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La deportista de élite, alpinista, escaladora y espeleóloga Beatriz Flamini ha abandonado en la mañana de este viernes la cueva de Motril (Granada) en la que ha permanecido 500 días, batiendo con ello el récord mundial de permanencia en una cueva, una reto que ha llevado cabo sin contacto con el exterior ni referencias temporales de ningún tipo.
Una emocionada Flamini ha salido de la cavidad pasadas las 9,00 horas de este viernes prácticamente por su propio pie y entre aplausos. Aunque ha salido con gafas de sol, se las ha quitado antes de fundirse en un eterno abrazo con los miembros de su equipo, a los que ha agradecido todo el apoyo prestado durante el casi año y medio que ha estado aislada en esta cavidad de la Costa Tropical de Granada a 70 metros bajo tierra.
"Estáis muy guapos", les ha dicho entre risas a las personas que han estado detrás de este proyecto y que han portado mascarillas para recibirla por la seguridad de la deportista, dado que ha estado 500 días absolutamente aislada. Está previsto que sea sometida a un chequeo médico y a la supervisión de su psicóloga deportiva.
Nada más salir ha reconocido que ha sido una "experiencia insuperable" ante los amigos, curiosos, encargados del proyecto y periodistas que se encontraban esperándola fuera de la cavidad.
Todo el proceso está siendo grabado y servirá para una serie documental en la que se ha registrado su vida cotidiana bajo tierra; comidas, ejercicios, sus días malos y buenos, sus problemas y dificultades, sus dudas, los cambios en su cuerpo y su mente, la longitud de sus días y noches, su sensación de haber entrado en un bucle eterno de tiempo detenido a las cuatro de la mañana, momentos de terror y euforia.
También, la falta de memoria y concentración, alucinaciones, cambios de humor e incidentes imprevistos, asuntos todos ellos que han sido analizados desde el ámbito científico por diversos investigadores de la Universidad de Granada y la Universidad de Almería.
Pulverizando récords
Esta deportista de élite no sólo fija el récord de aislamiento subterráneo en España, que permanecía desde hace cinco décadas en 103 días, sino que también sobrepasa a la italiana Christine Lanzoni, que en 2007 pasó 269 días dentro de un laboratorio subterráneo, según explican desde la Federación Andaluza de Espeleología y Descenso de Cañones.
El resto de personas que han llevado a cabo experiencias de aislamientos en cueva los realizaban, en su mayoría, en laboratorios subterráneos, y mantenían algún tipo de comunicación directa con el exterior; en el caso del récord mundial disponía además de reloj. El reto de Flamini va más allá, y demuestra la fortaleza física y mental de esta mujer.
"Lo más importante, la coherencia"
Tras salir de la cueva, Beatriz Flamini ha explicado en una rueda de prensa que "nunca" pensó en abandonar pese a los "momentos difíciles" y para soportar este reto de condiciones extremas recurrió a lo que para ella es "lo más importante, la coherencia": "que lo que piensas, lo que sientes y lo que dices estén unidos".
Una Beatriz emocionada, lúcida y "muy satisfecha" consigo misma ha comparecido ante los medios de comunicación prácticamente dos horas después de salir de la cavidad en la que ha pasado el último año y medio de su vida, a una profundidad de 70 metros, y ha reconocido que cuando su equipo ha acudido a por ella no se esperaba que ya hubiera cumplido el reto, pues no ha sido consciente del paso del tiempo.
"Cuando he visto la luz no he sentido nada porque ha sido como si fuera hace un rato que he entrado (...) para mí sigue siendo el 21 de noviembre de 2021, no sé lo que ha pasado en el mundo, no tengo ni idea", ha relatado, explicando que aunque inicialmente intentó tomar referencias para calcular el tiempo, no pudo. "Para mí han pasado entre 160 y 170 días", ha dicho.
En este tiempo ha sufrido alucinaciones auditivas –"porque estás en silencio y el cerebro se lo inventa– y en algunos momentos pérdida de memoria a corto plazo, pero asegura que "nada de lo que hay escrito" respecto a los riesgos de una experiencia tan extrema como esta le han sucedido.
Leer, escribir, pintar, tejer son algunas de las cosas en las que se ha afanado para pasar el tiempo, si bien recalca que ha "sacado la fuerza del aquí y el ahora", y que se ha centrado en las "sensaciones del cuerpo" para decidir cuándo comer, beber o dormir pues nunca sabía si era de día o de noche, ya que a la cueva no entraba luz solar.
Momentos complicados
Preguntada por el momento más complicado, sostiene que ha tenido una combinación de "momentos difíciles y otros muy bonitos", si bien "hubo un día" en el que estuvo "a punto de perder el control" a raíz de una "invasión de moscas". "Entraron, pusieron larvas, yo no lo controlé y de repente me vi envuelta en moscas (...) fue complicado sobre todo por salubridad".
Beatriz no puso condiciones a su incomunicación con el resto del mundo y, de hecho, ha sido durante la rueda de prensa cuando, a través de un comentario de uno periodista, ha sabido de la existencia de una guerra en Ucrania. Afirma que ha echado de menos "a todo el mundo", los abrazos y el contacto con otras personas --lleva un año y medio sin hablar con nadie--.
Ha incidido en que es deportista extrema y sería capaz de volver a afrontar un reto de estas características, en una cueva, pero "no sería de la misma manera, estando parada" sino "con otro proyecto, otra historia que –según ha reconocido-– ya tiene proyectada, aunque ha preferido no avanzar detalles.
Comida y agua
Durante esta aventura, un equipo de espeleólogos preparó la cueva, donde principalmente se acometió la instalación de agua, luz y el sistema para ascender y descender por ella de forma segura.
Los miembros de este equipo externo elaboraron un plan de emergencias ante posibles incidentes y durante el aislamiento de la deportista han velado por su seguridad, controlando su estado de salud a través de los pasos por las cámaras de vigilancia y las tarjetas de vídeo y notas que entregaba en un punto concreto y que hacían llegar principalmente a la psicóloga e investigadores.
También le han suministrado alimentos y el agua a través de intercambios que se realizaban en un punto intermedio de la cavidad donde no es posible cruzarse ni mantener comunicación. Han sido necesarios una tonelada y media de material y alimentos para esta experiencia; y se han consumido 1.000 litros de agua. Beatriz ha leído 60 libros.