
Miércoles 8 de octubre de 2025
2 minutos

Con los años y la llegada de la jubilación, disponemos de más tiempo para dedicarlo a actividades deportivas, culturales, benéficas o familiares. Es entonces cuando las relaciones sociales y la amistad se fortalecen y adquieren un valor añadido gracias a los vínculos que se crean al compartir estas aficiones.
Sin embargo, llega un momento en que, quizás porque la edad nos vuelve más intransigentes o simplemente por cansancio, dejamos de estar dispuestos a soportar según qué cosas. Y aquella convivencia idílica empieza a resquebrajarse, muchas veces por motivos más propios de otras edades. Surgen los distanciamientos, las incompatibilidades, los abandonos; las buenas relaciones se resienten y se rompe el “juguete”con el que todos disfrutábamos.
Si, por ley de vida, ya perdemos amigos por el camino, triste es que, por hechos menores, por no decir infantiles, nos alejemos de los pocos que nos quedan.
Reflexionemos, vale la pena.
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