La devolución del IRPF a los mutualistas jubilados, la principal queja de los sénior en 2025
65YMÁS también lo haces tú: las 25 mejores cartas a la directora de 2025
Desde el comienzo de su andadura allá por febrero de 2019, vuestra voz –la de los lectores– siempre ha ocupado un lugar central en 65YMÁS. Las cartas a la directora, Ana Bedia, se han convertido en el vehículo preferido para hacernos llegar vuestras inquietudes, vivencias, reflexiones, sugerencias, dudas o denuncias. Y, como en años anteriores, este 2025 hemos vuelto a recibir miles de escritos a nuestro buzón virtual.
Las cartas a la directora se han convertido en un espacio vivo y respetuoso. Cada una de las misivas que publicamos diariamente encuentran su hueco para abrir debates, denunciar injusticias o, simplemente, para expresar opiniones que merecen ser leídas. Porque en un medio que aspira a informar y acompañar, las palabras de los lectores son una brújula imprescindible.
Como ha ocurrido otro años, las pensiones han vuelto a ser el tema estrella de las cartas que hemos recibido este año. La penalización de por vida a los jubilados anticipados con largas carreras de cotización o las exiguas cuantías de algunas prestaciones, como las de viudedad, han estado muy presentes en vuestros escritos, pero, sin duda, el tema estrella de 2025 ha sido la devolución del IRPF a los mutualistas jubilados. El Gobierno decidió en los últimos días de 2024 cambiar la forma de realizar el pago, dilatándolo en varios años, lo que provocó una avalancha de cartas –recibimos unas 100 diarias durante algunas semanas– que contribuyó a que Hacienda finalmente rectificara y anunciara el pago íntegro en 2025.
También hemos visto cartas que hablan de exclusión financiera y la dificultad para realizar todo tipo de trámites administrativos por culpa de la digitalización, la preocupación por la atención sanitaria o los precios, pasando, como no, por las residencias de mayores, la soledad, los viajes del Imserso, la tecnología y la inteligencia artificial, quejas relacionadas con servicios (luz, gas, telecomunicaciones...), el edadismo en diferentes ámbitos o la reivindicación de la experiencia y puesta en valor de lo que significa ser mayor.
Vuestras cartas han sido leídas por miles de personas, como así lo atestiguan los numerosos comentarios que tienen muchas de ellas y el hecho de que sea una de las secciones más consultadas del diario.
Julio Méndez Menéndez de Llano, José María Gómez Claro, Carlos San Juan, Josep Pagès, Luis Ortiga, Paulino González, José Cambrils, Alfonso Castellano, Joaquín Mañeru, Hipólito Amat, Juan José Lojo, Juan Jesús Baeza o Luis Apesteguia, entre otros, han sido algunos de los contribuidores habituales en estas cartas a la directora, pero hay cientos de nombres más –muchos de los cuales que, por desgracia, nunca llegan a ver la luz– que hacen con sus aportaciones un diario mejor. A todos vosotros os agradecemos vuestras cartas y esperamos seguir recibiendo muchas más en 2026.
Para hacerlo, ya sabes que sólo tienes que entrar en este enlace. En nuestra página web, puedes leer los nuevos escritos publicados en el apartado de Cartas a la directora, dentro de la sección Opinión.
Todos los textos recibidos, a pesar de su diversidad, coinciden en algo: están escritos desde la autenticidad y la convicción de que opinar sigue siendo una forma de participar en sociedad. En este artículo hemos querido recopilar las 25 mejores cartas a la directora publicadas en 2025. No ha sido fácil escoger entre tantas voces valiosas, pero estas destacan por su fuerza, su claridad y su capacidad para representar el sentir de miles de lectores.
Devolución a los mutualistas: soy asesor fiscal y esta decisión es arbitraria e ilegal
RODRIGO PINILLA

