Por la cantidad de atención que recibe el problema, nunca pensarías que los adultos mayores corren el riesgo de contraer el VIH o enfermedades de transmisión sexual (ETS). Muchas personas no quieren imaginarse a sus padres y abuelos, tíos y tías involucrados en cualquier comportamiento que pueda ponerlos en peligro de contraerlo.
Incluso existen tabúes y dificultades para hacer preguntas a las personas de la tercera edad relacionadas con el historial sexual o de uso de sustancias, o para ofrecer una prueba de contagio, y mucho menos cualquier educación. Los médicos no son ajenos a los estereotipos de nuestra sociedad, y esto puede ser un problema tanto en la prevención como en el diagnóstico en este grupo. Es posible que tanto los servicios médicos como el entorno del paciente no vean más allá del pelo canoso y no pregunte a los pacientes de más de 50 años sobre su actividad sexual o el uso de drogas y que no brinde la información de prevención que es rutinaria para los pacientes más jóvenes. La edad no es una barrera para el SIDA: todos estamos en riesgo.
Son los mismos independientemente de la edad: sexo sin protección o uso compartido de agujas. Tendemos a no pensar en la gente de edad avanzada como sexualmente activas o que usen drogas, pero un estudio recogido por el Grupo de Trabajo sobre Tratamientos del VIH, ONG de desarrollo declarada entidad de utilidad pública, mostró que casi la mitad de las personas con VIH en Europa son mayores de 50 años y que el 45% informaron factores de riesgo, incluidas múltiples parejas, ETS y consumo de alcohol o drogas.
Contrariamente a las creencias populares, los adultos mayores anhelan una vida sexual activa y satisfactoria. El hecho de que el contacto sexual es la ruta de transmisión del SIDA más común entre este grupo demográfico confirma la presencia de actividad sexual y conductas de inseguridad sexual entre esta población. Aunque se sabe poco acerca de los comportamientos sexuales de los adultos mayores con esta dolencia, los nuevos datos sugieren que los que son sexualmente activos tienen comportamientos sexuales arriesgados.
La investigación ha encontrado diferencias entre los adultos mayores y la gente más joven en términos de conocimiento sexual, conductas de arriesgadas y factores biológicos, lo que demuestra la necesidad de intervenciones apropiadas para la edad. La edad avanzada se ha relacionado con tener información incorrecta sobre la prevención, incluida la necesidad de protegerse durante los comportamientos de alto riesgo. A diferencia de las personas más jóvenes, muchas personas de la tercera edad no consideran que el sexo sin protección sea peligroso porque a muchos ya no les preocupa el control de la natalidad, por lo que es menos probable que usen preservativos.
Según la Organización Mundial de la Salud, los datos sugieren que el conocimiento de quienes han sobrepasado los 50 años sobre la gravedad de esta enfermedad puede no afectar su amenaza percibida de SIDA o el uso de condones. Múltiples problemas de salud y cambios físicos relacionados con la edad pueden hacer que los mayores sean particularmente vulnerables a contraerlo. Por ejemplo, las mujeres posmenopáusicas tienen un mayor posibilidad de contagiarse debido a la fragilidad de la mucosa vaginal y a la disminución de los niveles de estrógeno.
Además, estos pacientes pueden progresar más rápidamente del VIH al SIDA. A menudo hay un retraso en el diagnóstico debido a que los médicos subestiman el riesgo de la patología en edades avanzadas y los síntomas comunes de esta se confunden con signos de envejecimiento. Más importante aún, es posible que los mayores no busquen pruebas porque no creen estar en peligro. Por lo tanto, las vulnerabilidades culturales, biológicas y de comportamiento pueden hacer que los esfuerzos por atacar los comportamientos sexuales arriesgados sean aún más críticos en la población de edad avanzada.