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Meri: larga vida al rock and roll a los 79 años

Andrés Ramos

Foto: Nuria M. Reyero

Lunes 4 de agosto de 2025

8 minutos

Esta vecina de Puerto de Vega (Asturias) colabora con el festival Unirock: "Hay que seguir activos"

Meri: larga vida al rock and roll a los 79 años
Andrés Ramos

Foto: Nuria M. Reyero

Lunes 4 de agosto de 2025

8 minutos

Basta dar un paseo con Meri por Puerto de Vega para comprobar que es una auténtica estrella. No del rock, como las que actuarán en esta localidad costera del occidente asturiano el próximo 23 de agosto durante el festival de música Unirock, sino de simpatía, energía positiva y popularidad. Eso a lo que ahora los jóvenes llaman ‘aura’. Apenas puede dar unos pasos sin que algún vecino le salude, le pare o le toque el claxon. “¡Meri, no paras!”, le gritan desde un coche. “Hay que mover el esqueleto”, responde ella.

Meri Martínez Fernández nació en Vega, como se conoce coloquialmente a este bonito pueblo pesquero, de origen ballenero y aires indianos, perteneciente al concejo de Navia. Cocinera de profesión, mujer de Guardia Civil, madre de tres hijos y una hija y abuela de tres nietos y tres nietas, forma parte a sus 79 años de la Asociación Cultural Unirock, que organiza el festival que ha convertido en los últimos años a Puerto de Vega en un punto de referencia del panorama rockero nacional y que reúne a finales de agosto a miles de seguidores de este género. Los incombustibles Barón Rojo y los alemanes Rage encabezan el cartel de 2025.

Me metí en esto por mis hijos. Desde críos, en Muros del Nalón, en el cuartel donde vivíamos, tenían un grupo que les gustaba mucho, Barón Rojo. Lo escuchaban a todas horas. Y con tambores de Skip –el detergente de la lavadora– hacían conciertos improvisados, unos con guitarras y otros con lo que tenían a mano. Cuando ya eran un poco más mayores, formaron un grupo e iban a ensayar todos los días al antiguo matadero. Después volvimos para Vega. Mis hijos se casaron, se fueron a vivir a Gijón, pero están muy arraigados aquí. Y en un bar con unos amigos crearon la asociación sin ánimo de lucro que organiza el festival. Mi hijo, el segundo, es el presidente. Cada año se van superando con ayuda de los socios y con mucho trabajo. El dinero que van consiguiendo es para cubrir los gastos y a veces ni les llega. Yo les ayudo en lo que puedo”, explica a 65YMÁS.

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Sus tareas dentro de la organización van desde recaudar y llevar la contabilidad de la lotería, con la que luego se sufraga parte del festival –“es el cargo de más responsabilidad y el más difícil porque el dinero es lo más importante”, apunta con sorna– hasta cocinar para los miembros de la asociación. Siempre está dispuesta a echar una mano en lo que haga falta, como satisfacer algunas de las excentricidades de los artistas. “Una vez una banda pidió que todas las toallas del hotel fueran negras”, recuerda.

A Meri el rock duro no le apasiona, pero al festival nunca falla por el ambiente que lo envuelve y por cómo todo el mundo se vuelca desde los días previos, a pesar de que sea una música “que no gusta a todo el mundo”. Todavía recuerda cómo le cautivó El Drogas en la edición de 2022, al que le gustaría volver a ver en los próximos años.

“En este pueblo hay muchas fiestas y muchas actividades, pero los del Unirock, con todas las malas pintas que puedan tener, son un ejemplo. Nunca tuvieron un follón ni una pelea. Dejan siempre todo limpio, tanto el recinto donde se celebra como el camping o el polideportivo donde duermen los que vienen. Eso es un orgullo. Que la gente vea que las pintas no son todo”, asegura.

La música siempre ha formado parte de la vida de Meri, pese a que ella cante “muy mal”, tal y como reconoce. “Mi padre fue batería toda la vida de una orquesta muy buena de aquí que se llamaba Veracruz. Mis tíos, todos sus hermanos, también tocaban la batería. Tengo primos con carrera musical. Además, mi marido, antes de ser Guardia Civil, fue cantante de una orquesta y cantaba bien. Mis tres hijos y una nuera tienen un grupo. Y mi hija, que es muy atrevida, canta en algún concurso”, señala.

"Si me falta caminar, me falta todo"

Para sus largos paseos por la lonja de pescado, el puerto, el Dique de las Almenas, el Paseo del Baluarte, el mirador y la ermita de la Atalaya o la iglesia de Santa Marina prefiere ponerse en sus auriculares a Paquita la del Barrio o Rocío Dúrcal, sus artistas favoritas. Precisamente caminar es una de sus grandes pasiones: “Me jubilé con 56 años porque me tuvieron que cortar un trozo de rótula. Yo por mí no me hubiera retirado nunca, y eso me mató. Ahora tengo un artritis terrible. Por eso, caminar para mí es lo más importante. Si me falta caminar, me falta todo”.

