Este plato es perfecto en cualquier época del año. En otoño e invierno se puede tomar recién hecho, bien calentito. Y en primavera y en verano se puede tomar a temperatura ambiente, y acompañado con un tomate troceado, casi como si fuera una ensalada. Una delicia, ligera, saludable pero muy completa, sobre todo cuando las acelgas están en temporada y las puedes conseguir frescas. Si no, puedes optar por un frasco de acelgas en conserva.
Limpiamos las acelgas y las partimos en trozos medianos.
Acercamos una cazuela con agua al fuego. Cuando rompa a hervir, introducimos las acelgas junto a un pellizco de sal y cocemos durante tres o cuatro minutos.
Mientras tanto, escurrimos los garbanzos y los enjuagamos bajo el chorro de agua fría para retirar todo el líquido de su conservación.
Acercamos una sartén al fuego con un chorrito de aceite de oliva virgen extra y freímos los ajos enteros, sin pelar, hasta que estén bien tostados. Los sacamos a un plato aparte y freímos por los dos lados la rebanada de pan. Cuando esté tostada, también la sacamos.
Añadimos ahora, en el mismo aceite las acelgas y los garbanzos y refreímos todo junto a fuego medio.
Añadimos el pimentón y ponemos a punto de sal y pimienta negra recién molida.
Mientras se van cocinando, pelamos los ajos fritos y los pasamos al mortero. Machacamos junto con la rebanada de pan. Cuando esté bien machacado añadimos al mortero un cucharón del agua de cocción de las acelgas y removemos, para mezcla bien el majado.
Añadimos esta mezcla a la sartén y seguimos cocinando.
Dos minutos antes de apartar del fuego añadimos el jamón picado y damos una vuelta al conjunto para que se integren todos los ingredientes y sabores.
Ahora, con el calor, esta receta se puede servir tibia, y acompañada de un tomate, partido y aliñado, así como de alguna hoja verde, de hierbabuena, que aporte frescura.
