
Ruta cultural y gastronómica por el murciano Valle de Ricote
Un recorrido por la herencia árabe de la Región de Murcia: Ulea, Ojós, Ricote, Blanca y Abarán

Si existe algún lugar en el que todavía podemos sentir la sensibilidad de la cultura árabe, ése es el Valle de Ricote, bañado por el río Segura. Proponemos una ruta para comprobarlo que comienza en Ulea, pasa por Ojós, Ricote y Blanca y termina en Abarán a lo largo de la que descubriremos una vega fértil anclada en su herencia árabe, de la que dan muestra, además de sus sistemas de regadío, sus numerosos vestigios. El apacible discurrir del río nos trasladará de soto en soto, a través de meandros cuajados de chopos y sauces, ocultando tras ellos un mar de frutas, verduras y hortalizas.

Además, el Valle de Ricote tiene una rica tradición gastronómica que en el caso de la localidad que da nombre al valle, Ricote, tiene al vino local como protagonista. Blanca, por su parte, conserva la herencia del esparto y en Abarán, el visitante puede recorrer una ruta que le conducirá a cuatro de las numerosas norias o "ñoras", como se conocen por estas tierras a estos artilugios cuyo función es elevar el agua del río para regar las vegas más lejanas aunque sólo algunas de ellas se siguen utilizando hoy en día.
Ulea
Ulea es tierra de contrastes, donde el verde del Valle de Ricote se mezcla con los paisajes secos de las montañas colindantes. La configuración de sus calles, estrechas y escalonadas, el rumor del agua a través de fuentes, aljibes y norias, el quehacer de la gente, tranquilo y sosegado, ponen de manifiesto la herencia musulmana que se extiende por todo el valle.
Íberos y romanos se asentaron sobre sus tierras, sin embargo, fue bajo dominio musulmán cuando se configuró la imagen de la actual población que, al igual que sus vecinos, tras la Reconquista perteneció a la Orden de Santiago hasta mediados del s. XIX.
Entre los monumentos importantes que podemos visitar destacan la Iglesia de San Bartolomé, situada en la parte más alta del municipio y que data del s.XVI, la Pila de la Reina Mora y la Plaza del Henchidor, donde cada 3 de mayo se baña la Santísima Vera Cruz.

Su cocina se basa principalmente en frutas y verduras de la zona, destacando sus arroces y guisos de fácil digestión, debido a la excelente climatología, que invita a este tipo de platos.
Un exponente de esta cocina es el arroz empedrao o, como se conoce comúnmente en los hogares murcianos, arroz con habichuelas. Se trata un arroz, elaborado en paella, muy diferente, sin carne, pero con ingredientes que lo hacen original y muy sabroso que se elabora con alubias, arroz, coliflor, berenjena, ajos tiernos, patata, habas tiernas, alcachofas, judías verdes, tomate grueso, bacalao torrado, pimentón, azafrán y sal.

Arroz empedrao. Foto: Región de Murcia
Ojós
Unos fogones en los que se suelen elaborar, según una receta cuatro veces centenaria, los famosos bizcochos borrachos de Ojós, así llamados porque están empapados en almíbar y vino.

Bizcochos borrachos de Ojós. Foto: Región de Murcia
Y ya, con. el regusto del borracho que es imprescindible probar, podemos rendir visita a la Iglesia de San Agustín, patrón del municipio, de estilo mudéjar, sin olvidar que muy cerca está el embalse del Mayés, cuyas aguas y bellos paisajes son un buen reclamo para el viajero.