 

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Pero esta afición no es ni mucho menos la única. Porque mientras muchos imaginan la vejez como un tiempo de silencio, ella demuestra que esta etapa se puede vivir con el volumen al máximo. “Yo soy muy activa en todo. Ahora me ha dado por hacer bolsos para todo el mundo. También pinté mucho, tengo muchos cuadros. Y, por supuesto, me encanta cocinar. Igual cocino para cinco que para diez, que para veinte”, sostiene.

Además, viaja con el Imserso, sola o con amigas: “A mi marido no le gusta viajar, nunca le gustó, y yo siempre dije: ‘Cuando me retire, voy a viajar todo lo que pueda’. Ahora, lo tengo más complicado, pero en cuanto puedo, me escapo”, afirma. También se encarga de recoger puerta a puerta las contribuciones de los vecinos para las fiestas patronales –Las Telayas, que se celebran del 7 al 10 de septiembre– y el Corpus Christi, en junio.

"No soy de sentarme en bares ni delante de la televisión"

Su mensaje para otras personas mayores es claro: “Hay que seguir activos y tener la libertad de poder hacer lo que te apetece. Yo no soy de sentarme en bares ni delante de la televisión, soy de no parar quieta. Y ya te digo que no me aburro. Eso no quiere decir que no tenga también muchos días malos, pero se me da bien dar ánimos. Y la vida al final es eso, caerse y levantarse. Afrontar lo que va viniendo”.

Su vitalidad es un ejemplo para sus nietos, quienes muestran mucho interés –sobre todo las tres chicas– por su matrimonio, que ya dura 66 años. “Cuando vienen las tres juntas, me empiezan a preguntar cosas del matrimonio y de todo lo que es, porque a veces riño mucho con mi marido, con el que empecé a los 13 años. Me dicen: ‘¿entonces, no conociste a ningún otro hombre en toda tu vida?’. Y empiezan a reírse a carcajadas de mí”.

 

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Precisamente con su marido vivió hace unos días uno de esos hallazgos que te transportan a otra época y te remueve por dentro. Toda una muestra de amor encapsulado. “Mi marido encontró por casa un radiocasete de esos antiguos y dentro había una cinta en la que los dos nos habíamos grabado cantando ‘Campanitas que vais repicando’. Esto era para llevarlo a televisión, porque nos salió a los dos estupendamente esa canción”, dice con un brillo especial en los ojos, confesando que se emocionó al escucharla.

Su abuela y una vida que da "para escribir un libro"

Si alguien guarda un lugar privilegiado en los recuerdos de Meri es su abuela: “Me crié con ella y me enseñó muchas cosas. Soy lo que soy por ella”, asegura, antes de contar su historia, que “da para escribir un libro, pero muy gordo”. “Una hermana de mi abuela murió por la gripe de 1918 estando embarazada. Dejó cinco hijos, tres de ellos mudos y uno sordo. Su marido era un poco ‘así’ y por miedo a que maltratara a esos niños, mi abuela se casó a los 17 años con él, con su cuñado, solo para proteger a sus sobrinos”, relata.

“El matrimonio no duró mucho, ya que seis años después, cuando mi abuela tenía 23 años, se quedó viuda y tuvo que hacerse cargo de sus cinco sobrinos, tres hijos propios, su abuelo y una hermana que también residía con ella. En total, once personas que necesitaban comer”, continúa.

 

Meri: larga vida al rock and roll a los 79 años

 

“Fue entonces cuando comenzó a trabajar en lo que fuera, tanto en casa como en el campo, y a leer y leer. Y así aprendió el oficio de matrona. Ayudó a nacer a decenas de niños de Puerto de Vega y otros pueblos. Y no solo se ocupaba de asistir el parto, sino que se dedicaba en cuerpo y alma a la madre y a la criatura durante días. Se llevaba la ropa de cama de casa, les hacía caldos y esperaba a que cayeran los restos del cordón umbilical. No se marchaba de la casa hasta el bautizo”, comenta.

Tal es su admiración por ella, que Meri luchó muchos años para que se reconociera su labor, y finalmente el Ayuntamiento le puso su nombre el antiguo lavadero de la villa, al que se bautizó como 'Pilar de la Carchuola', como era conocida su abuela. Aunque la placa cayó y el lugar fue vandalizado, actualmente se está restaurando. “Merecía mucho más”, dice con pena.

Meri tiene historias para pasar días enteros con ella. Es entrañable y pura energía. Emociona comprobar el cariño con el que habla de su familia y tiene el poder silencioso de generar buen ambiente sin pedir protagonismo. Y aún así, dice: “Si tuviera 20 años menos, sería la bomba”. Puede ser. Pero a los casi 80, Meri es un cañón, como los que apuntan al mar en el Paseo del Baluarte de su querido Vega.

Sobre el autor:

Andrés Ramos

Andrés Ramos

Andrés Ramos es licenciado en Periodismo por la Universidad Rey Juan Carlos y redactor especializado en temas de política y sociedad. Ha trabajado en diferentes medios, como la agencia de noticias Europa Press o el diario digital La Voz Libre. También tiene estudios en marketing digital, posicionamiento SEO y redes sociales.

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