Josep Moya Ollé
Opinión

La crisis de la Atención Primaria de Salud

Josep Moya Ollé

Lunes 7 de noviembre de 2022

7 minutos

La crisis de la Atención Primaria de Salud

Lunes 7 de noviembre de 2022

7 minutos

El problema

Durante años, la Atención Primaria de Salud ha alcanzado tanto en Catalunya como en el Estado Español unos niveles de alta calidad, y ello ha repercutido positivamente en el resto de los niveles asistenciales, el hospitalario y el sociosanitario, ya que estos han podido realizar su tarea a partir de los filtrajes adecuados de la Atención Primaria

No obstante, en los últimos años se viene produciendo un proceso de degradación progresiva de la Atención Primaria, tanto en Catalunya como en el resto del Estado Español. 

“La Atención Primaria, tal como la hemos conocido, se muere, está en trance de desaparecer. Y ello no parece preocupar más que a algunos sectores de los profesionales implicados”, se publicaba en un número de la Revista de pediatría y atención primaria, en junio del 2022. 

El mismo artículo explicaba que mientras que el gasto sanitario público creció en la década de 2009 a 2019 un 9,8%, el dedicado a la Atención Primaria permaneció congelado. Y esto había ocurrido en un período de tiempo en el que se habían abierto nuevos centros y se habían sumado nuevos servicios y funciones a la Atención Primaria. La consecuencia de ello no podía ser otra que una retracción de la calidad del conjunto de la Atención Primaria y de los servicios que venía prestando.

En este contexto, muchos profesionales han denunciado que la Atención Primaria ha sido siempre la hermana pobre del sistema sanitario, pero ahora es la hermana paupérrima, con problemas de financiación graves y demoras intolerables en las citas, según denunciaba Marciano Sánchez Bayle, portavoz de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública (FADSP), organización que realizó un estudio que demostraba que el gasto sanitario en los centros de salud continuaba siendo bajo y todavía se situaba 0,74 puntos por debajo del de 2010, año en que se efectuaron los primeros recortes presupuestarios provocados por la crisis económica. 

Para acabar de complicar las cosas, en los próximos cinco años se producirá un máximo de jubilaciones de médicos; más concretamente, hasta el año 2026 se jubilarán el 20 por cien de todos los médicos en activo, según datos del Consejo de los colegios de médicos de Catalunya y del Colegio de médicos de Barcelona. La situación en el resto del Estado Español no es mejor; así, según datos del Centro de Estudios del Sindicato Médico de Granada, España perderá 80.000 médicos por jubilación en los próximos diez años, a una media anual de entre 7.000 y 8.000 médicos por año. 

Estos datos muestran la gravedad del problema. Sin médicos y sin personal de enfermería, la Atención Primaria de Salud acabará desapareciendo. Las consecuencias de ellos son previsibles y, de hecho, ya se están dando en el momento actual.

En primer lugar, la canalización de las consultas hacia la atención hospitalaria, con la correspondiente sobrecarga de las urgencias hospitalarias y de las hospitalizaciones. 

En segundo lugar, la disminución radical de la calidad asistencial que, afectará de manera predominante, a la población infantil y a los mayores de 65 años, los principales usuarios de la atención primaria. 

Todo ello provocará un aumento de la morbilidad y de la mortalidad. 

Las causas de la crisis

Sin ánimo de ser exhaustivos, podemos considerar que hay tres grandes grupos de factores. 

En primer lugar, la planificación, o mejor dicho, la ausencia de una planificación adecuada. Es un problema estudiado y denunciado por varios colegios profesionales y por sindicatos médicos. Así, el Sindicato Médico de Granada ya alertó sobre la necesidad de convocatorias con más plazas MIR de médicos de familia. Ahora bien, como advirtió el mismo Sindicato, esta es una especialidad que no llama la atención de los futuros médicos especialistas. Un ejemplo de ello es que en la última adjudicación de plazas MIR quedaron desiertas 93 plazas de la especialidad de medicina familiar y comunitaria. Cabría preguntarse la razón de ello, pero eso requeriría un análisis en profundidad que desbordaría la extensión de este artículo. 

Sin embargo, podemos plantear algunos elementos; por ejemplo, las limitaciones de la carrera profesional que, en general, está diseñada básicamente para médicos que trabajan en hospitales y tienen acceso a la investigación y a la docencia, ambas con una presencia simbólica en la atención primaria. Es ya un esquema clásico que un médico que ejerce en un hospital dedique una parte de su tiempo a la asistencia, otra, a la docencia, y una tercera, a la investigación. Y para ello no suele requerir desplazarse de su hospital. Además, en su centro dispondrá de un órgano que le asesorará y le facilitará la publicación de sus trabajos. La situación de los facultativos de los CAP es muy diferente y, salvo raras excepciones, no tendrán acceso a la docencia ni a la investigación. 

