Pilar Abellán Martínez
Sociedad
Las cabras diferencian entre el tono alegre o enfadado de la voz humana
Al igual que los animales de compañía, son sensibles a las señales emocionales humanas
Según un estudio realizado por el profesor Alan McElligott, experto en comportamientos y bienestar animal en la Universidad de la Ciudad de Hong Kong (CityUHK), es posible que las cabras hayan desarrollado la capacidad de diferenciar los cambios de tono en la voz humana y poder distinguir entre el tono alegre o enfadado.
El estudio, publicado en la revista 'Animal Behaviour' revela que debido a la larga duración de sus relaciones con los humanos, las cabras han podido desarrollar esta aptitud. Según ha explicado McElligott," indica que el ganado, al igual que los animales de compañía, es sensible a las señales emocionales humanas", según ha explicado McElligott.
El profesor y la doctora de la Universidad de Roehampton (Reino Unido), Marianne Mason, aseguran que estos resultados son "esenciales" para entender el "comportamiento" de los animales.
Ya se había investigado que las cabras pueden identificar las emociones en las expresiones faciales humanas, pero aun así es la primera vez que se demuestra que también son capaces de entender el tono de voz.
El estudio
Los investigadores hicieron que las cabras escucharan una serie de voces que expresaban tanto valencia positiva (felicidad) como negativa (enfado). Los resultados obtenidos demostraron que el 75% de las cabras miraban a la persona que hablaba durante períodos de tiempo más prolongados tras el cambio de valencia, "lo que sugiere que estas cabras habían percibido el cambio en el contenido emocional de las grabaciones de voz humana".
También hubo animales que no respondieron igual a los estímulos, los investigadores lo atribuyen a factores externos, ya que no sufrieron cambios fisiológicos ni un aumento de latido.
"Es necesario seguir investigando para comprender la importancia de la voz humana en la vida emocional y el bienestar de las cabras y otras especies domesticadas", concluye el profesor McElligott.