

Microempresas, macroproblema: el tejido empresarial de España frena su propio crecimiento
Juan Manuel Sánchez Quinzá-TorrojaMartes 2 de septiembre de 2025
3 minutos

Martes 2 de septiembre de 2025
3 minutos
En los últimos años se viene poniendo de manifiesto un gran problema estructural del tejido empresarial español: el reducido tamaño de sus empresas. De hecho, las grandes empresas apenas llegan al 0,2% del tejido empresarial.
Economía fragmentada
Esta situación genera una economía fragmentada y con escasa capacidad de generar empleo, productividad e innovación. Asimismo, más del 50% de las empresas no cuenta con ningún trabajador y el 99,8% no supera los cuatro empleados. Para ejemplificarlo, si cada microempresa sin empleados contratara a una persona, se crearían hasta 2 millones de nuevos puestos de trabajo, lo que podría aumentar el PIB en un 5,6%.
Se presentan dos caras de una misma moneda: los empresarios señalan el aumento de costes laborales como uno de los mayores obstáculos para contratar, haciendo especial referencia al fuerte incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) desde 2016 y a la reducción de la jornada laboral como trabas para el crecimiento. Sin embargo, los datos de la OCDE y de la Comisión Europea contradicen esa narrativa: entre 1990 y 2022, la productividad por hora trabajada en España ha aumentado mucho más (30%) que los salarios reales (11,5%).
Aun así, si comparamos el paradigma empresarial español con el de sus socios europeos, se hacen más evidentes las debilidades estructurales del modelo nacional. De esta forma, el número de medianas empresas debería aumentar un 36% para alcanzar la media de los principales países europeos, un problema que lastra por completo la competitividad de nuestro sistema.
Cronificación del problema
España no puede permitirse seguir atrapada en un modelo empresarial que genera empleo precario, baja productividad y escasa competitividad internacional. El problema no es nuevo, pero se está cronificando: más del 99% de las empresas españolas son pymes y la mayoría ni siquiera tiene empleados. De media, nuestras empresas no llegan a los cinco trabajadores, mientras que en Alemania la cifra asciende a casi 12. Esta estructura no es sostenible en una economía globalizada que exige innovación, inversión y capacidad de adaptación.
Esta sobredosis de microempresas no solo ahoga el crecimiento, sino que reduce la capacidad de pagar buenos salarios, exportar, sobrevivir a las crisis y generar valor añadido. Las microempresas españolas son tres veces menos productivas que las grandes, pagan un 26,8% menos de salario y exportan un 40% menos que la media europea. A esto se le suma una esperanza de vida empresarial muy baja: las empresas sin empleados no superan los nueve años de vida media, y casi la mitad de las que tienen uno o dos trabajadores no pasan de los siete años.
Conclusión
Lo que se necesita no es seguir multiplicando empresas minúsculas con escaso margen de supervivencia, sino crear condiciones que faciliten el crecimiento real. España debe aligerar su entramado burocrático, simplificar trámites y ofrecer incentivos que favorezcan la consolidación, la cooperación entre negocios y las fusiones estratégicas. En lugar de aplaudir la creación de cada nueva microempresa como un éxito, hay que apostar por mejorar las que ya existen, impulsarlas a crear estructuras más sólidas, con capacidad para contratar, exportar e innovar.
Porque mantener millones de negocios en miniatura no es señal de dinamismo, sino de estancamiento. Y si el 0,2% de las empresas concentra todo el potencial competitivo del país… ¿de verdad vamos a seguir ignorando el elefante en la habitación?