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'La tía Mari', un homenaje a toda una generación de mujeres mayores cuidadoras

Laura Moro

Foto: Instagram: Alejandro Varo

Sábado 13 de septiembre de 2025

25 minutos

Alejandro Varo se ha inspirado en su tía abuela para publicar su primera novela

'La tía Marí', un homenaje a toda una generación de mujeres mayores cuidadoras
Laura Moro

Foto: Instagram: Alejandro Varo

Sábado 13 de septiembre de 2025

25 minutos

La vejez, la soledad y el papel de los cuidadores son realidades que a menudo permanecen invisibles en nuestra sociedad. Sin embargo, a través de la historia de su tía abuela Mari, Alejandro Varo nos invita a mirar de cerca estas experiencias, mostrando la complejidad, las emociones y la fortaleza de las personas mayores.

Como explica el autor “ella asume, después de la muerte de mi abuela, que vive sola y que seguirá viviendo sola el resto de su vida, y lejos de compadecerse de sí misma, abraza esa nueva etapa vital”. La novela pone así en valor los lazos familiares, los cuidados silenciosos y la capacidad de adaptación ante los cambios de la vida.

Más allá de ser un homenaje familiar, La tía Mari ve llover desde Costa Rica nº2 es un recordatorio de la importancia de acompañar a quienes nos rodean, reconocer su autonomía y celebrar la vida cotidiana que, aunque a veces parezca rutinaria, está llena de historias que merecen ser contadas.

 

 

P: ¿Cómo y cuándo surge la idea de escribir este libro?

R: Durante el confinamiento me descubrí pensando, mientras escribía un artículo sobre la situación, en las mujeres maltratadas, que se veían obligadas a compartir durante semanas espacio con sus maltratadores, sin poder salir apenas a la calle, y también en las personas mayores que, como mi tía Mari, vivían solas, y a las que la soledad y el silencio de las calles, como ella nos contaba a la familia por teléfono, podía afectarles. 

Hubo entonces una editorial que convocó un concurso de relatos confinados, sobre la vuelta a las calles después del confinamiento. No lo gané, pero participé con una pequeña historia en la que mi tía Mari volvía a comprar en la plaza de Cádiz, todavía un poco recelosa por ser la primera vez que podía salir a la calle con cierta normalidad después de varios meses de cierre. Después de presentarlo, la idea me siguió rondando por la cabeza.

P: ¿Por qué has elegido a tu tía abuela como protagonista?

R: Con el paso de los años, la admiración que le tengo a mi tía Mari ha ido creciendo. De niños, mis primos y yo la veíamos como la hermana de mi abuela, que era algo estricta y que no nos dejaba bañarnos lejos de la orilla en la playa, pero también la que en Navidades y en Semana Santa cocinaba, y sigue cocinando, unos pestiños y unas torrijas de muerte. Ahora, de adultos, ya somos capaces de entender que antes de tía abuela es una mujer, más allá de su rol familiar, con sus aspiraciones y contradicciones, y poder verla así ha permitido que me interese mucho más en ella y en su vida y que la entienda mucho más y mejor. Al final, no solo es interesante, sino también bonito, ser capaz de entender a las personas a las que de pequeño solamente veías e identificabas con el papel que desempeñaban en un determinado círculo, familiar en este caso, e identificarlas como ser humanos complejos.

Además, después de la muerte de nuestra abuela, su hermana, nos dio una lección a todos nosotros, porque, tras años cuidando de una persona con alzhéimer, para lo que demostró una fortaleza admirable, ha sabido adaptarse a una nueva etapa de su vida, con ayuda de su amiga Chari, y seguir viviendo como quiere. Hay muchas personas que se apagan cuando se jubilan, por ejemplo, o ante situaciones similares, pero la tía Mari no ha sido una de ellas.

Y como uno de los aspectos que más me atrae de cualquier historia es su posible universalidad, creo que la tía Mari puede representar a muchas de las mujeres de su generación, de las que han estado pendientes siempre de las personas de su familia, cuidándolas, pero que, como decía antes, también ha tenido una vida interesante, ajena a nosotros, y ha descubierto que, a pesar de tener cierta edad, puede seguir disfrutando, experimentando o retomando antiguas amistades, porque la edad, a pesar de los achaques que conlleva, no tiene por qué suponer una limitación autoimpuesta. 

Muchas de las personas que ya han leído la novela me han comentado que el personaje les ha recordado a alguien de su familia, siempre a alguna mujer, que ha cuidado de otros miembros o que ha sido además la transmisora de las costumbres y de las tradiciones, locales y familiares, a través, por ejemplo, de la gastronomía o de su manera de hablar. Es muy emotivo ver cómo el personaje trasciende y todo el mundo, a pesar del carácter andaluz de la novela, se encariña con la historia y con la tía Mari.

