
Salvador Macip, el investigador que estudia cómo retrasar el envejecimiento para frenar el alzhéimer
El científico analiza qué relación hay entre la vejez y la enfermedad para hallar posibles curas

El prestigioso investigador del envejecimiento Salvador Macip se une a la Fundación Pasqual Maragall
El prestigioso científico Salvador Macip (@DrMacip), catedrático de Medicina Molecular en la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) y la Universidad de Leicester (Reino Unido), se unió recientemente al BarcelonaBeta Brain Research Center (@BarcelonaBeta) de la Fundación Pasqual Maragall (@fpmaragall), como líder de un nuevo grupo de investigación que analizará los mecanismos biológicos del envejecimiento y su relación con el desarrollo del alzhéimer. Según explica a 65YMÁS, su objetivo será estudiar qué vínculo hay entre ambos, de cara a poder diseñar nuevas intervenciones que logren frenar o retrasar la aparición de la patología.
PREGUNTA: ¿En qué va a consistir su trabajo en el BarcelonaBeta Brain Research?
RESPUESTA: El alzhéimer es una enfermedad aún bastante desconocida a nivel biológico. Se sabe mucho sobre la proteína betamiloide y la Tau, que serían responsables, en principio, de los síntomas, pero aún no tenemos tratamiento ni buenos marcadores.
Nos falta mucho conocimiento. Por eso, en la Fundación han pensado –y es por lo que me han reclutado– en expandirlo y en estudiar los mecanismos biológicos del envejecimiento patológico, ya que se ha visto que en esta enfermedad hay un exceso de lo que se llaman células senescentes. Y esto es importante, porque nos da nuevas dianas terapéuticas, es decir, que podemos intentar intervenir, no sólo yendo contra las proteínas antes mencionadas, sino hacia las propias células.
Debemos ser imaginativos. Hemos tenido éxitos, pero ninguno soluciona el problema como hubiésemos pensado. Así que tenemos que estudiar la enfermedad de forma más tangencial y hay estudios muy prometedores que apuntan a que frenar el envejecimiento ayuda a combatir el alzhéimer.
Nosotros vamos a trabajar en varios niveles. Contribuiremos a buscar más marcadores que puedan servir para predecir la patología. En segundo lugar, estudiaremos nuevos tratamientos. Y finalmente, analizaremos cómo modificar los estilos de vida puede tener impacto en el alzhéimer, sobre todo, en fases iniciales.
P.: ¿Cree que podremos tener fármacos en el futuro que ayuden a rejuvenecer el cerebro y reduzcan el riesgo de alzhéimer?
R.: Hasta cierto punto, esa es la idea. De momento, lo que no podemos hacer es retrasar el envejecimiento normal. Aún no hay ningún fármaco que lo consiga. Pero ya se han hecho avances en animales y, a nivel celular, sin duda, lo hemos logrado. Pero en humanos es más complicado. En alzhéimer, concretamente, se investiga con unos medicamentos que se llaman xenolíticos, que marcan las células viejas.
Estamos ante un cambio de paradigma, porque ya no se va a buscar una solución a la acumulación de proteínas, sino que se intenta reducir todo lo que sabemos que ayuda a avanzar a la enfermedad, como el envejecimiento patológico. Mi esperanza es que algún día veamos estos fármacos para retrasar este proceso a nivel general. De momento, irán saliendo algunos específicos contra la demencia u otras enfermedades relacionadas con la edad.

P.: ¿Cuándo deberían tomarse estos medicamentos?
R.: Debemos trabajar sobre dos factores. Primero, en la detección, o sea, en cómo diagnosticamos lo más pronto posible. En ese sentido, debemos estudiar si hay algún test de sangre que logre hacerlo. Porque cuanto antes lo descubramos, más cosas podremos hacer. Hemos avanzado mucho en ese sentido. Cuando estudiaba medicina, sólo se podía hacer posmortem, a través de una biopsia, pero hoy contamos con marcadores y detección por imagen.
Y es después de ese diagnóstico precoz cuando creo yo que tendría más utilidad este tipo de tratamiento que 'limpia' las células viejas del cerebro, para que el alzhéimer no progrese o lo haga muy lentamente. La idea sería dárselo a las personas de riesgo. Y en este espacio queremos también identificar quiénes son.
De momento, aspiramos a, creo yo, ralentizar el progreso de la enfermedad. Conseguir una reversión sería aún mucho más interesante y fabuloso, pero creo que estamos más lejos. Nos queda mucho trabajo. Es una patología que conocemos desde hace mucho tiempo, pero sobre la cual, científicamente, hemos avanzado poco comparado con, por ejemplo, el cáncer.
P.: ¿Cuánto hay de envejecimiento en el alzhéimer y cuánto de genética u otros factores?
R.: Es la pregunta del millón. Aún no tenemos una respuesta exacta. Sabemos que existe el origen genético, con una predisposición familiar y una proteína que aumenta el riesgo, pero el número de casos de este tipo es menor. Y para el resto, no conocemos claramente qué factores influyen –ambientales, envejecimiento patológico...–. Creo que todo esto son preguntas que tenemos que responder para poder diseñar mejores tratamientos.
P.: Y, mientras llegan los fármacos, ¿qué se puede hacer para reducir el riesgo de padecer demencia?
R.: Mientras no tengamos estos fármacos, sabemos que lo que funciona es el ejercicio y la dieta. Ambos pueden influir en el envejecimiento cerebral, tanto en el normal como en el patológico. Estamos trabajando en estudios para ver qué patrones pueden ser más beneficiosos. Estas intervenciones no eliminan la enfermedad, pero sí que pueden tener un cierto efecto en su retraso. Y luego, obviamente, los factores tóxicos, como puedan ser la ingesta de alcohol o el tabaco, contribuyen de forma negativa a la salud general y también a la cerebral. Pero a nivel dieta o ejercicio, aún queda por investigar. No vamos a lograr un: si tomas este alimento no tendrás alzhéimer, pero sí que podremos definir un estilo de vida que pueda minimizar el riesgo.