Es probable que en numerosas ocasiones hayas abierto un vino y su olor o incluso su sabor te hayan hecho sospechar de si se trataba de un vino defectuoso o simplemente es que no tienes un “buen paladar”. Para evitar que te tomes una copa de algo que estaría mejor en el desagüe, he aquí unas pistas que te ayudarán a evaluar el vino.
El primer consejo es que utilices los tres sentidos que están involucrados en el disfrute del vino: la vista, el olfato y, claro está, el gusto. Si ves un vino turbio, comienza a sospechar. Puede que se trate de una refermentación en botella y que el vino sea de calidad, pero estate muy atento. Asimismo, si observas que el vino no brilla, toma precauciones.
Por otro lado, un vino debe oler a… vino. Así que si te llega un aroma ácido, como a leche cortada, o a vinagre, es probable que estés ante un producto que no debes tomar. Así que no te eches el vino en la copa sin antes disfrutar de su aroma. No solo te sabrá mejor, sino que evitarás echar un trago a un vino en mal estado.
Como último paso, si lo pruebas y te sabe extraño (hay muchas razones para ello), no pienses que tiene un sabor especial. Probablemente sea defectuoso.
Como hemos apuntado, las razones de su mal estado pueden ser diversas. A continuación apuntaremos las más comunes.