Lucas Leal
Medicina general
La salud del cerebro en verano: efectos del calor en el ánimo, la memoria y el comportamiento
Son más notorios a partir de los 38 grados, cuando es más costoso regular la temperatura

La función cognitiva y la regulación de las emociones en el cerebro son cuestiones mermadas por el aumento de las temperaturas, según ha informado la jefa del Servicio de Neuropsicología del Hospital HM Nou Delfos, María García Galant. La experta apunta que el cerebro se ve afectado cuando el termómetro supera los 38 grados, de forma que se producen cambios en la memoria, el estado de ánimo y el comportamiento.
Esta afirmación no es más que la explicación científica de un fenómeno que muchas personas ya conocen de sobra, y es que en verano, aunque tenemos más tiempo para descansar, muchos reconocen estar más irascibles o encontrarse más cansados mentalmente. El sudor y la circulación son los encargados de regular la temperatura corporal, que se mantiene normalmente entre los 36 y los 37 grados. Sin embargo, cuando hace más calor, el sobreesfuerzo para lograr este objetivo puede provocar cambios en el cuerpo.
Cuando el calor afecta a otras regiones del cerebro, sufrimos las consecuencias
En el cerebro, el calor extremo afecta al hipotálamo, la región que funciona como un sistema de control vital. Al concentrarse al máximo en mantener una temperatura ideal en el cuerpo, el cerebro puede obtener recursos de otras regiones, como el lóbulo frontal. Es entonces cuando pueden notarse las consecuencias del calor en la función cognitiva, la atención, la memoria o el razonamiento, explica Galant.

En cuanto a la afectación emocional, la experta en Neuropsicopatía señala que el sistema límbico es otra de las cáreas del cerebro que puede verse perjudicada por la subida de las temperaturas. Es por eso que el calor puede generar inquietud, apatía o mal humor: "La sobreexcitación del hipotálamo también impide conciliar el sueño y descansar con normalidad". Así, la sensación de hambre también está "estrechamente ligada al calor" ya que, por lo general, el organismo requiere ingerir menos cantidad de alimentos para funcionar, mientras que aumenta la necesidad de beber líquidos y mantenerse hidratado.
Por otro lado, las personas que padecen una enfermedad neurológica son más propensas a sufrirla, precisamente por la misma razón. En verano aumentan los episodios de confusión, desorientación o agitación, especialmente en los pacientes con demencia, epilepsia o daño cerebral adquirido, matiza María García Galant: "El calor extremo, la deshidratación y los cambios de rutina propios del verano pueden actuar como un desencadenante de síntomas neurológicos o del comportamiento. Además, ciertos fármacos pueden aumentar la vulnerabilidad ante un golpe de calor con manifestaciones cognitivas, conductuales o neurológicas", asegura Galant.