Como tantos otros, durante demasiados años, Damián no tuvo más remedio que adquirir la costumbre de agacharse a mirar los bajos de su coche antes de subirse en él para comprobar que no le habían puesto una bomba. "Como guardia civil me tocó la etapa más dura de ETA en el País Vasco", ha declarado a El Español este agente retirado.
Durante cuatro años vivió junto con su esposa y su hija en un edificio de Bilbao en cuyos bajos había un concesionario de automóviles que terminó saltando por los aires al explotar un artefacto colocado allí por los terroristas. Eran "los años de plomo" de la banda terrorista, tiempos muy duros, tanto como los que vive ahora Damián cuando después de visitar a diario a su hija Sara en una UCI del Hospital Santa Lucía de Cartagena donde estuvo en estado crítico tras haberse sometido a una lipoescultura hasta que falleció el pasado 1 de enero.
"Esto nos ha destrozado la vida a toda la familia: llevamos 26 días de rabia contenida, inmersos en un laberinto de emociones, con subidas y bajadas", explicaba Damián a El Español en la terraza de una cafetería de la localidad murciana de Alcantarilla días antes de que su hija falleciese. "Mi hija, Sara, no nos comunicó que iba a someterse a esta intervención con este cirujano para no preocupar ni a su madre ni a mí"., aseguraba.
Al día siguiente de ingresar en el hospital, Damián y su mujer, Felisa, pudieron visitarla y ella, siempre según El Español, les dijo: "Papá, he visto la luz al final del túnel. Me han destrozado los órganos. Al despertar vi mucha sangre y los médicos comentaban que me habían dañado los órganos. Yo quiero vivir papá, yo quiero vivir y la sedaron".
Sara, antes de someterse a la lipoescultura. Foto: Facebook
El 2 de diciembre Sara, de 39 años y con dos hijos, había ingresado en una clínica privada de Cartagena para someterse a una lipoescultura, por la que pagó 5.700 euros, a las ocho de la mañana, durante la intervención surgieron complicaciones, pero hasta las seis de la tarde no fue trasladada a la UCI del Hospital Santa Lucía.
"En ese quirófano pasó algo fuera de lo normal -asegura Damián- , a mi hija la tuvieron cinco horas en una clínica sin UCI y sin medios para atender un caso así, a pesar de que Sara, a la una y media de la tarde, ya tenía el pulso de un difunto. No entiendo por qué no la enviaron antes al hospital donde la habrían atendido de los daños que sufría. No logro entender cómo un supuesto cirujano ha podido desatorar así el interior del cuerpo de mi hija. Me dieron un historial clínico en el que parecía que mi hija se había caído de la cama del quirófano. Era muy escueto y no ofrecía explicaciones".
Según explica El Español, de las 290 negligencias médicas que ha gestionado la Asociación del Defensor del Paciente por secuelas y resultados insatisfactorios en cirugía plástica, reparadora o estética, el caso de Sara es el que mayor debate ha levantado entre la profesión.
La familia, a través de la Asociación del Defensor del Paciente, ya ha entablado actuaciones legales contra la clínica donde se realizó la operación. "Queremos justicia", declara Damián.
Según la denuncia presentada por la familia de la fallecida la causa de la muerte fueron las lesiones ocasionadas durante la lipoescultura que le realizó un médico que inició su licenciatura en Chile, siguió en Murcia y concluyó en Nápoles y que fue cirujano cardiovascular del Servicio Murciano de Salud antes de conseguir un master en medicina estética y antienvejecimiento por la Universidad Complutense de Madrid.