P:¿Qué pensó tu tía cuando le dijiste que estabas escribiendo un libro sobre ella?

R: Ella realmente no supo nada hasta que el primer borrador estuvo terminado. Durante las Navidades de 2021, en las que llovió tanto y había tantas limitaciones por la pandemia, la idea de aquel relato que presenté al concurso continuó creciendo y se convirtió en un manuscrito de unas setenta páginas. El día de Reyes lo imprimí y se lo regalé a ella y al resto de la familia. Hasta entonces, la única que sabía que había estado escribiendo todas las Navidades era mi hermana. 

Al principio creo que no supo exactamente por qué había escrito aquella historia de la que ella era la protagonista. Luego la leyó y me comentó que había algunas cosas que le gustaron más que otras, que había algunas, por cuestiones literarias, que eran ficticias y otras que habían sido exageradas, pero creo que el resultado final le gustó mucho, porque, de algún modo, se siente identificada con su alter ego.

A veces me dice de broma que el día que se harte de que vaya hablando de ella me va a cerrar el grifo, que es su vida la que está en juego, pero creo que se siente muy orgullosa. Al principio no pensábamos que pudiera publicar algún día la novela y ahora vamos ya acabando la segunda edición.

P: En la portada aparece ropa tendida, ¿qué representa? 

R: Al comienzo de la novela, mi tía Mari está tendiendo la ropa en su azotea cuando le empieza a llover. Desde que la novela fue creciendo y cogiendo forma, quería que la portada recogiese la esencia de la novela. Por un lado, a mi tía Mari, y, por otro lado, a la ciudad de Cádiz. Por eso tiene el cielo ese azul tan intenso, el suelo rojo teja propio de las azoteas y unos edificios blancos al fondo, que recuerdan a Vejer. 

En cuanto a la ropa, un día, antes de saber que la novela se iba a publicar, subí con ella para tender, aunque no me dejó hacer nada. Mientras ella tendía, le hice unas cuantas fotos de espalda y otras en las que ella no aparecía. Le mandé a la editorial una en las que no salía ella para que la idea del personaje fuera más abstracta. Que además la ropa esté meciéndose por el viento es llamativo, porque en Cádiz siempre suele haber. Propuse también que un vestido suyo apareciese. Enrique Schiaffino, el ilustrador, hizo que uno que ella tiene, el de flores, estuviese también con el resto de la ropa. Creo que ha hecho un trabajo precioso.

P:¿Ha participado tu tía de alguna manera en el proceso de escritura?

R: Como ella no sabía que había estado escribiendo una novela sobre ella, no participó, pero si es cierto que durante aquellas Navidades yo iba tomando notas a escondidas, enviándome mensajes de Whatsapp a mí mismo o a mi hermana, sobre lo que ella nos iba contando, para que no se me olvidara, porque ha tenido una vida bastante interesante. De hecho, ahora me da pena que la novela ya esté publicada o que incluso no le fuese preguntando directamente, porque, como sigue contándonos anécdotas, hay algunas que hubieran quedado muy bien en la novela, al igual que hay otras que he decidido guardar, porque, aunque nunca se sepa del todo cuál es la línea que separa la realidad de la ficción, creo que también la honro manteniendo ciertas cosas entre nosotros.

 

 

P: ¿Qué es lo que quieres transmitir con esta historia?

R: Diría que es una novela con muchas capas y que puede tener varias lecturas. Quiero homenajear a mi propia tía abuela, pero también a todas las mujeres de su generación y a la ciudad de Cádiz, especialmente ahora, que se está comprobando que las grandes ciudades ofrecen trabajos precarios, alquileres impagables, ritmos frenéticos o distancias inabarcables, y reivindicar así la importancia de la comunidad, de las ciudades pequeñas, en las que el individuo se siente más cuidado, y porque representan a gran parte de la herencia cultural de nuestra sociedad, gracias a las mujeres de las familias, que siempre han sido, por imposición social también, las transmisoras, como decía, de las tradiciones que nos definen y que tanto cuesta encontrar en las grandes capitales.

Al ser la protagonista una mujer, también quería reivindicar que han sido ellas las encargadas, por haber nacido mujeres precisamente, de los cuidados familiares y que esa imposición es la causa de muchas de las contradicciones que sufren y que en ocasiones conllevan cierto grado de culpabilidad, sobre todo cuando comienzan a preocuparse por sí mismas, como le ocurre a la protagonista después de la muerte de su hermana. 