A pesar de una sentencia favorable del Tribunal Supremo, que reconocía un exceso de tributación en las pensiones de los exmutualistas, la Agencia Tributaria ha decidido paralizar abruptamente el proceso de devolución. Esta medida, incluida en la reforma fiscal aprobada el 20 de diciembre en la Ley 7/2024 afecta a millones de jubilados que habían iniciado los trámites para recuperar el dinero indebidamente cobrado por Hacienda.
La nueva norma establece que las solicitudes de devolución presentadas hasta el 22 de diciembre y no abonadas quedan sin efecto, obligando a los afectados a reiniciar el proceso de forma individual para cada ejercicio fiscal. Además, el plazo para recuperar el dinero se extiende hasta 2028, lo que supone un retraso considerable y una mayor complejidad para los contribuyentes, por no hablar del agravio comparativo que supone para los jubilados que no han recibido la devolución con respecto a quienes sí han sido compensados.
Como asesor fiscal, considero esta decisión arbitraria e ilegal por varias razones:
1. Vulneración de la seguridad jurídica y derechos adquiridos: En abril de 2024 se habilitó un procedimiento para solicitar la devolución total y en un único pago de estas cantidades, que en algunos casos superan los 5.000 euros. Numerosos contribuyentes siguieron las instrucciones de la Agencia Tributaria y presentaron sus solicitudes en tiempo y forma. Dejar sin efecto este procedimiento, anulando las solicitudes presentadas y no abonadas, representa un grave atentado contra los derechos adquiridos y genera una profunda inseguridad jurídica. Se ha inducido a los contribuyentes a actuar de una manera concreta para, posteriormente, invalidar sus acciones.
2. Agravio comparativo y discriminación: Resulta inaceptable que algunos contribuyentes ya hayan recibido el abono de las cantidades solicitadas, mientras que otros, habiendo realizado la solicitud en el mismo periodo e incluso antes, ven ahora sus solicitudes anuladas. Esta situación constituye un claro agravio comparativo y una flagrante violación del artículo 14 de la Constitución Española, que consagra el principio de igualdad ante la ley. No existe justificación alguna para esta discriminación entre contribuyentes que se encuentran en la misma situación.
3. Retroactividad de la norma en perjuicio del contribuyente: La aplicación retroactiva de la Disposición Final Décimo Sexta contraviene el artículo 9.3 de la Constitución Española, que prohíbe la retroactividad de las disposiciones restrictivas de derechos individuales. Se está aplicando una norma con efectos retroactivos para anular derechos que ya se habían ejercido, lo cual es inconstitucional.
4. Arbitrariedad de la Administración Tributaria: La decisión de anular las solicitudes y modificar el procedimiento de devolución constituye un acto de arbitrariedad por parte de la Administración Tributaria, que actúa en contra de sus propios actos y perjudica directamente a los mutualistas que aún no han recibido las cantidades que les corresponden. Se crea una situación de indefensión para el contribuyente.
5. Se conculca también el artículo 24 de la Constitución Española, que establece que todas las personas tienen derecho a obtener la tutela efectiva de los jueces y tribunales en el ejercicio de sus derechos e intereses legítimos, sin que, en ningún caso, pueda producirse indefensión. Y es que, a pesar de la existencia de una sentencia nada menos que del Tribunal Supremo, la 673/2024, de 19 de abril, que además complementa la doctrina jurisprudencial establecida en sentencias previas, se deja desamparados e indefensos ante la arbitrariedad de la Agencia Tributaria a millones de exmutualistas
6. Perjuicio a un colectivo especialmente vulnerable: Los beneficiarios de estas devoluciones son, en su mayoría, personas mayores de 70 años, muchas de ellas mayores de 85. La decisión de anular las solicitudes y establecer un nuevo procedimiento de solicitud anual entre 2025 y 2028, prorrateando las deducciones, supone una dificultad añadida para este colectivo vulnerable y aumenta el riesgo de que muchos de ellos no puedan ver satisfecho su derecho. Esta medida parece diseñada para dilatar y dificultar el cobro de estas cantidades.
Esta medida, promovida por el grupo parlamentario socialista mediante una enmienda, supone una injusticia para millones de jubilados y un grave error político. El coste electoral de esta agresión al bolsillo de los pensionistas puede ser muy elevado. Es necesario, urgente y de estricta justicia que se rectifique esta situación inmediatamente. Y la única manera exigible es mediante la tramitación parlamentaria, anulando la Disposición Final 16ª de la Ley 7/2024 inmediatamente. Cualquier otra fórmula (recurso ante el Tribunal Constitucional, por ejemplo), consumirá un tiempo y unos recursos de los que muchos de los jubilados afectados no disponen.
Los mayores y su ejemplo
JULIO MÉNDEZ MENÉNDEZ DE LLANO

Nací en la posguerra, en una villa de la montaña de Asturias. Entre esa localidad y una ciudad pequeña y entrañable del norte de España transcurrió mi infancia, mi juventud y mi vida. En mi familia nos enseñaron una buena educación personal, familiar y social. Eso fue la base para toda la vida. Así era generalmente en todas las familias. Así es mi generación.
Nos inculcaron las normas sociales, formales e informales. El respeto a los padres, a los mayores, a los niños, a todo el mundo. La conducta, con la cercanía a lo cordial, a la aceptación, a lo legal, separándose de lo ofensivo, del rechazo, de lo delictivo…
El orden en todos los aspectos de la vida. El esfuerzo para lograr objetivos, en los estudios, en el trabajo, en la vida… Nadie nos regaló nada, quien no estudiaba, no aprobaba, no vivimos de subvenciones, sino del trabajo, del esfuerzo personal.
Cuando ya somos personas avanzadas en años y hemos vivido muchas experiencias y visto muchas cosas, hay hechos que nos sorprenden, que no acabamos de entender, que se alejan bastante de nuestra visión de las cosas, de lo que hemos practicado.
Nos sorprende la creciente falta de respeto, el comportamiento en los centros educativos, en la calle, el vocabulario, a veces soez, a gritos. Nos sorprende la latente crispación, posiblemente motivada desde el ámbito político, por la avidez del poder social, el nulo o poco esfuerzo para conseguir objetivos... Nos sorprende la enorme cantidad de colectivos y personas subvencionadas, por motivos diferentes. Nos sorprende una sociedad muy individualizada.
En la actualidad, creo que se debería profundizar en enseñar y corregir que la libertad no consiste en que cada uno haga lo que le parezca, ni la libertad de expresión en decir lo primero que se le ocurra. Hay límites, con tu libertad de acción no puedes irrumpir o avasallar esas mismas libertades de otras personas, con tu libertad de expresión no puedes ofender a los demás. Hay que practicar respeto y orden. Hay que aplicar el esfuerzo en todo lo que se haga, hay que ganarse las cosas, no se puede esperar a que otros solucionen tus retos ante la vida.
Y las personas mayores somos y estamos obligados, por experiencia, en ser los primeros en practicar y difundir el sentido común en nuestra vida y en nuestro entorno. Por nuestro bien y por un mejor futuro de la sociedad.
Sigamos ese camino. Es el correcto. Sin ninguna duda.
La generación que nunca dejó de aprender
JUAN JESÚS BAEZA HERNÁNDEZ

