Juan Manuel Sánchez Quinzá-Torroja
Opinión

PIB vs. desarrollo sostenible

Juan Manuel Sánchez Quinzá-Torroja

Jueves 26 de octubre de 2023

6 minutos

PIB vs. desarrollo sostenible

Jueves 26 de octubre de 2023

6 minutos

El Producto Interior Bruto (PIB) se ha convertido en el indicador más utilizado para medir la riqueza de los países, el crecimiento económico de los mismos, y su bienestar. Sin embargo, durante los últimos años estamos asistiendo a la comprobación de que el futuro de la Tierra pasa por el desarrollo sostenible y como veremos a continuación ambos conceptos son contradictorios, y el futuro pasa por consumir menos y mejor, es decir pasa por un “apagón del capitalismo”. 

El PIB

Hasta mediados de los años 30 del siglo XX no existía ningún indicador que permitiese medir la situación económica de un país. Ante este vacío el economista ruso-americano Simón Kuznets, inventor de la Contabilidad Nacional fue comisionado por el Congreso de EEUU para buscar una medida que midiera la actividad económica en un solo número, lo que le sirvió al presidente Roosevelt para diseñar y aplicar la “New Deal” y sacar a EEUU. de la Gran Depresión derivada de la crisis de 1929. Por estos estudios se le otorgo en 1971 el Premio Nobel de Economía, aunque él mismo fue muy crítico con esta medida al decir que estaba limitada a la hora de estudiar el bienestar. A partir de la Gran Recesión de 2008 el PIB como medida ha sido puesta en tela de juicio. 

Pero, ¿qué es el PIB? El PIB representa el valor de todos los bienes y servicios finales (no se incluyen los bienes intermedios) producidos durante un periodo de tiempo determinado, generalmente un año (aunque puede ser trimestral, semestral, etc). El PIB es muy útil para medir la producción de una economía por sí misma de forma aislada, pero no es nada adecuado para medir el bienestar económico de la población o su desarrollo. Utilizar el PIB. para estudiar el bienestar seria como utilizar los kilómetros para medir el amor. 

Las principales criticas que se hacen al PIB como indicador de bienestar son las siguientes: 

- No tiene en cuenta externalidades positivas y negativas que influyen en el valor económico, como el futuro agotamiento de una mina o la destrucción de la masa forestal en la producción de madera. 

- Excluye operaciones que no son consecuencia de una contraprestación monetaria, como el autoconsumo, las labores del hogar hechas por la propia familia, la atención a los familiares dependientes, el voluntariado en ONG’s o las actividades benéficas no remuneradas. 

- No discrimina el tipo de gasto, como los gastos de sanidad o educación de los militares o suntuarios. 

- Utiliza solo valores contables, prescindiendo de valores sanitarios, ecológicos de producción, las desigualdades en la distribución de la renta y la riqueza, las desigualdades de género, etc. Un ejemplo de esto sería que el dar el pecho a un hijo por una madre no tiene impacto en el PIB y, en cambio, la leche en polvo para lactantes sí, de manera que se esta incentivando su consumo, cuando la lactancia materna es más beneficiosa para la salud tanto de la madre como del hijo. 

- Desde el año 2014 se incluye una estimación de la economía sumergida en un porcentaje arbitrario que ha sembrado cierta controversia con respecto a su precisión. No se incluye en cambio la economía ilegal como el tráfico de drogas, que mueve tanto dinero en las zonas donde se desarrolla. 

- En el caso de un producto que produzca contaminación y que posteriormente haya que descontaminar mediante otro proceso se contabiliza dos veces como procesos económicos diferentes, cuando el resultado global es nulo, y sin embargo, suman los dos en el PIB. 

- Tampoco mide la calidad de los bienes y servicios producidos (como los servicios digitales). 

- Ignora el valor de los elementos que contribuyen a mantener el nivel de bienestar de la población, como el ocio o la libertad. 

