Violeta Qi
Salud
El cerebro se recupera de forma distinta en verano según la personalidad
Un catedrático de la Universidad Nebrija explica cuál es el proceso mental

El catedrático en Psicología y director del Centro de Investigación Nebrija en Cognición (CINC) de la Universidad Nebrija, Andoni Duñabeitia, explica que la forma en que el cerebro logra recuperarse durante las vacaciones de verano depende de la personalidad, los hábitos y el estilo de vida de cada individuo.
Según Duñabeitia, “Descansar el cerebro implica reducir la demanda de las redes atencionales y permitir que el 'modo por defecto' trabaje sin interferencias”. De este modo, se consolidan recuerdos, algunos sistemas realizan una limpieza cerebral y el eje emocional se reequilibra. Contrario a la creencia popular, el cerebro no se apaga: cambia de tarea para afinar sus circuitos y prepararse para nuevos retos.
“Cada temperamento busca su propio equilibrio entre estímulo y reposo”, afirma Duñabeitia. Los rasgos de introversión o extraversión, junto con las tendencias creativas o analíticas, determinan qué tipo de actividades resultan realmente reparadoras.
Los introvertidos descansan al reducir la estimulación social, optando por leer o pasear en solitario, mientras los extrovertidos recargan energía charlando o jugando en grupo, ya que la dopamina social eleva su umbral de fatiga.
Duñabeitia advierte que llenar la agenda de planes, responder correos “por si acaso” o cambiar drásticamente los horarios de sueño mantiene activo al cerebro en un estado de alerta, pues “mantienen activos circuitos cerebrales a los que precisamente queremos dar descanso”.

El uso constante de dispositivos tecnológicos es otro gran obstáculo: las pantallas prolongan la excitación cortical, retrasan la producción de melatonina y mantienen al cerebro en modo vigilancia. Una desintoxicación digital de 24 o 48 horas reduce las interrupciones atencionales y mejora el sueño. “No se trata de demonizar la tecnología, sino de usarla adecuadamente y controlar los momentos: bloques acotados de uso, notificaciones silenciadas y móvil fuera del dormitorio”, añade.
La clave está en identificar qué actividades sacan a cada persona del modo automático y le permiten reconectar con su bienestar: cuanto más activos descansan mejor con senderismo suave o nado y los más tranquilos recuperan mente y emociones coloreando mandalas, armando rompecabezas o escuchando música instrumental.
Un buen descanso se refleja de inmediato en mejor ánimo, mayor claridad cognitiva, concentración y flujo creativo. A largo plazo, favorece una productividad sostenible, previene el desgaste profesional y reduce el riesgo de depresión o deterioro cognitivo.
Duñabeitia concluye que “un cerebro que descansa bien es un cerebro que se protege, aprende mejor y toma decisiones con mayor lucidez”. Incluso sin muchos días o recursos para viajar, sugiere estrategias sencillas: “Basta con definir bloques diarios de noventa minutos sin pantallas ni metas concretas, ya que una ventana temporal así ya puede revertir la fatiga atencional”.
Para concluir, recomienda priorizar experiencias significativas por encima de listas de visitas y, si es posible, dejar un día libre de planes al final del viaje “para que el cerebro integre las vivencias antes de la vuelta a la rutina”.