Santiago Cambero Rivero
Opinión

De abuelidad y malos abuelos

Santiago Cambero

Domingo 26 de julio de 2020

5 minutos

De abuelidad y malos abuelos

Domingo 26 de julio de 2020

5 minutos

Día de los Abuelos: "Todo lo que nos ocurre, no es lo mismo sin los nietos

La abuelidad representa una relación material y simbólica entre nietos y abuelos –principalmente, abuelas- que establecen un fuerte vínculo vital, al margen de otras reciprocidades intrafamiliares. De modo que tal abuelidad se materializa en ayudas económicas y prestaciones de servicios para el mantenimiento de hogares compuestos por jóvenes con hijos. Los efectos se observan especialmente en periodos de crisis económica y social, como los que sobrevendrán tras la crisis sanitaria del COVID-19. Así, la abuelidad incorpora estilos de crianza compartida de nietos, originando una relación estrecha entre babyboomers y postmillennial, no observados con anterioridad en Occidente.

Desde una perspectiva socio-histórica, la abuelidad supondría una vuelta a la tribu por el sentimiento de pertenencia y producción entre personas de distintas edades que conviven y comparten recursos en común. En la sociedad postmoderna se basaría en una relación solidaria entre personas con diferentes biografías, adscritas a dos etapas del ciclo de vida humano, la infancia y la vejez, como periodos de vulnerabilidad y dependencia familiar.         

El nuevo concepto de la mayorescencia

Aquellos roles tradicionales se están transformando, puesto que los abuelos y abuelas son ciudadanía activa, alejados de estereotipos edadistas, que intervienen directamente como agentes de bienestar social. Así, surge un nuevo concepto de vejez conceptualizado en el neologismo 'mayorescencia', que hace referencia a la generación del baby boom que expresa otra mirada hacia la longevidad y quienes envejecen por su capacidad de adaptación, aprendizaje y resiliencia (han pasado de una posguerra a una sociedad telemática). Se trata de una generación que lo ha ofrecido todo altruistamente, por conciencia social y responsabilidad familiar, como han demostrando en momentos críticos.

Si se pudiera cuantificar la contribución de la abuelidad al Estado de bienestar en un país familista como España, estimaríamos como el PIB y el crecimiento económico se incrementa por el trabajo doméstico de abuelas y abuelos en hogares, sin remuneración económica, ni protección social. Todo un ejemplo de práctica solidaria intergeneracional favorable al bienestar familiar mediante actividades normalizadas de economía invisible y gris, dada las canas de tantas mujeres mayores que evidencian esta forma de desigualdad de género y brecha generacional en los cuidados y tareas domésticas. 

Cambio en los modelos familiares

Por supuesto las consecuencias socio-demográficas, incluso pedagógicas, se perciben a tenor de los cambios de modelos familiares, dado el aumento de hogares monomarentales y la reducción de familias extensas. Hoy, la presencia de abuelas y abuelos a la entrada y salida de colegios es una escena habitual, a la que debemos acostumbrarnos, especialmente los docentes cuando deban informar sobre el rendimiento escolar del alumnado a estos adultos mayores. También es observable en centros de ocio infantil donde se celebran fiestas de cumpleaños y demás eventos lúdicos, a los que asisten abuelos y abuelas junto a nietos y nietas.  

Un hecho reciente de interés científico-social sería la introducción de estos adultos mayores en el ámbito de las tecnologías de la información y la comunicación por parte de nietos y nietas, dada la necesidad de manejar estas herramientas digitales para estar conectados a diario durante el periodo de confinamiento. Igualmente, estos familiares adultos transmiten otros conocimientos y habilidades, propias de otra generación, a estos menores, produciéndose un aprendizaje intergeneracional que estimula la convivencia en igualdad de personas de distintas edades.    

¿El fin de los abuelos 'canguro'?

Pero existen límites en el papel de abuelidad por limitaciones personales, además del riesgo de sobrecarga de estos abuelos “canguros”, que deben estar todo el día, o gran parte del mismo dedicadas a los más “peques” de la casa. La sobrecarga de estos cuidadores no solamente sería por la crianza compartida de menores, sino también por la atención a personas en situación de fragilidad o dependencia asociadas al envejecimiento o discapacidad. De ahí que la abuelidad pueda convertirse en superabuelidad cuando se debe atender de modo permanente y simultáneo a varias generaciones en el mismo o distinto hogar, mayoritariamente mujeres cuidadoras de personas de la Cuarta Edad y menores. Es el dilema de tantas mujeres mayores, autóctonas y extranjeras, que están paliando la escasez de recursos públicos de cuidados sociales a quienes más lo necesitan en un Estado de bienestar desmantelado por políticas de austeridad en las últimas décadas en Europa.  

Frente a estas coyunturas familiares y estatales, podría surgir un nuevo fenómeno asociado a una generación, como es mi generación X, que cuando empecemos a jubilarnos por el año 2030 no estaremos dispuestos a mencionados quehaceres domésticos. Tenemos escalas de valores y estilos de vida que distan mucho de la generación actual de jubilados, y quizás optemos por ser malos abuelos y abuelas. Un ejercicio legítimo de no-compromiso con las atenciones a otras generaciones más jóvenes, dado que nuestros intereses podrían resultar incompatibles con lo ocurrido hasta ahora en los hogares españoles. Ser malos abuelos y abuelas no puede ser sancionado, ni criticado socialmente, sino que correspondería a otra forma de entender la abuelidad a mediados del siglo XXI. Por lo pronto, feliz día abuelos y abuelos, y más que nunca en estos tiempos de edadismo y maltrato a personas mayores.


Santiago Cambero Rivero (@santiagocambero), es sociólogo y gerontólogo social, profesor de la Universidad de Extremadura

Sobre el autor:

Santiago Cambero Rivero

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Santiago Cambero Rivero es sociólogo y gerontólogo social, profesor de la Universidad de Extremadura.

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