Música

'Jim Morrison. Cuando acabe la música apaga las luces', la biografía del cantante de The Doors

Antonio Castillejo

Martes 1 de junio de 2021

10 minutos

El 3 de julio se cumplen 50 años de su desaparición en París envuelta en el más profundo misterio

'Jim Morrison. Cuando acabe la música apaga las luces', la biografía del cantante de The Doors
Antonio Castillejo

Martes 1 de junio de 2021

10 minutos

El próximo 2 de junio llega a las librerías la biografía de Jim Morrison, líder de los Doors, el cuarteto de Los Ángeles que revolucionó la historia de la música, coincidiendo con que el  3 de julio de 2021 se cumplen 50 años de su desaparición en París, hay quien habla de 'supuesta muerte', envuelta en el más profundo misterio.

Con el título de 'Jim Morrison. Cuando acabe la música apaga las luces' (Libros Cúpula), el poeta, traductor, biógrafo y ensayista Alberto Manzano, celebra la vida del músicopoeta y cantante de los Doors, cuya obra, filosófica, esotérica y transgresora, inmersa en el ardor de la contracultura norteamericana y los estertores del hipismo, trató de liberar a la gente de su limitado modo de ver y sentir la vida a finales de los años 60.

The Doors fue uno de los grupos más importantes e influyentes de la historia del rock, la primera banda norteamericana que consiguió cinco discos de oro consecutivos. Jim Morrison fue un poeta y artista de excepcional personalidad, provocador y controvertido. Murió a los 27 años, pasando a formar parte del tristemente famoso Club de los 27, vidas fugaces pero extraordinarias, del que también forman parte Jimi Hendrix, Janis Joplin, Kurt Cobain, Robert Johnson, Brian Jones y Amy Winehouse, todos fallecidos prematuramente a esa edad.

Jim Morrison. Foto: Libros Cúpula

La vida del 'Rey Lagarto'

Jim Morrison fue mucho más que el vocalista de los míticos The Doors. Con su personalidad excepcional y sus actuaciones únicas, es considerado por los críticos y admiradores como como un icono de la rebeldía y la contracultura juvenil.

Las circunstancias dramáticas que rodearon su muerte le convirtieron en una leyenda. Conocido como “El Rey Lagarto” (The Lizard King), Morrison fue un personaje siempre controvertido, y su banda potenció desde sus inicios, en 1966, una reputación de actuaciones siempre impredecibles.

Morrison tuvo sonados encontronazos con la justicia americana, sobre todo en marzo de 1969, cuando fue arrestado por una supuesta exhibición de sus 'partes íntimas' en un concierto en Miami. El incidente desprestigió a la banda, obligándoles a suspender muchos conciertos y gastar una astronómica cantidad de dinero en abogados.

The Doors fueron 'perseguidos' por todo el país y acusados de pervertir a los jóvenes, pero aun así, el grupo regresó a los escenarios para presentar su quinto álbum, Morrison Hotel, donde volvieron a mostrar la cara más 'salvaje' de The Doors.

Con los juicios pendientes y ante el riesgo de ser condenado a prisión, en 1971 Morrison decidió abandonar la música, refugiarse en París y dedicarse por completo a su verdadera vocación: la poesía. Escribió tres poemarios: The Lords, The New Creatures y An American Prayer.

Su muerte, o 'desaparición', estuvo rodeada de un absoluto misterio: supuestamente, el cuerpo de Morrison fue encontrado en la bañera de su piso en París por su'compañera cósmica', Pamela Courson. El médico que firmó el acta de defunción declararía que la causa de la muerte había sido un parocardíaco, pero hay versiones que hablan de suicidio o asesinato, aunque la versión más aceptada es que fue debido a una sobredosis de heroína.

Nadie, excepto Pamela, pudo ver el cadáver, lo cual alimentó el misterio. En cualquier caso, su tumba en el cementerio de Père-Lachaise es uno de los lugares más visitados de París.

Música que suena en la cabeza

Aunque lo que estaba a punto de ocurrirle no estuviera preconcebido en su ideario, Jim era consciente de que la música que sonaba dentro de su cabeza le estaba pidiendo salir: "Creo que la música vino a mi mente antes que nada, y entonces me inventaba una letra que encajara con la melodía, algún tipo de sonido. Podía escucharlo, pero, al no poder anotarlo musicalmente, la única forma de recordarlo era poniéndole letra. Y muchas veces terminaba la letra y ya no me acordaba de la melodía".

Y es que Jim no tocaba ningún instrumento, pero tenía una gran facilidad para componer melodías, que cantaba con su tosca voz. Sin embargo, una vez escritas las canciones, Morrison tenía que cantarlas. O explotaría. Su mente era una especie de olla a presión.

Su oportunidad llegó cuando se encontró con Ray Manzarek paseando por la playa de Venice. Parece serque la conversación fue la siguiente:

–¡Eh, tío!

–Hola, Ray, ¿cómo te va?

–Bien. Creía que te habías ido a Nueva York.

