No se encuentran jóvenes cualificados que nos sustituyan

Pienso que los que hemos tenido la suerte de nacer y vivir en pequeños pueblos somos unos afortunados, a pesar de los inconvenientes que ello representa a lo largo de toda una vida. En los pueblos, la vida es más tranquila, sana y humana. Una gran mayoría de los ciudadanos combinaban la agricultura con la construcción, la industria o el comercio. Las familias, en su mayoría eran numerosas y las generaciones seguían y mantenían el mismo estatus de negocio. La industria y la construcción nos daba trabajo y el comercio nos facilitaba los víveres y equipamiento necesario.

Con 12 años se terminaba con los estudios y había que ayudar a los padres en su trabajo, bien en el comercio, la construcción o el campo. El campo era rentable y había que llenar la despensa de productos y la libreta de ahorros.

Con 16 años, emprendimos muchos el trabajo en empresas, primero de aprendices, luego de ayudantes, terminando de oficiales, combinándolo con los estudios en escuelas nocturnas y de repaso, y así logramos llegar a la jubilación, en la cual combino los ratos libres con un pequeño huerto para abastecimiento propio de verduras y hortalizas.

Hoy las pequeñas y medianas empresas atraviesan una crisis generacional al no encontrar jóvenes cualificados que nos sustituyan. Hoy los jóvenes quieren ser funcionarios, esto les da seguridad y buena paga y no como a nosotros, que habiendo trabajado y cotizado más de 45 años, nos penalizan parte de la paga de por vida. ¿Quién dijo que todos somos iguales?

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