Fernando Ónega
Opinión

Buenos días, monarquía; bienvenida, democracia

Fernando Ónega

Sábado 22 de noviembre de 2025

7 minutos

Buenos días, monarquía; bienvenida, democracia

Sábado 22 de noviembre de 2025

7 minutos

Hoy, 22 de noviembre, se cumple medio siglo de monarquía en España. En esta fecha de 1975, dos días después de la muerte de Franco, don Juan Carlos de Borbón y Borbón fue proclamado rey. Comenzaba uno de los mayores cambios en la historia política de este país y comenzaba en medio de una enorme incertidumbre, porque casi nadie tenía respuesta a la gran pregunta –“después de Franco, ¿qué?”–, y la juventud de entonces había sido educada en un ambiente confuso, donde no se predicaba la república porque era la enemiga derrotada en la Guerra Civil y no se predicaba la monarquía porque el heredero de Alfonso XIII no era el deseado del franquismo.

De esa forma, el panorama pudo ser descrito por Alfonso Guerra como “un páramo nacional de monárquicos” poblado finalmente por “un ejército de juancarlistas”. El juancarlismo se convirtió en ideología en la que se basó la restauración. Su involuntario fundador, el rey Juan Carlos I, se convirtió a su vez en garante de la democracia, especialmente a partir de su defensa del orden constitucional en el golpe de estado del 23-F. Los calificativos que ganó como motor del cambio, como impulsor de derechos cívicos, como freno del golpismo y como ejemplo para otras naciones siguen siendo insuperables. Su prestigio fue mundial.

A la vista de cómo se está produciendo el debate interno español, desbordado de frentismo y de rechazo a todo lo que haya sido decisión del general Franco, cabe preguntarse por qué don Juan Carlos fue aceptado y se le permitió asumir la Jefatura del Estado. Hay muchas y muy serias explicaciones. La principal es que la guerra civil quedaba mucho más cerca –40 años más cerca–, y nadie quería correr o repetir un riesgo parecido. Lo escribió así el historiador García de Cortázar: “Juan Carlos era un buen instrumento para la reconciliación y se veía en él la intención de ser el rey de todos los españoles”.

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Parecida idea en las “Memorias” del republicano socialista Pablo Castellano: “La monarquía nos ponía a cubierto de toda clase de sobresaltos (…) Don Juan Carlos decidió en su día ser franquista hasta la muerte de Franco… pero ni un minuto más”. 

Realismo en los libros de Santos Juliá: “Suelo, en vez de fabular desde el sueño; pacto frente a refundación; política en vez de cruzada: eso fue lo que conseguimos en la transición”.

Sentido práctico en el pensamiento de Santiago Carrillo, también fundamental para esta explicación: “la opción no era entre monarquía y república, sino entre dictadura y democracia”

Y dos apuntes personales. El primero, que Don Juan Carlos deshizo la supuesta conspiración contra su reinado en un trabajado acuerdo con el dictador comunista Ceaucescu, al que convenció para que el PCE no boicoteara su proclamación, seguramente con la contrapartida de legalizar a ese partido “cuando las circunstancias lo permitieran”. Y el segundo, el trabajo personal del nuevo rey, que dedicó gran parte de su tiempo a dialogar con la entonces llamada “oposición democrática” y con la cúspide de los ejércitos.

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Pasado el tiempo, hay un consenso que me parece generalizado: hubo dos reyes en la misma persona, el motor de la democracia y el motor de unos errores de bragueta y dinero que a él le cuesta reconocer, como demostró el día de la famosa pregunta real a los periodistas en Sanxenxo: “¿Disculpas, por qué?”

¿Cuál de esos dos reyes pasará a la historia? Paul Preston, biógrafo últimamente crítico, piensa que los historiadores se fijarán en el monarca que cambió el país y olvidarán al de las debilidades. Sería lo lógico, pero en este momento nada se puede asegurar. Lo único que hoy se puede medir con alguna objetividad es lo que estos días figura en las notas periodísticas resucitadas por la actualidad: 

  • Ese Mariano Rajoy que asegura que en España monarquía y democracia “están unidas indisolublemente” o proclama que “ninguna república ha procurado más libertad ni más respeto a los derechos que esta monarquía”; 
     
  •  Ese muy citado Santos Juliá, que escribió que “aquel proceso de cambio de régimen fue uno de los rarísimos momentos de la historia política de España en el que casi todo salió bien” (…) o “nunca hemos disfrutado en España de bienes públicos en tanta cantidad y de tan alta calidad como los construidos desde la transición a la democracia hasta 2008”.
     
  • Ese otro consenso generalizado de que nunca hemos disfrutado de un periodo tan largo de crecimiento, democracia y bienestar. 
     
  • O lo escrito por Javier Cercas el pasado domingo en El País: “los mejores 50 años de la historia moderna”. 