Para quienes ya vivieron todas las revoluciones tecnológicas, la inteligencia artificial no es un futuro prometedor, sino otra etapa de un cambio sin descanso.
“Cuando ya me acostumbro a algo, llega otra cosa nueva”, dice Carmen, de 75 años, con una mezcla de cansancio y resignación. Su frase resume la experiencia de millones de personas mayores que llevan más de cuatro décadas adaptándose a un mundo que no deja de transformarse.
Cuatro décadas de adaptación constante
Primero fue la transición política, luego la revolución de internet, después los smartphones y ahora la inteligencia artificial. Para muchos, la IA no representa una promesa de futuro, sino el último episodio de una vida marcada por la reinvención forzosa.
Quienes hoy superan los 65 años crecieron en un entorno donde la estabilidad era la norma: trabajos duraderos, rutinas familiares predecibles, relaciones cercanas. Pero desde los años 80 han debido reinventarse una y otra vez.
La globalización y la automatización cambiaron las reglas del juego laboral, borrando oficios enteros. Aprender informática, en plena madurez, no fue un entretenimiento, sino una obligación.
Internet trajo nuevas formas de comunicación, pero también abrió una brecha entre quienes lograron seguir el ritmo y quienes se quedaron atrás. Con los teléfonos inteligentes y las redes sociales, esa distancia se volvió aún mayor.
El precio del cambio
El aprendizaje continuo puede ser una virtud cuando se elige, pero una carga cuando se impone. Detrás de cada persona mayor que lucha con una aplicación bancaria o con un nuevo móvil hay décadas de esfuerzo acumulado.
La ansiedad tecnológica no es solo miedo a los dispositivos, sino la sensación de no pertenecer del todo a este tiempo. La digitalización de servicios esenciales —banca, sanidad, administración— ha convertido esa brecha en exclusión real.
Muchos mayores dependen hoy de hijos o nietos para realizar gestiones cotidianas, invirtiendo el papel tradicional de quien enseña y orienta.
Supervivientes y agotados digitales
Entre los mayores se distinguen dos grupos: los supervivientes del cambio, que aprenden, se adaptan y siguen conectados; y los agotados digitales, que, tras tantos saltos tecnológicos, han decidido parar. No es resistencia ni pereza: es cansancio.
Para unos, la inteligencia artificial será una aliada —asistentes de voz, aplicaciones de salud, hogares inteligentes—. Para otros, un nuevo muro de complejidad que los separa del presente.
Que la tecnología se adapte a las personas
El discurso oficial sobre la IA suele ser optimista: promete compañía, autonomía y bienestar. Pero olvida el contexto: una generación que ya ha demostrado una resiliencia extraordinaria frente a todos los cambios previos.
La verdadera inclusión digital no consiste solo en enseñar a usar herramientas, sino en respetar los ritmos humanos.
No todos quieren —ni tienen por qué— seguir adaptándose indefinidamente.
La inteligencia artificial es solo el último capítulo de una historia de resistencia silenciosa.
Tal vez haya llegado el momento de que sea la tecnología la que aprenda a adaptarse a las personas, y no al revés.
El despertar de los mayores
JUAN JOSÉ LOJO FANDIÑO

