
Tres de cada cuatro mensajes sobre la DANA fueron falsos y agravaron la emergencia
"Si no se actúa bien, la próxima emergencia no solo será climática, sino también informativa"

Tres de cada cuatro bulos difundidos tras la trágica Dana de Valencia fueron contenidos falsos creados intencionadamente para engañar y la gran mayoría --en torno al 75%-- se esparcieron por redes como X, Instagram o WhatsApp. La mayoría de estos mensajes falsos tenían una fuerte carga emocional, diseñada para generar indignación, miedo o rechazo hacia las instituciones.
Estas son algunas de las principales conclusiones que recoge un reciente estudio --en el que participa la Universitat Politécnica de València (UPV) y la VIU--, que analiza en profundidad cómo esta desinformación condicionó la percepción pública de la tragedia y dificultó la respuesta institucional.
Durante las semanas posteriores a la devastadora barrancada que azotó la provincia de Valencia en octubre de 2024, no solo se enfrentaron las autoridades a una emergencia climática sin precedentes, sino también a una crisis informativa marcada por la proliferación de bulos, teorías conspirativas y noticias falsas, subraya la politécnica valenciana.
La investigación ha sido realizada el profesor Germán Llorca-Abad, profesor titular del departamento de Comunicación Audiovisual, Documentación e Historia del Arte de la Universitat Politècnica de València, en colaboración con el profesor Alberto E. López Carrión, de la Universidad Internacional de Valencia (VIU) y ha sido publicada en la Revista Mediterránea de Comunicación.
Los autores analizaron un total de 185 noticias publicadas entre el 28 de octubre y el 17 de noviembre de 2024 en los diarios nacionales y locales con más audiencia, en las que identificaron 192 bulos que circularon durante el período crítico de la catástrofe.

Entre los casos más destacados figura el bulo sobre el aparcamiento del centro comercial Bonaire, en Aldaia, donde se afirmaba falsamente que cientos de cadáveres yacían en vehículos sumergidos. Esta desinformación fue impulsada por influencers y personajes mediáticos, y tuvo un gran eco en plataformas como Instagram o TikTok.
También proliferaron narrativas conspirativas que culpaban al Gobierno de destruir presas "construidas por el franquismo", o que acusaban a la Aemet de ocultar información sobre las lluvias.
Según el estudio, tres de cada cuatro bulos fueron contenidos falsos creados intencionadamente para engañar, y el 75% se difundieron por redes sociales abiertas o cerradas como X, Instagram o WhatsApp.
"La mayoría de los contenidos tenían una fuerte carga emocional, diseñada para generar indignación, miedo o rechazo hacia las instituciones", señala Germán Llorca. En algunos casos, estas falsedades procedieron incluso de periodistas o colaboraciones en programas de televisión.
Entornos periodísticos profesionales
Llama la atención que el análisis revela que el 28% de los bulos se originaron o difundieron desde entornos periodísticos profesionales, lo que plantea "serias dudas sobre los filtros editoriales en contextos de crisis", advierten.
Pese a ello, los autores también destacan el papel de algunos medios que sí contribuyeron a desmentir falsedades, así como el trabajo de plataformas de verificación como Maldita.es, Newtral o VerificaRTVE.
"Diagonalismo"
Uno de los aportes más innovadores del estudio es la aplicación del concepto de "diagonalismo", una estrategia comunicativa que, según los investigadores, fue especialmente visible en esta crisis.
Esta corriente combina discursos de extrema derecha con mensajes tradicionalmente vinculados a la izquierda, como la crítica al poder institucional o a las élites. El objetivo: conectar con el malestar ciudadano desde múltiples ángulos ideológicos y aprovechar la incertidumbre para reforzar narrativas de desconfianza.
Durante la dana, esta estrategia se tradujo en ataques al Gobierno, a organismos científicos y a ONG como Cáritas o Cruz Roja. "En situaciones de catástrofe, el descrédito de las instituciones es aprovechado para sembrar el caos informativo y movilizar políticamente a ciertos sectores", explica Alberto López-Carrión.
Además, los algoritmos de las redes sociales --que priorizan los contenidos más virales, no necesariamente los más veraces-- amplificaron estos mensajes, favoreciendo su rápida expansión.
"Las emociones extremas, como la indignación o el miedo, son las que más interacción generan. Y los bulos apelan precisamente a esas emociones", exponen los autores.
El estudio concluye con un mensaje claro: es urgente reforzar la alfabetización mediática de la ciudadanía, mejorar los mecanismos institucionales de respuesta informativa y exigir mayor transparencia y responsabilidad a las plataformas digitales.
Aunque el Gobierno activó perfiles oficiales en redes sociales para combatir la desinformación, estos esfuerzos llegaron tarde y tuvieron un alcance limitado. Los investigadores recomiendan protocolos ágiles de comunicación en emergencias, así como alianzas más efectivas entre instituciones públicas, medios de comunicación y organismos de verificación.
"Combatir los bulos no es solo una cuestión de verdad, es también una cuestión de salud pública y cohesión social", sostienen López-Carrión y Llorca-Abad. Y avisan: "Si no se actúa con decisión, la próxima emergencia no solo será climática, sino también informativa".