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El hábito frecuente de morderse las uñas, conocido como onicofagia, puede provocar importantes desórdenes bucodentales, según se advierte desde el Consejo General de Dentistas, quienes recomiendan acudir a la consulta, al menos, dos veces al año en caso de tener esta práctica para realizar una revisión y evitar patologías futuras, según informa Europa Press.
Este hábito repetitivo suele iniciarse en torno a los 4-6 años. De hecho, algunos estudios cifran su prevalencia en un 30 por ciento de los menores. El morderse las uñas, al igual que otras costumbres no saludables (succión del pulgar, por ejemplo) en estas edades, puede llegar a producir movimientos dentarios anómalos y originar una maloclusión. Además, los dientes de leche también sufren la abrasión del esmalte, al igual que los dientes permanentes.
Así, según los dentistas, los problemas bucodentales más frecuentes que pueden surgir al morderse las uñas son: desgastes y microfracturas en el esmalte de los dientes, sobre todo en los incisivos superiores; problemas en la articulación temporomandibular (ATM), como dolor y chasquidos, debido a que este hábito obliga a un adelantamiento forzado de la mandíbula; y las bacterias y demás microorganismos que se encuentran debajo de las uñas pueden originar problemas en las encías y aftas bucales de repetición.
En casos muy extremos, advierten de que si la onicofagia se asocia a otras patologías como, por ejemplo, el bruxismo, puede verse comprometida la supervivencia de algún diente. Por ello, aseguran que las personas que tienen este hábito "deben ser conscientes de los problemas bucodentales que pueden surgir si no logran controlarlo". A través de las revisiones periódicas, concluyen, "el dentista comprobará si la onicofagia ha producido algún daño en la boca del paciente y podrá ser tratado para evitar patologías más graves".