Sí, me dirijo a ti para decirte que te necesitamos, que eres importante en la defensa de nuestros derechos y en la denuncia hacia algunas entidades e instituciones que nos tratan de colocar inversiones en productos que desconocemos y con cobros de cuotas de mantenimiento de nuestro propio dinero.
Sí, me dirijo a ti que crees que “no va contigo” y que, sin embargo, esperas que otros te solucionen el problema al comprobar las dificultades que tenemos a la hora de hacer uso de las nuevas tecnologías digitales. Con nuestra edad, cuando llegamos al 5 no recordamos qué decía el 1.
Sí, querido ciudadano o ciudadana mayor como yo, que hemos estado trabajando toda una vida y que creíamos que cuando llegásemos a la jubilación tendríamos una vida tranquila y nos dedicaríamos a disfrutar de los nietos, ahora recurrimos a ellos para que nos ayuden a realizar unas gestiones que antes eran “pan comido”.
Los medios de comunicación, salvo algunos, tampoco son muy proclives a escuchar y difundir las protestas de colectivos de vecinos, asociaciones o simplemente plataformas que no tienen voz ante las dificultades organizativas o barreras para silenciar la protesta ciudadana que, a pesar de ello, las realizan y obtienen promesas de cumplimiento.
Ahora, nuestra lucha se centrará en vigilar que se tengan en cuenta las declaraciones institucionales y este movimiento que no tiene ni sindicato ni Comité de Empresa, hacemos nuestra la frase de Pablo Neruda: “Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”.
Hemos despertado, somos muchos y sabemos de nuestro potencial para cambiar las cosas.
¿Propiciamos los mayores el edadismo?
HIPÓLITO AMAT IBORRA

Es frecuente leer o escuchar que a los mayores se les excluye de la participación política e incluso de la social. Pocos mayores aparecen en las listas electorales de los partidos políticos, tampoco tienen mucha presencia activa en los órganos directivos de las asociaciones sociales, y todo ello cuando representamos más de un 20% de la sociedad actual, y creciendo.
Esto es así, y es posible que los mayores también tengamos culpa de esta realidad, pues frecuentemente nos autoexcluimos, haciendo dejación de nuestro derecho a la libertad de de opinión, de expresión, de manifestación, de asociación, de ser escuchados y atendidos en nuestras justas reivindicaciones, que no son otras que ser considerados como ciudadanos, en igualdad al resto de la sociedad.
Los años vividos nos convierten en la verdadera memoria histórica. Vivimos la dictadura, la transición, la aprobación de la Ley de Amnistía, el nacimiento de la Constitución del 78, la reconciliación entre los españoles, la vuelta y excarcelación de muchos, y los más de 40 años de democracia, con todo lo malo vivido, terrorismo de ETA, golpes de Estado... Y también todo lo bueno, que es mucho: derechos, libertad, igualdad, prosperidad. De todo ello somos notarios y, por tanto, tenemos el derecho y también el deber de formar parte activa de la sociedad actual, devolviéndole con nuestra participación una parte de lo que de ella hemos recibido.
Nuestra experiencia puesta al servicio de los más jóvenes para lograr el mejor futuro.
No nos conformemos con ser sujetos pasivos, podemos, si así lo queremos, ser ciudadanos activos.
Vivo solo y ya no me quedan fuerzas
RAFAEL LÓPEZ ACEDO

Soy una persona de 80 años y vivo solo. Yo tengo que cocinar, hacer la compra y realizar la mayoría de las cosas de la casa. Tengo cuatro hijas, pero vienen a verme una vez al mes y no todos los meses y me llaman cada 20-25 días.
Ya no me quedan fuerzas ni mentalmente ni físicamente y muchos días me gustaría morirme ya.
¿Qué pasa, los viejos actuales hemos sido malos padres o es que los hijos no tienen vergüenza?
Se pierden las formas
JOSEP PAGÈS MARTÍ

Durante el mes de julio me vi obligado, por distintos motivos, a anular las vistas médicas que tenía concertadas y anotadas en mi agenda. Al contactar telefónicamente con las respectivas consultas para comunicar que no podría asistir, me sorprendió lo efusivamente que me dieron las gracias y como agradecieron mi aviso.
Por lo visto, lo habitual es no presentarse sin más, lo que evidencia que se están perdiendo las formas más elementales y el respeto por el trabajo de los demás. Aunque también es cierto que muchas salas de espera están llenas de pacientes desesperados por los retrasos con que se les atiende.
¿Será todo un desafortunado juego de represalias?
Las pensiones no son solo un gasto, también generan ingresos fiscales
FIORO NOVELLA

El debate sobre la sostenibilidad del sistema público de pensiones ignora una realidad incontestable: los pensionistas siguen siendo contribuyentes activos y dinamizadores de la economía.
Cada vez que se habla de las pensiones en los medios, el mensaje suele ser el mismo: que suponen un gasto elevado, que no hay dinero, que el sistema es insostenible. Sin embargo hay un dato que casi nunca se menciona y que debería estar en el centro del debate: las pensiones también generan ingresos fiscales muy significativos.
Un pensionista paga tanto IRPF como IVA, IBI y tasas municipales hasta aquellos con ingresos más modestos y su gasto mantiene la economía local. En el caso de una pensión bruta de 40.000 euros al año, paga fácilmente entre 8.000 euros de IRPF y puede aportar otro 1.500 en IVA al consumir bienes y servicios cotidianos. Es decir un 25% de su pensión retorna directamente al Estado.
Además, millones de personas mayores ayudan a hijos y nietos, pagan facturas compartidas, contratan servicios, viajan, consumen. En muchos pueblos y barrios el ingreso estable de las pensiones es lo que sostiene el comercio, la hostelería y los servicios básicos.
Y, sin embargo rara vez se pone el foco en este impacto positivo. Se insiste en que las pensiones "cuestan mucho" pero se ignora que también devuelven mucho: en impuestos, en consumo, en cohesión social.
Los pensionistas no son una carga. Son contribuyentes. Son parte esencial del tejido económico y social de España. Y merecen que se reconozca su papel, no solo por lo que aportaron en su vida laboral, sino por lo que siguen aportando cada día.
Es hora de corregir la narrativa. Porque si queremos hablar de sostenibilidad con rigor, hay que tenerlo todo en cuenta. Y eso incluye reconocer que las pensiones no solo suponen un gasto, sino que también generan ingresos y mantienen a una parte importante del país.
Los mayores y el apagón
FERNANDO CUESTA GARRIDO