Una de las grandes incógnitas es saber si todo, parte o gran parte se debe a la Corona porque, como dijo D. Juan Carlos, “nada ha caído del cielo”; si se debe a los sucesivos gobiernos, o si es fruto del sacrificio y entrega de la sociedad. Personalmente me quedo con el diagnóstico del corresponsal Giles Tremblet: “si la transición fue un éxito, fue porque los españoles hicieron un esfuerzo supremo por llegar a un consenso. Ese esfuerzo se debió, en gran medida, a los fantasmas de la guerra civil que aún rondaban los hogares españoles”.

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La verdad es que tenemos una historia monárquica rayana entre lo cómico, lo enfermizo y lo glorioso. No hace falta citar ejemplos, pero quizá sí algunos datos: de los diez reyes habidos desde que nació Felipe V, solo cinco han nacido y muerto en España. Y de 18 reinas, solo una, María Mercedes de Orleans, nació y murió también aquí. Es cierto lo que tanto se ha repetido: “los españoles somos maestros en despedir monarcas. Si somos los que más tronos hemos derrocado, somos también los que más tronos hemos restaurado”.  Pregunto: ¿se habrá cerrado ya ese círculo?

No soy adivino, pero hay algo que suena inequívocamente democrático: según libro de José Bono, Felipe VI le ha dicho varias veces a Rodríguez Zapatero que “si los españoles no quieren monarquía, pues nos vamos y punto”.

No se ven indicios de ese rechazo, sino una adhesión y simpatía crecientes hacia los reyes Felipe y Letizia, probable fruto del “libro de estilo” que el monarca quiere que sea asumido por el personal de la jefatura del Estado: objetividad, integridad, neutralidad, responsabilidad, imparcialidad, confidencialidad, austeridad, accesibilidad, eficacia, honradez, protección del entorno medioambiental y respeto a la igualdad entre hombres y mujeres. ¿Se puede pedir o exigir algo más? ¿Lo está cumpliendo en plenitud Su Majestad?

Este cronista da por supuesto que la democracia está consolidada y bien consolidada, pero, visto el ambiente político, ¿se confunde demasiado el gobierno con el Estado? ¿Cuánto tiempo tiene que pasar y en qué condiciones para dar por terminada una transición? ¿Cuánto para superar las heridas de una guerra civil? ¿Cuánto para considerar una dictadura como un hecho histórico y superado?

Y lo más doliente: ¿por qué mis hijos y mis nietos (y los de ustedes) tienen que sufrir una confrontación que sus padres y sus abuelos han superado? ¿Por qué aparecen más signos de rencor entre españoles de hoy que entre españoles que se mataron entre sí? 

Sobre el autor:

Fernando Ónega

Fernando Ónega

Fernando Ónega, presidente del diario 65ymas.com, es un cronista imprescindible desde los primeros tiempos de la transición. Una voz escuchada y respetada por su rigor y su neutralidad. 

Fue director de prensa de la Presidencia del Gobierno de Adolfo Suárez, siendo autor de buena parte de sus discursos.

Ha trabajado en distintos medios escritos y televisiones. En la radio, inauguró el comentario político en mayo de 1978, en el programa “Hora 25” de la Cadena SER. Después ha sido director de informativos de la Cadena SER y de la Cadena COPE, además de director general de Onda Cero. En esta misma emisora, colaboró con Luis del Olmo durante 17 años, con Carlos Herrera y, desde abril de 2015 a septiembre de 2022, colaboró en los programas “Más de uno”, con dos comentarios políticos diarios, y en La Brújula, con una carta también diaria.

En prensa escrita publicó su primer trabajo a los 13 años en “La Noche” de Santiago de Compostela. Dos años después firmaba una página semanal y hacía entrevistas en “El Progreso” de Lugo. Dirigió el diario “Ya”, fundó el confidencial y la agencia “Off the record” (“OTR Press) y en los últimos tiempos ha sido columnista de “La Vanguardia y “La Voz de Galicia”. 

En televisión, fue director de varios programas en TVE, así como director de relaciones externas de la cadena pública. También ha presentado los espacios informativos de Telecinco y Antena 3 y colaboró como contertulio en varios programas de debate. 

Autor de diversos libros entre los que destacan “El termómetro de la vida”, “Puedo prometer y prometo”, “Juan Carlos I”, “Qué nos ha pasado, España”. 

En 2020 recibió su tercer Premio Ondas, en este caso a la trayectoria o mejor labor profesional. El jurado reconoció "su fecunda carrera en la radio, tanto en su faceta directiva como ante el micrófono, desarrollada en las principales cadenas". "Fue pionero de la incorporación de los espacios de opinión en la radio, y sigue todavía hoy aportando una mirada ponderada sobre la actualidad", destacó. 

A lo largo de su trayectoria también ha recibido otros galardones, como el Premio Godó, varias Antenas de Oro y Micrófonos de Oro, aunque él presume de otros reconocimientos: por ejemplo, la Medalla Castelao de Galicia o los nombramientos como Hijo Predilecto de Pol, o Hijo Adoptivo de Lalín y de la Provincia de León.

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