Martes 15 de julio de 2025
3 minutos
De vez en cuando, agarro el bolígrafo y no me queda más remedio que ponerme a escribir. A mis 85 años me viene muy bien porque me desahogo y mi médico de cabecera me dice que eso es muy bueno para la salud mental.
El otro día estuve un rato escuchando el lío que se traía esta gente que dice que nos representa en el Congreso (o en la 'Congresa', para no molestar a las feministas) y volví a recordarme de una carta que mandé hace ya unos meses, titulada "El cantarín y sus palmeros" y saqué la siguiente conclusión:
La juerga sigue igual. El Congreso (o la...) sigue haciendo de tablao flamenco, los cantarines se turnan unos por cante jondo y otros por copla flamenca. Hay algunos que por sardana y otros por aurresku, aunque son los menos. También hay una que canta aquello de 'Palmero sube a la Palma', pero casi no la dejan tiempo para soltar su estrofa. Una pena por la chica porque cantar, canta bien.
Pero yo a los que me quiero referir es a los palmeros. Esta es una especie de diputado que nunca habla, nadie sabe qué voz tiene, pero aplaude de maravilla y a su debido tiempo, y es curioso, porque a veces los pillas cabeceando y de repente se ponen a aplaudir locamente y mucho rato, asintiendo con la testa lo que ha interpretado su cantarín.
Los mejores diputados palmeros tienen ritmo y algunas veces zapatean, aunque sean de sentados. Lo suelen hacer a coro, pero eso cansa mucho y por eso no cobran, así que es natural que solo zapateen de cuando en vez.
Está claro que el diputado palmero cubre mucho tiempo del espectáculo y los españoles espectadores perdemos mucho tiempo de la juerga oyendo dar caña a las palmas sin cantar nada y cobrando.
Como los tiempos van cambiando yo sugiero que a este tipo de palmero le obliguen –ya que no canta– a estar sentado y que no moleste con su ruido "palmariano".
Así que a quien corresponda, que tome nota.
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