Tras el gran apagón que padecimos el 28 de abril de este año 2025, los mayores nos sentimos huérfanos, apartados del debate que se ha generado por ello. Apenas hemos escuchado nada con respecto a quienes, por motivos de edad, se han visto muy perjudicados. Personas que no han podido utilizar el ascensor para bajar a la calle y desplazarse a los comedores de los centros de mayores. Tampoco hemos escuchado ningún proyecto para, en caso de volver a reproducirse el apagón, tener instrumentos para evitar el aislamiento.
Muchas personas mayores viven solas y el apagón ha contribuido a que esa soledad se incremente de manera exponencial. Porque la falta de información en los primeros minutos generó estados de ansiedad preocupantes. No poder salir de casa por no funcionar algo tan sencillo como un ascensor es muy estresante. Porque un ascensor para muchas personas mayores es la puerta de entrada del contacto con la sociedad. Es la inyección de la vida en común. Algunos mayores el simple hecho de salir a pasear supone un aliciente en la vida y eso ese 28 de abril no pudo ser.
Estamos atrapados en una sociedad muy dependiente de los medios tecnológicos que cuando el alma de esos sistemas desaparece volvemos al pasado en un segundo. Regresamos a la época de las velas y el fuego de bombona de butano y a calentarnos alrededor de la leña.
Para muchos de los mayores este apagón les ha servido para recordar su juventud, cuando no había luz en las casas y salían a la calle con el candil para poder atender al ganado que estaba en la cuadra. Acostarse soplando la vela encendida para descansar. Regresamos a ese tiempo el día de San Prudencio, patrono de Álava.
Pero estamos en el primer tercio del siglo XXI y hemos sufrido las consecuencias de la total dependencia de la electricidad. Hemos puesto todos los huevos en la misma cesta y el resultado lo hemos vivido en nuestras carnes. Lo lamentable es que a día de hoy no tenemos la seguridad que esto no se repita. Los dirigentes políticos se han empecinado en demostrar que se puede tener energía con una sola fuente, pero la realidad es que si comes todos los días el mismo menú sin los complementos que le den la 'chispa', acabas rechazándolo.
Olimpiadas para mayores de 65 años
LUIS APESTEGUIA DÍAZ

