Los motivos por los que es mejor optar por el jacuzzi que por la sauna
Foto: Bigstock
Miércoles 2 de julio de 2025
8 minutos
Un estudio muestra que los baños de agua caliente reducen la tensión y elevan las defensas

Foto: Bigstock
Miércoles 2 de julio de 2025
8 minutos
¿Hipertenso? 10 alimentos que te ayudarán a bajar tu presión arterial
La terapia de calor pasivo, en forma de baños calientes y saunas, se ha convertido en una herramienta terapéutica cada vez más popular para mejorar la salud y reducir el riesgo o la gravedad de enfermedades, destaca un ensayo de 'Journal of Appllied Phsiology'. El desafío termorregulador y los subsiguientes ajustes cardiovasculares y fisiológicos al aumento de la temperatura corporal central provocados por el calor pasivo pueden resultar en beneficios para la salud si estas exposiciones se realizan de forma reiterada.
Los motivos: el aumento de la temperatura corporal central y de la piel activa los centros termorreguladores del hipotálamo, iniciando la sudoración y la vasodilatación cutánea para disipar el calor. El flujo sanguíneo cutáneo puede aumentar hasta hasta 4,5–7 L/min por encima del nivel de reposo durante el estrés térmico pasivo, como demuestra un ensayo publicado también en la revista anteriormente mencionada.
Otra investigación ha constatado que el calentamiento pasivo puede utilizarse como herramienta terapéutica para reducir la inflamación crónica de bajo grado y ejercer adaptaciones cardiometabólicas positivas para la salud. La magnitud de estas respuestas al estrés térmico pasivo se ve muy influenciada por la duración, la intensidad y el tipo de modalidad de calentamiento utilizada. La inmersión en agua caliente, la sauna finlandesa tradicional y la sauna de infrarrojo lejano son diferentes modalidades de calentamiento pasivo que se utilizan comúnmente. Todas se han estudiado exhaustivamente de forma independiente por sus numerosos beneficios para la salud, incluyendo mejoras en la función cardiovascular, marcadores de inflamación, mayor sensibilidad a la insulina y presión arterial, con el uso repetido.
Comparativa
Si bien la inmersión en agua caliente, la sauna tradicional y la sauna de infrarrojo lejano (es un tipo de sauna que utiliza luz para generar calor), provocan un aumento de la temperatura corporal que resulta en ajustes termorreguladores, cardiovasculares e inmunitarios, no se ha comparado directamente el grado en que cada una de estas modalidades estimula cada una de estas respuestas.
Se sabe, por tanto, que los jacuzzis y las saunas pueden aliviar los músculos doloridos y proporcionar un calor agradable, pero los jacuzzis pueden ofrecer mayores beneficios para la salud. Esa es la conclusión de un nuevo estudio realizado por investigadores del Centro de Ciencias del Deporte Bowerman de la Universidad de Oregon, que comparó los efectos fisiológicos de sumergirse en un jacuzzi con sentarse en una sauna de calor seco tradicional o en una de infrarrojo lejano más moderna.
Al elevar la temperatura corporal central, sumergirse en agua caliente puede ayudar a reducir la presión arterial, estimular el sistema inmunitario y, con el tiempo, mejorar la respuesta del cuerpo al estrés térmico. Además, estos efectos pueden durar más allá de los minutos dedicados directamente al tratamiento térmico.
"Comparamos las modalidades de calentamiento pasivo más utilizadas en la vida cotidiana y estudiadas en la investigación científica. Ningún estudio ha comparado las respuestas agudas entre las tres", ha afirmado Jessica Atencio, autora principal del estudio y estudiante de doctorado en el laboratorio de Christopher Minson, en un comunicado. Los resultados han sido en 'American Journal of Phisology'.
10 hombres y 10 mujeres
Bajo la dirección de Minson, profesor titular de Fisiología Humana y director del Centro Bowerman, Kenneth M. y Kenda H. Singer y el resto de los investigadores monitorearon la temperatura corporal, la presión arterial, la frecuencia cardíaca, el gasto cardíaco (la cantidad de sangre que el corazón bombea por minuto), así como las poblaciones de células inmunitarias y los biomarcadores sanguíneos de inflamación. Los datos se recopilaron antes, durante y después de que los sujetos se sumergieran en un jacuzzi y se sentaran en saunas tradicionales de calor seco e infrarrojo lejano.
El estudio analizó a 10 hombres y 10 mujeres que hacían ejercicio regularmente. El objetivo era aislar las respuestas fisiológicas a cada método de calentamiento en una población joven y sana.

"Observamos que la inmersión en agua caliente fue la que tuvo mayor impacto en el aumento de la temperatura corporal central, que es el principal estímulo para estas respuestas posteriores. El aumento de la temperatura corporal provoca un aumento del flujo sanguíneo, y la simple fuerza de la sangre al circular por los vasos sanguíneos es beneficiosa para la salud vascular", ha afirmado Atencio.
Aunque el equipo de investigación tomó muestras de sangre de los sujetos después de cada tipo de terapia de calor, solo la inmersión en agua caliente produjo una respuesta inflamatoria, medida por los niveles de citocinas inflamatorias, un tipo de molécula de señalización inmune, y poblaciones de células inmunes. Atencio y su equipo no se sorprendieron con esos resultados.
"La inmersión en agua caliente produce cambios más marcados en la temperatura corporal central porque no se puede disipar el calor eficazmente como ocurre en contacto con el aire y sudando para enfriar el cuerpo. Cuando se está sumergido en agua, los mecanismos de sudoración no son eficientes", ha explicado. Minson ha estudiado las terapias de calor durante más de dos décadas. Se ha centrado en cómo el calor interactúa con factores como la edad, el ejercicio y las enfermedades en hombres y mujeres.
Con moderación
“No me cabe duda de que si las personas están dispuestas a someterse a terapia de calor, esto se traducirá en una mejor salud, siempre que se haga con moderación. Si se repiten estas tensiones a lo largo del tiempo, nuestro laboratorio y muchos otros han demostrado que son consistentes con una mejor salud”, ha aconsejado Minson.
El ejercicio regular puede brindar beneficios similares e incluso mejores en algunos aspectos que los de la terapia de calor, agregó, pero las personas que no pueden o no desean hacer ejercicio pueden encontrar que la terapia de calor ofrece una opción atractiva. "Puede ser una experiencia muy pacífica, a veces religiosa, a veces cultural y a veces social. Y creo que esos aspectos contribuyen a los beneficios para la salud y son cruciales. Queremos que las personas actúen con prudencia y seguridad. Debemos asegurarnos de que sus médicos u otras personas les den la autorización para la termoterapia o para el ejercicio, ya sea caminar, trotar o entrenamiento de fuerza de intensidad leve a moderada. De esta manera, podrán realizar la termoterapia sin problema", ha recomendado.
Como corredora, Jessica Atencio conoce personas a quienes les gusta combinar la terapia de calor con el ejercicio. "Siempre decimos que el ejercicio es el principal tratamiento no farmacológico que las personas deberían seguir para promover la salud, pero algunas no pueden o simplemente no quieren hacerlo. La terapia de calor es un buen complemento", ha destacado.