Otro factor relevante es el prestigio social. En general, y es algo apuntado por varios médicos de familia que hemos entrevistado, la medicina familiar y comunitaria no tiene prestigio social, prueba de ello son los comentarios de varios representantes de ayuntamientos cuando afirman que “los que valen se quedan en los hospitales, y los que no, vienen a nuestro pueblo”. Además, los medios de comunicación suelen dar mucho espacio a todo lo hospitalario pero prácticamente nunca mencionan a los profesionales de los centros de atención primaria. 

Un segundo grupo de factores es el de las condiciones laborales. Aquí deben incluirse no solo los salarios, muy inferiores a los de otros países de la Unión Europea, sino también otros aspectos como son: a) la desaparición progresiva del concepto de equipo, b) la excesiva burocratización, que comporta una dedicación considerable de tiempo a tareas administrativas, c) la poca autonomía en la gestión, que dificulta la toma de decisiones. 

Finalmente, un tercer grupo de factores, es el social. Aquí se pueden señalar, entre otros, la excesiva medicalización de la vida cotidiana, en virtud de la cual, muchos problemas sociales y/o psicológicos se pretenden resolver a partir de diagnósticos y prescripciones médicas; la progresiva tecnologización de los procedimientos exploratorios, en detrimento de las anamnesis y las exploraciones físicas, con lo que se alargan y encarecen los procesos diagnósticos y se prolongan las listas de espera. 

¿Qué hacer? 

Llegados a este punto es preciso aportar propuestas urgentes que, obviamente, han de corresponderse con las causas. 

En lo que se refiere a los factores de planificación, parece evidente que se debería, en primer lugar, aumentar el número de estudiantes de las facultades de medicina así como el número de plazas MIR. Esta planificación debería tener muy en cuenta el problema del relevo generacional así como el hecho de que muchos médicos y personal de enfermería opta por salir del país en busca de mejores condiciones laborales. Por otro lado, esta planificación debería incluir todo un conjunto de medidas para hacer más atractiva la especialidad de medicina familiar y comunitaria

En lo que atañe a las condiciones laborales, resulta evidente que es necesario implementar mejoras en los salarios de los médicos y del personal de enfermería. Por otro lado, se debería rescatar el concepto de equipo de trabajo, es decir, diseñar la organización de los centros de asistencia primaria como un todo que incluya a los recepcionistas, administrativos, informáticos, personal de limpieza, seguridad, personal de enfermería y personal facultativo. Debe tenerse muy presente que todos ellos son absolutamente imprescindibles en todo CAP y que el o la recepcionista es el primer profesional al que se dirigen los pacientes. En este sentido, la comunicación permanente entre recepcionistas, enfermería y facultativos es fundamental. 

Finalmente, en cuanto a los factores sociales, la desmedicalización de la vida cotidiana es un tema básico. Los problemas de los desahucios, la pobreza energética, el paro o la inseguridad ciudadana no son temas que deban ser abordados por los agentes de salud salvo aquellos casos en los que acaben provocando enfermedades. Por otro lado, nos parece que una manera de hacer más atractiva la especialidad de medicina familiar y comunitaria sería implementar procesos que integraran a los equipos de los CAP en la dinámica ciudadana, esto es, incorporarlos en los procesos de análisis y toma de decisiones en temas de salud. Dicho en otras palabras, conseguir que los profesionales de los CAP sientan que forman parte de la comunidad en la que trabajan, que se les tiene en cuenta, que se les valora como elementos fundamentales del tejido social. 

Nos parece que este conjunto de propuestas podría paliar, al menos en parte, un problema que nos atenaza y que nos afectará a todos.

Sobre el autor:

Josep Moya Ollé

Josep Moya Ollé

Josep Moya Ollé (Barcelona, 1954) es psiquiatra y psicoanalista. Ha trabajado activamente en el ámbito de la salud pública, siendo presidente del comité organizador del VII Congreso Catalán de Salud Mental de la Infancia y psiquiatra consultor del SEAP (Servei Especialtizat d'Atenció a les Persones), que se ocupa de la prevención, detección e intervención en casos de maltratos a mayores.

Es el fundador del Observatori de Salut Mental i Comunitària de Catalunya.

Su práctica clínica privada la realiza vinculado a CIPAIS – Equip Clínic (Centre d’Intervenció Psicològica, Anàlisi i Integració Social) en el Eixample de Barcelona.

Como docente, imparte formación especializada en ACCEP (Associació Catalana per a la Clínica i l’Ensenyament de la Psicoanàlisi), en el Departament de Benestar Social i Família y en el Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada del Departament de Justícia de la Generalitat de Catalunya.

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