Por tanto, vemos que al PIB le gusta la contaminación, el delito, las guerras (la industria armamentística es una gran fuente de ingresos), por lo que el indicador más importante de la economía adolece de graves deficiencias, tanto para las actividades que suman (es indiferente si la actividad es dañina) como por las que deja fuera, como los servicios digitales no tangibles. Además, tampoco contempla la calidad, el bienestar, ni la distribución de la renta. 

¿Existe entonces una alternativa para medir el bienestar? Si, actualmente se esta proponiendo como medida para medir el bienestar el denominado Índice de Desarrollo Humano (IDH), que elabora la ONU todos los años y que tiene en cuenta la esperanza de vida, la salud, la educación, y los ingresos mínimos ajustados por la desigualdad. Sin embargo, esta medida no esta teniendo demasiado éxito, ya que ni los países ni los organismos internacionales la utilizan, pese a ser más completa que el PIB. 

El desarrollo sostenible 

El desarrollo sostenible choca frontalmente con el PIB y el crecimiento infinito de la producción, ya que pretende satisfacer las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de futuras generaciones para satisfacer las necesidades. 

Los principios en los que se basa el desarrollo sostenible son el mantenimiento de los stocks de los recursos naturales y ambientales, así como la solidaridad intergeneracional. 

El concepto de desarrollo sostenible exige tres requisitos: 

- Sustitución de los recursos no renovables por los renovables. 

- Respeto a la naturaleza en la explotación de los recursos naturales. 

- El uso de los recursos debe ajustarse a su propio ciclo regenerativo. 

Para llevar a cabo este desarrollo sostenible se han propuesto entre otras medidas el PIB verde, que consiste en que las cuentas nacionales se modifiquen para introducir el deterioro de los stocks como consecuencia de la actividad económica (hay que recordar las criticas que se le hacen al PIB) 

El culto al crecimiento 

El PIB se inventó en una era de producción industrial y, por tanto, no mide nada bien los servicios. Sin embargo, nuestras economías, en un 70%-80%, son economías de servicios. Mide muy bien los bienes manufacturados (bienes físicos), pero no le da demasiada importancia a los bienes intangibles, como escuchar música (descargar música en Spotify es invisible para el PIB) 

El culto al crecimiento precisa una producción desmesurada, un consumo incesante y un aumento continuo de la población. Un ejemplo es el consumo de ropa barata altamente contaminante que nos lleva a comprar prendas sin ni siquiera usarlas o a la obsolescencia programada para que los aparatos se rompan o que se genere una sensación de que se han quedado anticuados para que la gente siga consumiendo. Nos encontramos atrapados en la rueda del hámster .

¿Crecimiento indefinido del PIB? 

Este año 2023, el día de la sobrecapacidad de la Tierra fue el 3 de agosto, fecha en la que la humanidad consumió todos los recursos generados por el planeta para todo el año, por lo que a partir de ese día y hasta el fin del año estamos consumiendo recursos de generaciones futuras. 

Según el FMI y el Banco Mundial el crecimiento económico optimo anual debería ser del 3% para mantener nuestro ritmo de vida actual, pero entonces el tamaño de la economía mundial se duplicaría en solo 24 años. No hay planeta finito que pueda absorber este crecimiento con la huella ecológica y el impacto ambiental asociado (ya no se puede esconder la crisis climática y mirar para otro lado). 

Es imposible el crecimiento económico indefinido (PIB) y la sostenibilidad ecológica a la vez, ya que lo procesos socioeconómicos siempre interactúan dentro de la biosfera y de la realidad física de la Tierra, No debemos esperar a que los avances tecnológicos y la ciencia solucionen el problema causado por un crecimiento indefinido, puesto que nunca podremos ir contra las leyes de la física y de la segunda ley de la termodinámica (no toda la energía térmica puede convertirse íntegramente en trabajo). Necesitamos un apagón del capitalismo si queremos seguir subsistiendo como especie.

Sobre el autor:

Juan Manuel Sánchez Quinzá-Torroja

Juan Manuel Sánchez Quinzá-Torroja

Juan Manuel Sánchez Quinzá-Torroja es profesor Titular del Departamento de Economía de la Universidad de La Coruña (UDC).

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