Además, considero que es prácticamente un deber social ser conscientes de la importancia de la comunidad y de la sociedad. Como hoy en día, especialmente en las grandes ciudades, se observa cómo el individuo va cobrando más peso que la comunidad, reivindicarla es crucial para que no evolucionemos hacia una sociedad más individualista o egocéntrica, sino que se preste atención al resto de personas que forman nuestra sociedad, porque no vivimos solos en el universo y debemos ser conocedores de las distintas realidades por las que atraviesan quienes nos rodean. 

La adaptación a los nuevos tiempos también está presente. Al comienzo, antes de los eventos que le ocurren, mi tía Mari no tenía móvil, e incluso criticó en broma a su hermana mayor cuando pidió uno por Reyes, porque decía que a dónde iba con uno con su edad, pero ahora tiene WiFi en su casa, teléfono con WhatsApp y ya podemos enviarle fotos de nuestros viajes o notas de audio. Esta es una manera de querer continuar viviendo, sin rechazar las novedades que surgen por haber cumplido ya una determinada edad.

 

 

P: ¿Por qué has querido hablar de la soledad?

R: En las personas mayores, que tienen a sus hijos viviendo fuera, o trabajando y sin tiempo, que se han quedado viudas o que han ido viviendo la muerte de sus amistades de toda la vida, la soledad está muy presente. Hay casos en los que, además, esa soledad puede ser más dolorosa todavía, si se sabe que para los familiares se es indiferente, pero también es esencial aceptarla y asumirla para continuar viviendo sin el peso que pueda suponer no vivir en paz con la situación personal. 

Ella asume, después de la muerte de mi abuela, que vive sola y que seguirá viviendo sola el resto de su vida, y lejos de compadecerse de sí misma, abraza esa nueva etapa vital, porque llega incluso a rechazar la propuesta de su otra hermana de irse a vivir con ella algunas temporadas, y la afronta con optimismo, resignación y sabiduría. Retoma el contacto con antiguas amistades; al principio se impone rutinas que luego va modificando; también sale a pasear con su amiga Chari, que la lleva a clases de gimnasia; o incluso ha llegado a irse de viaje con familiares o amigas cuando se lo han propuesto. En estas Navidades se montó en un avión por primera vez.

La soledad que ella vive no tiene por qué ser negativa necesariamente; vive sola, porque ella lo prefiere, pero eso no significa que lo esté. Es muy afortunada. 

P: ¿Por qué es importante hablar de la figura de los cuidadores?

R: Muchas veces el papel que tienen los cuidadores, especialmente de personas enfermas, pasa a un segundo plano, y es común, aunque ahora se está reivindicando más su presencia, que no se tenga en cuenta el propio sufrimiento que pueden estar atravesando durante la enfermedad, a pesar de no ser quienes están enfermos, y es muy necesario cuidar de esas personas, independientemente de la enfermedad de la que se trate, porque también son susceptibles de atravesar por momentos difíciles que los superen o que causen que caigan en otro tipo de enfermedades. Por eso quería también que en la novela la protagonista fuera precisamente una persona que ha estado cuidando de otra durante muchos años, y que acaba recordando que después de esos cuidados ella tiene su propia vida y tiene que disfrutarla.

P: ¿Crees que hacen falta más historias de personas mayores como protagonistas donde se traten sus problemas sin prejuicios ni estereotipos?

R: Por supuesto, sobre todo si es para contar historias en las que se observe que siguen teniendo inquietudes o preocupaciones, y que no tienen por qué estar siempre relacionadas con el cuidado de los demás o con el pasado, sino con su vida presente y con los nuevos problemas que le surjan en su día a día, que, por supuesto, estarán condicionados por la edad y otros aspectos del personaje protagonista. 

P: ¿A quién está dirigido?

R: Como decía antes, la novela tiene muchas capas y toca muchos temas. Creo que el estilo es sencillo, llevadero y que no se hace pesado, por lo que cualquier persona, de cualquier edad, puede acceder a la lectura. En el colegio donde imparto clases, por ejemplo, hay bastantes alumnos que han comenzado a leerla. 

También es posible encontrar muchísimas referencias o hacer análisis más profundos, según la intención con la que se lea la novela. No solamente aparecen el homenaje a Cádiz o a mi tía Mari, sino que también se habla de la memoria, del paso del tiempo, de la feminidad, de la pérdida, de la nostalgia o de los conflictos que surgen entre generaciones, y, a lo mejor, esa variedad temática puede hacer que atraiga a bastantes lectores o que muchos sientan afinidad ella. 

Sobre el autor:

LauraMoro

Laura Moro

Laura Moro es graduada en Periodismo y Comunicación Audiovisual por la Universidad Carlos III de Madrid, y está especializada en temas de salud y género. Su trayectoria profesional comenzó en Onda Cero Talavera.

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