Ricote
El Valle de Ricote fue el último reducto morisco del Levante español, ya que en él permanecieron los mudéjares del Reino de Murcia hasta su expulsión en 1614.
Esta larga permanencia árabe, junto al paisaje desértico de las sierras que bordean la vega, ha hecho que su fisonomía conserve rasgos tan orientales que la referencia al oasis es casi obligada.
La villa de Ricote, antigua fortaleza dominadora, a la que los árabes llamaron Alarbona, es hoy verdaderamente apacible. Está enclavada entre el vergel huertano y la caliza de su sierra, en la que crecen las vides que dan cuerpo a su famoso y artesanal vino, de poderosa graduación, oscuro color y corta comercialización.
Con ese dulce regusto en el paladar, la villa nos muestra el encanto de sus casas blasonadas, la Iglesia de San Sebastián, donde se guardan obras notables, entre ellas, su valioso órgano restaurado. También de gran interés es la Casa Grande o de los Llamas, de puro barroco murciano y con notables rejerías labradas.

Un buen lugar Ricote para probar el famoso zarangollo, un plato tradicional muy ligado a la huerta de esta zona. Se trata de un plato que, además de deliciosos es muy saludable protagonizado por la cebolla el calabacín y los huevos que se come especialmente en primavera, aunque es delicioso para comerlo durante todo el año.

Blanca
Entre los restos históricos del municipio, destaca el castillo coronando la villa, construido en el siglo XII por los musulmanes, ante él se muestra el valle lleno de esplendor. Es accesible desde el casco antiguo de la población, donde el viajero podrá conocer la estructura de la antigua villa medieval al igual que disfrutar del calor de sus gentes.
Destacan también, entre sus edificaciones, la Iglesia de San Juan Evangelista, del siglo XVI; la Ermita de San Roque de estilo barroco; la casa La Favorita, construida en estilo ecléctico durante el siglo XIX; la casa del Conde, fiel muestra del neoclasicismo del XIX y, por último, el Teatro Victoria, en el que se realizó una importante restauración y modernización de sus instalaciones a finales de la década de los 90.

Iglesia de San Juan Evangelista en Blanca. Foto: Wikipedia
De obligada visita es la Fundación Pedro Cano, que se encuentra situada en una extraordinaria construcción a orillas del río Segura y alberga algunos de los mejores trabajos de este artista blanqueño. Además, cuenta con salas para exposiciones temporales, talleres, biblioteca y auditorio.
También es interesante para el visitante el Centro de Interpretación de la Luz y el Agua, que expone el aprovechamiento hídrico a lo largo de la historia del municipio.
Blanca, donde se mezcla la belleza de la naturaleza y el recuerdo de la tradición, ofrece al viajero la posibilidad de disfrutar de un municipio perdido en el tiempo y también de degustar un vino elaborado en el vecino Ricote acompañado de las típicas aceitunas Mollar que aquí, como en Cieza, se producen y que tienen un sabor fuerte y amargo que no deja indiferente a quienes la prueban.

Abarán
Entre montañas y huertas, emerge la localidad de Abarán, fin de nuestra ruta por el Valle de Ricote.
Aunque existen restos arqueológicos de la Edad del Bronce, los datos relevantes de esta localidad datan de la Reconquista, bajo la Orden de Santiago, cuando, tras sufrir una gran despoblación, numerosas familias moriscas de Hellín repoblaron estas tierras.
Completan la belleza de Abarán sus norias, muchas de ellas en funcionamiento en la actualidad. La ruta por cada una de ellas permite conocer el sistema de regadío empleado por los antepasados de los que hoy pueblan la zona.

Destacan entre las bellas construcciones de Abarán la Iglesia de San Pablo, del siglo XVI, el Santuario de Nuestra Señora del Oro, ubicado en la sierra de igual nombre, y la Ermita de los Santos Médicos, patronos de la ciudad.
El Paseo de la Ermita es cita obligada para el viajero que quiera disfrutar de una hermosa panorámica sobre el valle y la Sierra del Oro, paraje natural que comparte con otras localidades del entorno.

Una bella panorámica que se puede contemplar mientras se disfruta de unas Picardías, un dulce típico de Abarán elaborado con avellana recubierta de azúcar caramelizado con un poco de zumo de limón. Esta deliciosa variante del caramelo crocante típica de Abarán aunque también pueden encontrarse en otras partes de la Región de Murcia como en Lorca, en Cieza y en la zona de Bullas donde suelen consumirse durante el carnaval.