Joaquín Ramos López
Opinión

Los cambios en el tiempo

Joaquín Ramos López

Jueves 2 de octubre de 2025

4 minutos

Los cambios en el tiempo

Jueves 2 de octubre de 2025

4 minutos

Don Hilarión habla (canta) en el comienzo de la famosa zarzuela La verbena de la Paloma, diciendo a su buen amigo “…hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad”. Están a finales del S. XIX y traigo a este S. XXI el simpático juicio para contarles a Uds. algo sobre los cambios en el tiempo.

Algunos intérpretes de tan reiterada representación de nuestra ópera chica han dicho, parafraseando a medias, algo así como “tiempos que cambian una barbaridad” y a mí me inspira decirles que los cambios siempre valen la pena se den, para disfrutarlos o, conociéndolos, para olvidarlos, y los tiempos, bienvenidos sean siempre si, con ellos, acude más progreso y menos suplicios.

Es fácil recurrir a la hora del casto coloquio amigable, cuando se comentan variaciones singulares de algo o en alguien, al tópico “es cosa de los nuevos tiempos”. Es ya corriente que esos cambios se produzcan con una rapidez extrema, con una facilidad de asimilación inmediata y una mínima reflexión sobre su oportunidad.

Vivimos tiempos tan significativos como cualesquiera otros anteriores, cada uno en su contexto y circunstancias humanas. Sin embargo, nunca hasta ahora los acontecimientos científicos, la evolución de los diseños industriales, los avances en la facilitación de la movilidad, la nutrición, las modas en el comportamiento de las gentes, han mutado a sus precedentes con tanto vigor y resultados favorables.

Jamás antes habíamos asistido a tantas posibilidades de entretenimiento, a cuántas formas de usar el tiempo libre, a ese montón de alternativas para escoger lo mejor a nuestro gusto y posibilidades, a ese magnífico lote de oportunidades de estar ocupado. A ociar todos. Atienda, me dirán, que todo eso es si se puede ¿no?

Sí, efectivamente. Porque nunca como ahora se han tenido tantas facilidades para conseguir cosas. En estos días va de proposiciones, va de voluntades, y va de precios a pagar para, como la siembra, recoger el fruto gracias a la buena elección y su labor.

Si me apura, incluso a menor coste, menor esfuerzo y provecho, se puede conseguir pasar por la vida actual con una cierta dignidad. Hasta hay quienes viven de la gratuidad social, aupada por la política social conformista y buenista, tan interesada. Esta variante debiera requerir alguna que otra supervisión.

¿En qué otro tiempo se ha vivido mejor? En ninguno. Es un logro de todos. Es la evolución racional del ser humano frente al resto de vivientes. Todo lo nuevo, o casi, es más llevadero, más ventajoso, más interesante. Algunos dicen ¿cómo podían vivir sin esto nuestros padres? Y ahora ya ¿cómo podían pasarlo bien sin esto nuestros hermanos mayores? Otra cosa será, si Ud. difiere por sentimientos encontrados.

Pero, a cambio de esas maravillas del progreso general, de una gran mayoría claro, o si no, al lado de esas mejoras, han aparecido las posturas y rechazos a los gestos del comportamiento deseable, no por nuevo sino por olvidado al quedar subsumido en el disfrute de las cosas, en la disposición o propiedad de esas cosas, en la creencia del yo mismo, en antes para mí y que el otro se fastidie, que puede, como yo, sin saberlo.

No me repetiré, por si ya lo he dicho en alguna otra ocasión, pero me estoy refiriendo a esa pérdida de sensibilidad por los demás. Los tiempos cambian, ya lo creo. Cambian en esto para mal de todos, porque nos desligamos, nos aislamos humanamente, nos retiramos a la habitación de arriba para reunirnos con el telemando.

Oiga, nos lamentamos. En esa gran ciudad, de enorme gentío, que no cabe por sus calles, que se empuja, se cuela, chilla y atropella con su bolsa o se echa encima por delante, porque pasa primero al cruce o avanza con la mirada fija en su móvil. Esa urbe de tubos de escape libres, donde priva el rendimiento del motor a goce del motorista y crea contaminación acústica contra todos, y si les moleta el ruido, mejor.

Por qué me preocupo si no sirve para nada, todo va a seguir igual. Pues no, será peor, porque para seguir avanzando, hay que corregir y luego mejorar, cambiando a lo  más provechoso. ¡Ah! y sin caer en vencimientos por obsolescencia, ni angustiarnos con la caducidad del envoltorio. Y sin confiar en los que te han fallado ¿me entienden?

Los tiempos cambian, claro, faltaría más, hasta la propia existencia cambia al final, se recicla si se quiere, se transforma si se desea, se aprovecha o se traduce en otra dimensión; no desaparece nada. La naturaleza produce cambios, es precisamente la razón de su existencia hasta que un día se confunda en algo distinto por el cosmos. 

No se crea todos los cambios que le cuenten, de lo que sea, pueden ser una engañifa, un interés encubierto, una falsa esperanza, un cuento chino, algo que le va a costar dinero y a lo mejor no se entera, o lo da por bien empleado; so ingenuo.

Y el remate de Don Sebastián a lo manifestado por D. Hilarión, es reafirmarse diciendo que los cambios, en su diálogo, tratan a los avances como una bestialidad. Llegados aquí, les pido huir de falsos agüeros, creer en lo positivo de los cambios venidos y por venir, y desear que los agoreros se despeñen y los embaucadores les sigan. Vamos a creer, por favor, en que todo futuro será mejor.

Sobre el autor:

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.

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