En un mundo que a menudo glorifica la juventud, es fundamental reconocer que la vitalidad y la capacidad no son exclusivas de los más jóvenes. La edad avanzada no implica renunciar a la actividad física, al espíritu competitivo o al disfrute del movimiento.
Es por ello que organizar unas Olimpiadas –aunque dicha denominación signifique el periodo entre Juegos Olímpicos– nos sirve, en este caso, para exponer una actividad en la que participarían personas mayores de 65 años. Es verdad que existen, en España, algunas pequeñas experiencias a nivel local. Considero que sería una iniciativa extraordinaria que no solo promovería la salud física, sino también el bienestar emocional y social de este grupo poblacional.
Fomentando la salud y la actividad física
El envejecimiento no significa abandonar el ejercicio. De hecho, mantenerse activo ayuda a reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, mejorar la movilidad y fortalecer los músculos y huesos.
Las Olimpiadas para mayores serían un espacio donde los participantes podrían demostrar su fuerza, resistencia y destreza en diversas disciplinas adaptadas a sus capacidades. Desde natación, atletismo, pádel –el que esto escribe lo sigue practicando con más de 70 años–, hasta más de 15 especialidades y, sobre todo, deportes que no sean de contacto, incluyendo, como no, juegos de estrategia como el ajedrez. La variedad de actividades permitiría que cada persona encontrara una competencia acorde con su nivel físico y preferencias.
El incentivo de competir en un evento deportivo motivaría a muchos a entrenar regularmente, creando hábitos saludables que podrían prolongar su calidad de vida. Además, la actividad física contribuye al bienestar mental, ayudando a prevenir la depresión y la ansiedad, que pueden afectar a los mayores debido a factores como el aislamiento social o la pérdida de seres queridos.
Rompiendo estereotipos y promoviendo la inclusión
En muchas sociedades, existe el prejuicio de que las personas mayores deben limitarse a actividades sedentarias. Sin embargo, hay numerosos ejemplos de atletas mayores que continúan participando en competiciones y desafiando los límites de la edad. Organizar unas Olimpiadas para mayores no solo sería una celebración de su capacidad, sino también una manera de cambiar la percepción social sobre el envejecimiento,
Este evento serviría como plataforma para que los mayores se empoderen y demuestren que aún tienen mucho por aportar. Al generar una mayor visibilidad de sus logros, se combatirían los estereotipos asociados a la edad (edadismo) y se fomentaría el respeto y la admiración por su perseverancia y talento.
Fortaleciendo la comunidad y lazos intergeneracionales
Uno de los beneficios más significativos de unas Olimpiadas para mayores sería la creación de un ambiente de camaradería y apoyo. A menudo, las personas mayores pueden sentirse desconectadas de la sociedad, especialmente después de la jubilación. Este evento brindaría la oportunidad de socializar, establecer nuevas amistades y compartir experiencias con otros participantes.
Además, la interacción entre generaciones sería enriquecedora. Nietos, hijos y familiares podrían asistir para animar a sus familiares, fomentando un mayor acercamiento entre generaciones. Asimismo, se contaría con los voluntarios, mayormente jóvenes, que podrían aprender valiosas lecciones de determinación y disciplina al colaborar en la organización del evento.
Convendría contar para ello, con una influencia nacional, con el Consejo Superior de Deportes, el Comité Olímpico Español y naturalmente con las diferentes comunidades autónomas.
Un legado de motivación y optimismo
Las Olimpiadas para mayores no solo serían un evento deportivo, sino una celebración de la vida activa y saludable en todas las edades. Los participantes demostrarían que mantenerse en movimiento, competir y desafiarse a sí mismos es posible, sin importar cuántos años hayan pasado.
Más que una competición, este encuentro representaría un mensaje de inspiración para las generaciones futuras: la edad es solo un número, y lo verdaderamente importante es la actitud con la que enfrentamos cada etapa de la vida.
Los precios abusivos de los audífonos y un modelo de negocio muy poco transparente
PABLO FERNÁNDEZ

Yo no soy mayor de 65. Tengo 34 años y tengo una pérdida auditiva, seguramente por causas genéticas. Un otorrinolaringólogo me recomendó que me pusiera unos audífonos y me comentó varios centros que podía visitar.
Decidí ir a uno de ellos. Pasé por la tienda y me dijeron que tenía que pedir una cita, pero pregunté cuánto era lo máximo que podían llegar a costar, pensando que sería sobre unos 3.000 euros, que es lo que había leído en Internet. Me respondieron: "Y 4.000 también, dependiendo de lo que necesites".
Así que me preparé para gastar 4.000 euros, esperando que fuera menos y unas semanas después atendí a mi cita. Me hicieron audiometría y otras pruebas en una sesión que duró unas dos horas. Finalmente me ofrecieron distintas versiones de uno de sus audífonos. Vienen en distintas calidades de sonido, según la cantidad de canales que tengan. Se supone que cuanto mejor es el audífono, para más situaciones de la vida es apto. Por ejemplo, escuchar música, o estar en una fiesta con ruido, etc.
Para mis necesidades (ambos oídos), me recomendaron el modelo básico de su gama alta. Los presupuestos fueron de 5.502,5 euros (con un supuesto 50% de descuento en el segundo audífono) y 6.807,19 euros para una versión con mayor duración de batería (con un 25% de descuento). Estos precios superaban con creces mis expectativas iniciales de 4.000 euros, y ni siquiera se trataba del modelo tope de gama.
Me llamó la atención que hicieran una campaña de 50% o 25% en el segundo audífono, que me hizo pensar que si pueden permitirse eso, sus márgenes de ganancia deben ser muy amplios. Y también me llamó la atención el elevado precio, mucho más de los 4.000 que tenía pensado invertir y los 3.000 que me había sugerido una búsqueda en Google. Y ni siquiera era el audífono tope de gama.
Pensé: bueno, es lo que hay, es un producto caro, es una tienda oficial, y el rango de precio no debe variar mucho entre tienda y tienda. Vengo de una familia que se ha dedicado a la distribución de implantes quirúrgicos y sé que se manejan márgenes de ganancia muy altos. Estaba dispuesto a comprar el de 5.502 euros en ese mismo momento, pero me dieron una cita para otro día, para colocarlo y ajustarlo y me dieron la posibilidad de probarlo 30 días sin compromiso.
Ya de vuelta a mi casa, seguí un impulso y busqué en Google el mismo dispositivo que me estaban ofreciendo. Pensé: ¿cómo puede ser? Me sorprendí muchísimo al ver que uno de los audífonos que me acababan de ofrecer a 3.403 euros (precio unitario del primer audífono en la opción más alta, si se desglosa) aparecía a 990 euros en otra tienda online.
Llamé por teléfono a este centro que tiene los audífonos a un precio más económico y les pregunté por esa diferencia de precio. La respuesta del empleado fue: "La tienda que te dio el precio alto tiene exclusividad en la distribución en España y eso les permite poner precios ridículos. Nosotros te podemos ofrecer estos audífonos a 990 euros cada uno, pero tendríamos que enviarlos a algún otro país de la Unión Europea, por ejemplo, a Andorra o Portugal, si tienes algún conocido que pueda recibirlos". También me explicaron que ellos pueden bajar el coste más aún al no tener tiendas físicas y que hacen las consultas y ajustes del audífono por videollamada. Lo único que iban a necesitar es una audiometría para poder hacer los ajustes iniciales.
Lo consulté con mi pareja y me dijo: "¿No será una estafa?". Así que me puse a investigar, y tras verificar la legitimidad de la tienda online mediante numerosas reseñas positivas, cancelé mi cita en el primer centro y solicité los resultados de mi audiometría, un derecho amparado por el Reglamento General de Protección de Datos.
Con esta audiometría, finalmente conseguí en la tienda online la gama más alta de esos audífonos (mejores que los que me habían ofrecido en la tienda física) por 3.000 euros. Y me hicieron la adaptación y configuración de los dispositivos.
Yo soy joven y tengo la capacidad de hacer este tipo de búsquedas en Internet. Pero mi sensación es que muchas personas mayores van a confiar en lo que les dicen en estas tiendas físicas, y van a pagar un precio desorbitado por un audífono que se puede encontrar muchísimo más barato. Estamos hablando de una diferencia de 4.907 euros, en este caso, por el mismo par de dispositivos.
Además, la mayoría de las marcas no publican sus precios. Y esto es por una razón muy específica. El modelo de negocio parece basarse en el ocultamiento.
Cuando vas a uno de esos centros auditivos tan conocidos y pides que te den los precios de los audífonos, no te los dan. Te dicen que tienes que pedir una cita (sin coste) para evaluar tu condición y, en base a esto, te harán una propuesta. Solo tras establecer una relación de confianza y un posible involucramiento emocional te presentan la oferta.
Esta falta de transparencia es problemática. Lo que podría parecer un servicio amable y personalizado, se convierte en una táctica que roza la manipulación, usando la confianza generada para imponer precios que pueden superar en más de un 350% los disponibles en otros canales. Esta conducta es especialmente indignante cuando se dirige a personas de avanzada edad, a menudo más vulnerables.
ASJUBI40: testimonio personal sobre la injusticia de los coeficientes reductores
JOSÉ LUIS VÁZQUEZ

