Antonio Campos
Opinión

Viaje al Ecce Homo

Antonio Campos

Foto: Bigstock

Viernes 5 de noviembre de 2021

6 minutos

Viaje al Ecce Homo

Foto: Bigstock

Viernes 5 de noviembre de 2021

6 minutos

Hubiera jurado que lo había visto antes, varias veces, pero le asaltaban dudas razonables. Era esa sensación de estar seguro de haberlo vivido, pero no asimilado por la razón. No había sido capaz de procesar lo que sus ojos vieron.

El castillo era una fortaleza musulmana del medievo, en estado ruinoso. Cuatro piedras viejas abandonadas por todos. Absolutismo, monarquía, república, franquismo, democracia, derechas, izquierdas, radicales, siempre palabras biensonantes pero ninguna buena acción.

Defensa fluvial del enclave estratégico en lo alto de una colina arcillosa de casi mil metros de elevación conocida como Ecce Homo, a orilla de un río ayer cristalino y hoy navegado por ramas secas y deshechos urbanos de la ciudad, de la que actuaba como frontera natural.

Desde su casa se veía el monte, casi nítidamente, pues era una de las que se encontraban más al norte de la ciudad. Lo contemplaba desde primeras horas de la mañana, desayunando, sentado, tranquilo, lo que no había podido hacer durante los muchos años que todos los días se había levantado a las seis y media de la mañana para ir a trabajar, observando que, si se cubría de nubes algodón oscuro, habría lluvia segura; y al anochecer, de cuando en cuando, se veían unas débiles luces sobre su cima. 

Habían sido días de persistente niebla decembrina. Muy baja, densa, concentrada, de difícil circulación en medios rodados, de la que cala en los terrenos de setas y prepara una buena recolección al salir el sol en días posteriores.

Fue ese día cuando volvió a ver las luces, esta vez más intensas, como luz cegadora de las utilizadas por cualquier ejército para anular al enemigo, difuminadas por la espesa niebla, luna casi llena por encima del monte, aspecto fantasmagórico de película de miedo.

No podría asegurar cuántas luces se vislumbraban, solo que eran impares. En triángulo o en pentágono, pues es posible que las delanteras coincidieran con las traseras en la perpendicular de sus ojos. Pero, esta vez sí, estaba seguro, las luces habían surgido del monte y se elevaban al infinito, al menos para él conocido.

Durmió mal durante los siguientes tres o cuatro días. Por fin se armó de valor y decidió salir en busca de lo desconocido. Acompañado de una bota de vino, un bocadillo y una garrota, pertrechado contra el frío y gorra cubriendo su escaso cabello, allá que fue. 

Recorrió la parte sur del monte, la que se veía desde la ciudad. No encontró nada más allá de lo corriente. Junto a las ruinas del castillo, vestigios de tres silos y de un aljibe de planta rectangular. Rodeó la antigua fortaleza para llegar a la ladera norte. Caminó en bancada, paralelo a la cresta, descendiendo cinco o seis metros cada vez que concluía el camino en una dirección. Así una y otra vez hasta que, de repente, el suelo se abrió a sus pies y ya no supo lo que pasó. Perdió la noción, del cuerpo y de la mente, no sabía si estaba vivo o había muerto, sólo que flotaba en un remanso de paz y felicidad.

Se despertó, o recobró la consciencia, en un lugar único, con flora, fauna, lagos, ríos, el paraíso soñado de vacaciones caribeñas dentro de vegetación del Amazonas, atemperado por nubes algodonosas. Y personas con aspecto de ¿humanos?, pero figuras blanquecinas que, sin llegar a ser traslúcidas, presentaban una extrema palidez en todas las partes de su cuerpo que no cubría la ropa, cabeza en forma de melón, similar a las que había visto que representaban a los antiguos egipcios en los libros de Historia, orejas alargadas. Se movían en el espacio sin ningún problema, con unas alas similares a las de los pájaros, o a las de los ángeles, y unos zapatos que parecían ser la clave de su vuelo, pues se quitaban alas y zapatos cuando pisaban tierra.

No comprendía nada de lo que estaba pasando. Su cabeza sufría una tormenta de ideas deslavazadas, incongruentes, no era que hubiera estudiado en Harvard, pero tampoco era analfabeto, tenía suficientes conocimientos para saber que aquello no era normal, que algo raro estaba sucediendo.

Poco hubo de esperar; se le acercó uno de aquellos seres, y en perfecto castellano de España, le dio la bienvenida, le dijo que no tenía de qué asustarse ni tener miedo, que había llegado a un mundo para él desconocido hasta ahora, y que lo único que querían, hablaba como primus inter pares, era que actuase de embajador de paz para dar a conocer de su existencia a todos los habitantes de la tierra. Tomó la bota de vino y echó un buen trago, algo que a nuestro hombre le pareció un signo de confianza y amistad.