–No, me he quedado por aquí. Estoy viviendo con Dennis (Jacobs). Estoy escribiendo.

–¿Escribiendo? ¿Qué escribes?

–Nada del otro mundo –dijo Jim–. Unas canciones.

–¿Canciones? –preguntó Ray–. Me gustaría oírlas.

Con los ojos completamente cerrados, Jim se recogió en sí mismo, y, balanceando su delgado cuerpo como la vela de una barca arrullada por el oleaje mientras dejaba caer arena entre sus dedos, empezó a cantar la primera estrofa de Moonlight Drive.

Las palabras salían lentas y cautelosas. "Nademos hasta la luna. Subamos por la marea. Penetremos la noche que la ciudad adormece para esconder. Es fácil amarte cuando miro cómo te deslizas, cayendo entre húmedos bosques. En nuestro paseo a la luz de la luna (Moonlight Drive)"

Cuando hubo terminado Ray dijo: "Es la letra más increíble que he oído en mi puta vida. ¿Por qué no montamos un grupo de rock’n’roll y ganamos un millón de dólares?". "Exacto –contestó Jim–. Es lo que he estado pensando todo este tiempo".

The Doors. Foto Wikipedia
The Doors

Queremos el mundo y lo queremos ya

Aprendizaje directo en los clubes. No hay trampa ni cartón. Y Morrison, sin haber sido nunca uno de esos aficionados que pululan por las bandas, se ha convertido, de la noche a la mañana, en un cantante de rock, o, lo que sería más correcto, un cantante de talking blues , blues hablado.

Pero Morrison aún no las tiene todas consigo. Canta de espaldas al público, de cara a los músicos, engullendo los sutiles punteos de la guitarra Gibson de Krieger, la monótona finura jazzística de la batería de Densmore, el piano eléctrico-bajo, casi eclesiástico, de Manzarek, intentando crear entre todos un ensamblaje de banda, una cohesión de unidad sin fisuras, o, en palabras de Ray, "para concentrarnos interiormente y dirigir la energía, desarrollar una 'mente común'" .

Después de varios meses ensayando a diario, y ahora tocando en directo, los Doors estaban empezando a conocer las posibilidades musicales de cada uno de ellos, empezando a acercarse a la perfección de la estructura musical del conjunto. Y Morrison no era precisamente una comparsa, sin ser músico, no solo era el creador de las melodías, sino 'la voz cantante'.

"La música de los Doors intenta devolver el orden al caos que yo traigo con las palabras –diría–. Porque la poesía está muy cerca de la música, y, cuando escribes un poema, tienes que estar en un estado mental que es el mismo al que te lleva la música, con esa cualidad hipnótica que te deja libre para improvisar, que deja al subconsciente expresarse hasta donde quiera ir. La música me da una seguridad que hace que me exprese más fácilmente". 

Morrison cantaba con una voz ronca, entre tenor y barítono, pero sensual, era una especie de rapsoda carismático. Por supuesto, todos habían consumido ácido antes de las nactuaciones, pero Jim, además, lleva los bolsillos repletos de amobarbital, un barbitúrico que distorsiona la percepción sensorial.

El propietario del London Fog no tarda en hartarse de la jerga que utiliza Morrison y decide echar a aquella pandilla de "colgados". Sin embargo, Ronnie Haran, la programadora del club más importante de Los Ángeles, el Whiskey A Go Go, les propone que hagan de teloneros para los cabezas de cartel de la sala, Them, Turtles, The Animals, Buffalo Springfield, Captain Beefheart... la noche de los lunes.

Una banda subversiva

En pleno movimiento hippie, los Doors eran un extraño híbrido de padres desconocidos, de vocación marginal e intelectualismo teatral, que no tenían nada que ver con el incienso, las flores y la 'hierbabuena', y se caracterizaban por un sonido próximo al blues-rock, en las antípodas de grupos británicos como los Rolling Stones o los Cream de Clapton, Baker y Bruce, quizá con cierto paralelismo remoto al blues pantanoso de Creedence Clearwater Revival, representantes de la posibilidad comercial de lo primitivo enraizado en los cimientos del rock’n’roll.

Pero, definitivamente, los Doors eran otra cosa. Por otro lado, si para estar 'en la onda' de los cielos de mermelada de San Francisco debías situarte al margen, ser un hippie, para entender a los Doors no era necesario ningún tipo de militancia, pues su música se basaba simplemente en el blues, y su revisión hacia el rhythm’n’blues.

Y, aunque el blues urbano pronto iba a marcar a casi la totalidad de los grupos de rock de los años sesenta, si algo singularizaba a los Doors era su espíritu transgresor, desesperado y puramente doliente, propio del sufrimiento de la raza negra esclavizada, una especie de detonante que los convertía en una banda subversiva.

Para estar con ellos, solo debías colocarte en la cara oculta, invisible, desconocida, 'negra', de la luna, y, curiosamente, frente a los luminosos parámetros paradisíacos que circundaban a los Doors, en pocas semanas, su álbum de debut, The Doors, sorprendía a propios y extraños, alcanzando el número 2 en las listas de éxito.

