
Como ya se ha dicho, parece bastante lógico que eso suceda en el caso de los mayores de 65 años que precisamente han llegado al momento de su jubilación. No se atisba a entender cuál puede ser el interés y el sentido de comparar de forma bastante sensacionalista (se “dispara” hasta el 90,4%, dicen las noticias publicadas) a las personas mayores, ya retiradas y por lo tanto con toda lógica inactivas, con los jóvenes que están en la edad de trabajar y obtener formación y empleo.
La comparación entre la proporción de ninis en los jóvenes y las personas en la misma situación con edades previas a la jubilación (55 a 64 años) merece, sin embargo, un comentario aparte.
Las personas mayores de 55 años que han sido expulsadas del mercado de trabajo no tienen apenas ninguna oportunidad en España de conseguir un empleo. Porque son mayoritariamente de baja formación y empleos poco cualificados, porque en las empresas opera claramente un “edadismo” que les margina de cualquier posibilidad de contratación, y porque finalmente (para redondear su desgracia) no cuentan con políticas de empleo que les ayuden (las Políticas Activas de Empleo son extremadamente débiles e ineficaces, y van dirigidas, en especial las de formación, a los más jóvenes y escasísimamente a los mayores, a los que se margina de las posibilidades de volver al empleo). Esta es la razón por la que, contando con subsidios de desempleo muy inferiores al SMI y al umbral de pobreza, parezca que estas personas se han desentendido del empleo cuando nada de eso es cierto en la inmensa mayoría de los casos: han sido rechazados y abandonados.
Pero, como nos temíamos más arriba, todo esto (al igual que antes el asunto de la baja actividad de las personas jubiladas) termina por atribuirse a la supuesta generosidad de las pensiones, verdadero objetivo que pretenden transmitir las noticias publicadas: “unas pensiones relativamente generosas respecto al salario, con una pensión mediana próxima al 80% del salario mediano de los mayores en España frente a menos del 60% para la media EU-27” son las causas imputadas.
En conclusión
Un estudio amplio e interesante sobre la situación de los mayores en España en comparación con los europeos ha terminado por generar algunas ideas equivocadas cuando se ha pretendido demostrar que las pensiones españolas son tan en exceso generosas que los jubilados españoles ya son más ricos que los europeos, lo que además causaría problemas sobre el empleo de los mayores.
Pero, todo esto no se ajusta a la evidencia disponible como se ha ido analizando punto por punto. El resumen de todo ello permite destacar una serie de conclusiones:
- El estudio utiliza comparaciones en términos de ingresos y no de pensiones, lo que no es equivalente y no permite extraer conclusiones claras sobre estas.
- Esas comparaciones se hacen, además, con el promedio de los Veintisiete países de la UE, lastrado por un amplio conjunto de países de rentas y pensiones muy bajas (los del Este de la Unión), lo que en este caso distorsiona claramente la realidad. Si el contraste se realiza con los países de nuestro verdadero entorno, que representan mejor el contexto de desarrollo económico y social al que pertenece España, tanto las rentas de los mayores como sus pensiones están a la cola de esos países con los que debemos compararnos.
- Las comparaciones en paridades de poder de compra, descuentan las diferencias en los niveles de los precios, aproximan el poder adquisitivo, pero no pueden obviar que las pensiones españolas son muy bajas respecto a los países comparables.
- La tasa de reemplazo (en la definición de Eurostat utilizada) no demuestra una alta generosidad de las pensiones españolas, sino esencialmente la caída mucho mayor que la de los países comparables y durante muchos años de los niveles de ingresos de las personas de 50 a 59 años especialmente durante la crisis.
- Para comparar si las pensiones son o no son altas hay que añadir también las restantes prestaciones públicas que reciben las personas jubiladas, que elevan sustancialmente la pensión en muchos países, y mucho más que en España.
- Las tasas de actividad, así como las situaciones en las que las personas mayores no trabajan ni estudian, no pueden compararse con las de las generaciones más jóvenes: son momentos vitales distintos. En el caso de las personas ya jubiladas, las tasas de actividad son tan bajas como en los demás países europeos. En el de las personas mayores con edades previas a la jubilación (de 55 a 64 años), en España una proporción mucho mayor que en otros países se encuentra desempleada y marginada del empleo por la negativa de las empresas y por una absoluta falta de ayudas por parte de las políticas de empleo.
- Todas estas situaciones nada tienen que ver con una supuesta generosidad de las pensiones. Primero, porque para las personas ya jubiladas la situación española no es diferente de la de los restantes países europeos. Y segundo, porque poco pueden influir las pensiones sobre personas que no han alcanzado la edad de jubilación.