Cómo nos hacemos cargo de tu estado de ánimo e incredulidad, vamos a contarte quiénes somos, dónde estamos y qué queremos.

Nuestros ancestros están en un planeta similar a la Tierra, en una galaxia a mucha distancia de la estrella que nos iluminaba. Por eso tenemos este color de piel, porque la luz que nos llegaba era muy débil. Hace ya muchos siglos aterrizamos aquí, con una tecnología entonces muy superior a la vuestra actual. Nos hemos mezclado y procreado con terrícolas, pero seguimos siendo vulnerables al exceso del sol.

Hemos construido ciudades subterráneas, como la que ves aquí, por toda la Tierra. Dotadas de infraestructuras, junglas, árboles, vegetación, animales, fábricas, industrias, tecnologías y todo cuanto pensar puedas. El fuego del núcleo terrestre queda atemperado por estas ciudades-cuevas inmensas, y el cambio brusco de temperatura forma esas nubes que ves, que nos resguardan del calor.

Trabajamos con más de diez mil especies de organismos, micros y macros, que vosotros no conocéis. El regreso al tiempo pasado, que existe, la transmutación de los cuerpos y el viaje convertible, que transforma años luz en microsegundos estelares. Cuando vosotros desarrolléis la teoría cuántica de la gravedad y la teoría de cuerdas, veréis que posibilita la existencia de múltiples dimensiones y universos paralelos. Cuando descubráis el mineral adecuado, comprobaréis que la energía se retroalimenta y que un simple microchip puede mover un coche, un tren, un avión o dar luz a una ciudad entera.

Aprendemos fácilmente el idioma de los países en los que estamos, nuestro método para ello es el de sensores mentales, mucho más agresivo y con mejor resultado que cualquiera del que utilizáis los terrícolas.

Desde hace años estamos dando muestras de nuestra presencia en muchas partes de vuestro territorio, en muchos países, en muchas situaciones, que o bien no habéis sabido interpretar o las grandes potencias mundiales no quieren publicar, por lo que han pasado desapercibidas para vosotros, solo los templarios localizaban lugares sincréticos, pero desconocían la realidad del terreno sobre el que asentaban sus encomiendas.

Nosotros también estamos superpoblándonos, aunque de forma más organizada que los terrícolas. En la Tierra solo tienen prole los pobres, lo que engendra más pobreza, a la que se quiere poner coto con dinero subvencionado, mal asunto porque unos pocos controlarán la vida y hacienda de muchos.

Nuestra tecnología es mucho más avanzada que la vuestra, alguna de ellas os parecería inverosímil, mágicas, como lo era un simple espejo para los indios americanos que no conocían su uso, como la honda de David es hoy para vosotros.

Vivimos más de cien años, con muy buena calidad de vida pues hay partes de nuestro cuerpo que se regeneran como lo hacen las plantas, y cuando morimos el cuerpo se consume a los tres días transformándose en energía, se volatiliza cuando muere el cerebro, como cuando explota un cohete de fiesta o una pompa de jabón. Por eso el universo es infinito, porque se crea energía constantemente.

Te hemos elegido para que, no siendo nadie en el mundo, lo que te habilita para decir la verdad, te sientas libre y que tu palabra sea la correa transmisora de nuestra existencia, de nuestra inteligencia, de nuestra llegada a vuestras vidas en son de paz y convivencia.

Sin pretenderlo, nuestro hombre entró en un profundo sueño; hacía muchísimos años que no se emborrachaba; algo similar, o eso mismo, sintió cuando se quedó dormido, nada sabía, nada le importaba, nada de nada en la vida, solo dormir.

Despertó cerca de la Ermita del Val. Estaba solo, sentado en un banco, junto a una cachava y una bota de vino vacía, hacía frío, mucho frío. Se fue, tiritando, para su casa.


Finalista Relatos Cortos III Encuentro Escritores Indies de Sevilla, octubre 2021.

Sobre el autor:

Antonio Campos

Antonio Campos

Antonio Campos nació en Ciudad Real, en la España del queso amarillo y la leche en polvo de los americanos. Licenciado en Económicas, Diplomado en Humanidades, PDG por el IESE. 

Ha trabajado durante muchos años en un importante grupo multinacional del sector financiero, al que reconoce estar agradecido por haberle dado la oportunidad de desarrollarse profesional, académica, personal y humanamente. 

Conseguida cierta estabilidad profesional y dineraria, volvió a su verdadera pasión de juventud, escribir; desde entonces, han sido cuatro libros y unos dos mil artículos de opinión, económica y política, publicados en diferentes medios de comunicación, pretendiendo conjugar la libertad individual o personal (el progresismo) con la libertad económica (el conservadurismo), elogiando las ideas y no las ideologías.

Y lo hace, dice, pretendidamente independiente, ideológica y socialmente, con la libertad de quien tiene libre el tiempo, el pensamiento y la palabra.

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