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Los mayores españoles, con la moral hundida: 2 años de Covid y ahora vuelve el fantasma de la guerra

Pablo Recio / Javier Anula

Miércoles 2 de marzo de 2022

ACTUALIZADO : Jueves 17 de marzo de 2022 a las 17:02 H

7 minutos

La incertidumbre aumenta la depresión y la ansiedad, pero existen herramientas para combatirla

Los mayores españoles, con la moral hundida: 2 años de Covid y ahora vuelve el fantasma de la guerra
Pablo Recio / Javier Anula

Miércoles 2 de marzo de 2022

7 minutos

La guerra en el Este de Europa tiene y tendrá probablemente consecuencias también en España. Y no sólo económicas, también afecta y afectará a la salud mental de la población, gran parte de la cual aún no ha terminado de salir del aislamiento provocado por la pandemia y sigue presa del miedo al virus.

Eso sí, esta situación no afecta a todo el mundo por igual. En concreto, uno de los grupos que más sufre este tipo de desajuste emocional provocado por un contexto incierto es el de los mayores, los más castigados por la pandemia y los que, probablemente, ahora puedan estar mirando con estupor las consecuencias de esta reestructuración de bloques a nivel global. 

Y es que, para este colectivo, al miedo y a la incertidumbre por el presente se le suma el trauma del pasado: las generaciones más mayores vivieron la Guerra Fría y las amenazas de uno u otro bando les son conocidas, así como la retórica belicista. 

"Los mayores de hoy no hemos vivido la guerra mundial, porque España era neutral, pero sí el sufrimiento de los países que vivieron esa contienda y eso ha afectado en nuestra psicología", apunta el presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (@CEOMA_ong), Juan Manuel Martínez. 

"Esta situación parece que se fue olvidando, pero ahora se ha recrudecido, con la invasión rusa de Ucrania. La historia pesa. Y los muy mayores han vivido la guerra civil. Además, cuando oyes la palabra alerta máxima en la que se habla de amenaza nuclear, pues hombre, los mayores pensamos en lo que hemos vivido y nos afecta desde el punto de vista psicológico", argumenta. 

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"Y no sólo eso. Pensamos también en nuestros hijos y nietos y en que se acabe el mundo: aunque se hiciese un ataque a pequeña escala significa la destrucción. Así que a la persona mayor le influye mucho. Todo le recuerda lo vivido y además se desconoce qué pasaría en una catástrofe de estas categorías, sólo se sabe lo que pasó en Chernobil", advierte. 

Y lo mismo piensa el mayor en la calle, que se muestra angustiado con la situación y ciertamente impotente, como con todo conflicto entre estados. 

Una aproximación sociológica

No obstante, la premio nacional de Sociología y Ciencia Política, María Ángeles Durán, cree que otras generaciones, como los jóvenes, están viviendo peor esta situación que gran parte de los séniors, aunque algunos más mayores, como los que vivieron la Guerra Civil, seguramente también estén sintiendo especialmente la incertidumbre de no saber qué va a pasar en los próximos días. 

Así, la socióloga cuenta a 65YMÁS que, por lo que ha podido ver en su entorno cercano, las personas de más edad se muestran más partidarias de acabar con la guerra y sienten más el impacto de este escenario internacional cambiante y agresivo para la población civil. 

Con todo, matiza la experta, al margen de los más mayores, el resto ve con más "tranquilidad" la situación, puesto que están menos conectados "en red" que las personas jóvenes. 

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Cómo combatir el miedo

"Las personas mayores siguen siendo las más afectadas por la pandemia, directa e indirectamente. Son los que menos han podido volver a la 'normalidad'. Además, son el grupo en el que ese miedo al contagio y a salir de casa y participar en actividades sociales puede estar presente en mayor frecuencia e intensidad. A este gran evento estresante, que debido a la duración en el tiempo, se ha convertido en crónico, hay que sumarle los eventos vitales que aparecen a medida que nos hacemos mayores y por si eso no fuera suficiente, le sumamos la Filomena que pasamos, el precio de la electricidad, el gas y el combustible, el aumento del precio de la cesta de la compra y ahora la guerra en Ucrania. Ciertamente, la suma de los eventos puede influir negativamente en la salud mental y física, especialmente si se carece de recursos para afrontarla", explica la psicóloga, profesora titular Universidad CEU San Pablo y experta en gerontología, Gema Pérez.

A pesar de todo, esto no tiene por qué significar que este grupo de edad sea menos capaz de afrontar situaciones inciertas. "Respecto al envejecimiento, existen dos perspectivas. Una es biomédica, la tradicional, basada en las pérdidas, la dependencia y la enfermedad, que mostraría esos efectos negativos de los estresores. Pero también podemos partir de una diferente, una aproximación basada en fortalezas. Es decir, aquellos que llegan a mayores, o muy mayores, no sólo son los más fuertes a nivel físico sino también psicológicamente. Desde esta última perspectiva, veríamos cómo hay muchas personas que, a pesar de las circunstancias, no sólo afrontan adecuadamente las situaciones, sino que incluso salen fortalecidos. Justamente, es lo que hemos visto en nuestro estudio, estos grupos de edad presentan fortalezas como la resiliencia, la gratitud, la aceptación y el funcionamiento familiar que actúan como factores de protección para la depresión y la ansiedad, favoreciendo el bienestar psicológico".

No obstante, Pérez entiende que para vivir correctamente en un entorno donde reina la incertidumbre hacen falta una serie de herramientas indispensables como hábitos saludables, estar ocupado y participar socialmente. 

Además, la psicóloga propone "el fomento y promoción del autocuidado, que es fundamental para mantener una buena salud física y psicológica. En segundo lugar, una buena gestión de las emociones a través de la regulación emocional y de la validación de las emociones, así como la aceptación de que en la vida hay cosas que podemos controlar y otras no y centrarse en lo que se puede manejar. En tercer lugar, el manejo de las preocupaciones, especialmente las preocupaciones hipotéticas que conducen a un bucle del que es muy difícil salir. Y finalmente, a través de la creación de redes sociales de calidad y previniendo la aparición de la soledad y el aislamiento social", enumera.

A pesar de todo, puntualiza, estos acontecimientos no afectan igual a las personas mayores en su conjunto, es decir, depende de cómo sea cada uno y también de la edad –es diferente tener 65 años que 95–.

"Evidentemente la edad es un factor de riesgo ampliamente reconocido en relación a la salud física y psicológica, de manera que a medida que se incrementa la edad, también lo hace el riesgo de la aparición de dificultades. No obstante, la relación entre la edad y la enfermedad no es casual, se trata de un factor más, además de otros factores personales y contextuales. De ahí la importancia de no atribuir todo a la edad ya que estaríamos en riesgo de ser paternalistas, sobreprotectores con las personas mayores. Lo fundamental es la evaluación individual, integral y personalizada de cada persona para analizar la situación en la que se encuentra, los recursos de los que dispone y las estrategias más adecuadas en su caso", señala. 

Sobre el autor:

Pablo Recio / Javier Anula