Una mujer viaja en autocaravana con su abuela de 100 años: "En vez de envejecer, rejuvenecía"

Cuando los médicos le dijeron a Fiona que su abuela Dominique apenas tenía una semana de vida, ella se negó a aceptar que su final fuese en una habitación de una residencia de París. En lugar de resignarse, decidió emprender con ella un viaje que, lejos de ser una despedida, acabaría convirtiéndose en un chute de vida y de libertad.

En el año 2017, Fiona le propuso a su abuela Dominique dejar la residencia para recorrer juntas Francia en una autocaravana. Su abuela, que entonces tenía 100 años, aceptó sin saber muy bien en qué consistía aquel plan. La idea inicial era pasar unos días por el sur del país, pero lo que empezó como una breve escapada se transformó en una aventura de varios años que llevó a abuela y nieta por carreteras de Francia, España y Portugal.

Un viaje para seguir viviendo

El cambio fue inmediato. Dominique, que apenas caminaba y había perdido la ilusión por el día a día, comenzó a recuperar energía. “En vez de envejecer, rejuvenecía”, recuerda su nieta. Viajaban sin prisas, deteniéndose donde querían: en un mercado, en una playa o en un pueblo perdido entre montañas. En cada parada, Dominique encontraba algo nuevo que le sorprendía. Aprendió a moverse con un andador, usó una silla en algunos tramos y, pese a sus limitaciones físicas, comenzó a vivir de nuevo.

Durante esos años, ambas compartieron momentos que ninguna habría imaginado: Dominique cantó con músicos callejeros en Almería, asistió a un concierto con 102 años y paseó entre los paisajes áridos de las Bardenas Reales. Cada experiencia le devolvía un poco de juventud, una sensación de libertad que creía que había perdido hacía un tiempo. Fiona, por su parte, descubría que acompañar a alguien en la vejez no tiene por qué ser sinónimo de cuidados tristes o rutinas pesadas, sino una forma de seguir aprendiendo juntas.

El mensaje tras la experiencia

Con el tiempo, la historia de ambas comenzó a llamar la atención. Fiona decidió contarla en un libro titulado Una abuela de 101 años se descontrola, en el que no solo narra las anécdotas del viaje, sino también la reflexión que lo inspiró: la necesidad de romper el aislamiento que sufren muchas personas mayores. En sus palabras, la sociedad tiende a apartar a quienes envejecen, como si su tiempo ya hubiese terminado, cuando en realidad “se puede vivir plenamente hasta el final”.

Dominique falleció en junio de 2020, pero su legado sigue vivo. Su nieta continúa compartiendo su experiencia en charlas y proyectos que promueven una nueva mirada hacia la vejez, una etapa que no tiene por qué ser sinónimo de soledad ni de resignación. La historia de ambas demuestra que la vitalidad no depende solo de los años, sino de las ganas de seguir moviéndose, de mirar el mundo con curiosidad y de tener a alguien al lado dispuesto a acompañar a esta persona en la aventura. En conclusión, lo que Fiona y Dominique demostraron en la carretera es que la vida no se mide en tiempo, sino en intensidad. Y que, incluso con cien años, aún se puede seguir descubriendo el mundo.