Mi nombre es José Luis Vázquez y soy uno de los casi 900.000 pensionistas que tendrá que acogerse a la jubilación anticipada penalizada.
Quiero compartir con todos vosotros mi situación actual y futura con el objetivo de dar visibilidad a una realidad que afecta a muchas personas como yo, y que debería ser tenida en cuenta por los responsables políticos. Hablo de la injusticia que supone la aplicación de los coeficientes reductores en las pensiones de quienes llevamos más de 40 años cotizados.
Estos son los puntos clave de mi situación personal:
• En octubre de 2025 cumpliré 61 años.
• Por el cierre de la empresa en agosto de 2024, hemos sido incluidos en un ERE (despido involuntario).
• Actualmente estoy cobrando la prestación por desempleo, que tiene una duración de 16 meses y finalizará en diciembre de 2025.
• Después de ello, me veré obligado a solicitar la ayuda para mayores de 52 años.
• Esta situación me arrastrará a tener que pedir la jubilación anticipada forzosa, porque económicamente no podré sostenerme hasta los 65 años para optar a una pensión completa.
• A día de hoy tengo 43 años cotizados, y si me jubilo a los 61, se me aplicaría un coeficiente reductor del 26% sobre mi pensión. Me parece una penalización profundamente injusta.
Me hago una y otra vez las mismas preguntas:
1. ¿Qué hemos hecho durante toda una vida laboral? Trabajar, trabajar y trabajar. Cotizar, cotizar y cotizar.
2. ¿Para qué? Si después de haber superado ampliamente los 38 años y 2 meses que exige la ley, nos penalizan de por vida con unos coeficientes reductores que no responden a la realidad de nuestra situación.
3. ¿Dónde está la equidad cuando no somos nosotros quienes hemos elegido dejar de trabajar? Ha sido la empresa la que ha cerrado y, a nuestra edad, el mercado laboral nos da la espalda.
A los 60 años ya no se nos ofrecen oportunidades para continuar en el mercado laboral, y se nos empuja a una jubilación anticipada con penalización, a pesar de haber cotizado durante más de cuatro décadas.
Señores políticos: del mismo modo que han tenido en cuenta a colectivos con menos años cotizados para permitirles una jubilación anticipada sin penalización —como mineros, trabajadores del mar, personal ferroviario (maquinistas), bomberos, policías locales, artistas (bailarines, trapecistas, etc.) o personas con discapacidad— les pido que reconsideren y aprueben la eliminación de los coeficientes reductores para quienes hemos cotizado 40 años o más, independientemente de si la jubilación ha sido voluntaria o forzosa.
Nuestra situación merece justicia y reconocimiento. No pedimos privilegios, pedimos que se nos respete lo que hemos aportado durante toda una vida de trabajo.
Al secretario de Estado para la Seguridad Social, Borja Suárez, le diría que es el momento de actuar y subsanar esta anomalía que afecta a quienes más hemos contribuido al sistema y los que más afectado salimos con estos coeficientes reductores innecesario que afectan a muchísimas familias cuando hemos aportado una mayor cotización al Estado.
Muchas gracias por escuchar y por dar voz a esta causa.
Propuesta para la soledad no buscada
HIPÓLITO AMAT IBORRA