Fue el principio de nuna discografía tan breve como imprescindible. Aquel mismo año, 1967, publicaron Strange Days. Al año siguiente Waiting for the sun. En el 69 The soft parade. El monumental Morrison Hotel llego en 1970 y un año después L.A. woman.

Conciertos y disturbios

Los fans sabían lo que debían esperar de un concierto de los Doors: disturbios y trascendencia. Y si eso no ocurría, por lo menos tendrían la oportunidad de ver al Rey Lagarto actuando como solo él sabía.

Los Doors ofrecían un espectáculo único, estrafalario, nunca visto. Pero, para Morrison, cuanto más claro resultaba que sus letras y la música eran lo de menos para sus seguidores, más estallaba su frustración dentro y fuera del escenario.

Se había cansado de las expectativas de su público. Los Doors se habían convertido en algo más grande que la vida misma, y su relación con el público se estaba volviendo menos realista en cada nuevo concierto. Ya no eran solo un grupo de rock, eran, sobre todo, un espectáculo sexual. El desprecio solo había servido para añadir un espectáculo accesorio a la atracción principal.

En 1969, los Doors eran el grupo de rock más importante en Norteamérica. Se negaban a actuar en locales con un aforo menor de diez mil personas y cobraban 35.000 dólares por noche.

Jim Morrison y Pamela. Foto: Editorial Cúpula
Jim Morrison y su novia, Pamela

La misteriosa muerte de Jim Morrison

Era el primer día de julio y el calor en París resultaba infernal. Jim no tenía un buen día. De hecho, había vuelto a caer en un abismo de terrible desánimo. Llevaba mucho tiempo bebiendo y ahora intentaba dejarlo de una vez por todas.

Estaba hundido en la silla frente a la mesa del comedor, esperando que le llegara la inspiración para escribir algo que hiciera honor a su fama, pero la musa no aparecía. Estaba muy deprimido, y Pamela asustada.

El viernes por la noche, 2 de julio, salieron a cenar con Alan Ronay a una terraza cerca del piso. Pero Jim no quería que nadie cargara con su depresión, y permaneció callado durante toda la cena.

Unas horas después acompañó a Pamela a casa y se fue solo a ver una película. Adónde fue Jim después del cine, o si llegó a ir al cine, son meras especulaciones. Las diferentes versiones de esa noche están llenas de contradicciones.

Algunos dicen que se fue al club Rock’n’Roll Circus, donde consiguió algo de heroína y se inyectó una sobredosis en el lavabo del club. Pero esto es algo poco probable dado que Morrison nunca se pinchaba debido a su miedo a las agujas, aunque sí esnifaba caballo. En cualquier caso, los partidarios de esta versión mantienen que, ya cadáver, lo sacaron por la puerta trasera y lo dejaron en su piso, dentro de la bañera.

Otra versión dice que Jim dejó a Alan y a Pamela en el piso y se fue directamente al aeropuerto, donde le vieron subir a un avión, con rumbo desconocido.

Aunque también pudo ir a ver la película y después volviese al piso, donde se sintió indispuesto y le dijo a Pamela que iba a darse un baño. Esta es la versión más extendida.

Pero, pasara lo que pasara aquel viernes por la noche, lo cierto es que el lunes, 5 de julio, empezaron a circular rumores de que Jim había muerto. El miércoles por la tarde, cinco días después del supuesto fallecimiento, el ataúd fue enterrado en Père Lachaise, el cementerio que Jim había visitado para ver las tumbas de artistas como Apollinaire, Édith Piaf, Oscar Wilde, Balzac, Isadora Duncan, Bizet, Chopin... Y ahora, junto a ellos, la de Morrison, cuyo deseo de anonimato le había conducido finalmente bajo tierra, sin que nadie, absolutamente nadie, hubiera visto su cadáver, excepto Pamela.

Pero, cuál sería la razón por la que Pamela decidió cerrar el ataúd para que el cadáver de Morrison no fuera visto por otras personas, sigue siendo un absoluto misterio.

En el epitafio de su lápida se leería: "Según su propio daimon". Daimon es un término originario de la antigua Grecia referido a un dios menor o espíritu guía; los daimons eran vistos como las almas de los hombres que actuaban como deidades tutelares. Una traducción más convencional sería: "Fiel a su propio espíritu". Los padres de Jim no quisieron hacerse cargo del cadáver.

Sobre el autor:

Antonio Castillejo

Antonio Castillejo

Antonio Castillejo es abogado y periodista. Comenzó su carrera profesional en la Agencia Fax Press dirigida entonces por su fundador, Manu Leguineche, en la que se mantuvo hasta su desaparición en 2009. Especializado en información cultural y de viajes, desde entonces ha trabajado en numerosos medios de prensa, radio y televisión. Actualmente volcado con los mayores en 65Ymás desde su nacimiento.

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