Resulta incómodo, molesto, por repetitivo, que en televisión se utilicen a los mayores bajo el estereotipo del ocio, como si en la llamada tercera edad todas las personas vivan en la Arcadia Feliz, bailando, jugando a las cartas, disfrutando de nuestras maravillosas playas... Y sí, esa es una pequeña realidad, utilizada, quizás, para fines interesados, pero esa no es la realidad diaria de todos los mayores.
Hay otras muchas realidades y no tan idílicas, entre ellas la soledad no buscada en la que viven muchos, sobre todo mujeres, entre estas muchas de edad avanzada, situación difícil y de graves consecuencias para la salud física y mental, sobre la que se suele señalar, pero por la que se hace muy poco para buscarle solución.
La soledad lleva a situaciones difíciles de ser percibidas, así nos lo confirman quienes desde los centros de salud acuden a atender llamadas de urgencia, siendo frecuente el encontrarse casos de abandono, de insalubridad, falta de higiene, alimentación deficitaria, medicación no controlada, lo que deriva en problemas graves de salud, incluso que muchos mayores fallezcan solos en sus viviendas y sean encontrados varios días después.
La Asociación de Jubilados y Pensionistas Españoles (AJYPE) propone a los Servicios de Salud de las comunidades autónomas que desde los Centros de Salud se lleve a cabo un mapeo con el fin de tener localizados a aquellos mayores que vivan solos y padezcan enfermedades crónicas para, una vez controlados (son datos que obran en su poder) por parte de su médico de familia o por el servicio de enfermería, se contacte telefónicamente, de forma periódica y mantenida en el tiempo, con cada uno de ellos para interesarse por su estado de salud, alimentación y toma de medicamentos. Esta actuación no supondría incremento de gasto público y serviría para detectar situaciones, como antes apuntábamos, dar seguridad a los mayores que viven en soledad y al mismo tiempo elevar la confianza de los usuarios en los sistemas públicos de salud.
¿Nos harán caso?
Ojalá.
Los mayores y nuestros derechos
JUAN JOSÉ LOJO FANDIÑO

Promesas vacías en discursos políticos, mientras en la calle se ignora nuestra voz, necesidades, y derechos básicos. Parecen perderse en un mar oscuro. ¿Hasta cuándo la indiferencia y el olvido? ¿Hasta cuándo la falta de acción real? Los mayores exigimos un cambio profundo, justicia, respeto y un trato igual.
Es hora de que los líderes escuchen, que las políticas no sean solo palabras, que los derechos de los mayores sean prioridad y no solo promesas en campañas vacías. No permitamos que el tiempo nos deje atrás, que la indiferencia apague nuestra voz, porque en cada arruga, en cada sonrisa, hay un legado que merece ser atendido.
Es como si en las políticas y en las calles, se perdiera la voz de quienes tanto han dado. Los mayores merecemos respeto y atención, pero muchas veces solo se reciben una especie de olvido disfrazado, que nos invita a reflexionar y actuar con valentía. Es hora de escucharnos, de valorar la experiencia y sabiduría. No se trata solo de palabras, sino de acciones concretas, de políticas que protejan, que cuiden, y de un compromiso real con nuestra dignidad.
Las personas mayores no somos una carga, somos un valor. La soledad, la falta de participación en temas que nos afectan significa que, desde quienes dicen atender nuestras necesidades, nos dejan fuera y critican el elevado coste económico que suponemos, olvidándose de hemos sido nosotros quienes han traído libertades y bienestar a nuestro país. El edadismo, la discriminación por razón de edad, se manifiesta en actitudes, decisiones y políticas que ignoran a las personas mayores.
Somos invisibles, se nos etiqueta como improductivos o dependientes. Pero la realidad es otra: seguimos siendo activos, seguimos aportando, seguimos aprendiendo y enseñando. Exigimos que se reconozca nuestro valor, que se rompan los estereotipos negativos y que se construya una cultura de respeto intergeneracional. No queremos caridad, queremos justicia. No buscamos compasión, sino derechos.
Defiéndete, no lo toleres.
Una caída hasta el fondo de la brecha digital
ENCARNACIÓN GUIILLÉN ABELLÁN

A la atención de Fernando Ónega, presidente de 65YMÁS:
¿Por qué he decidido dirigirme a usted?
El 16 de octubre de 2024 tuve la dicha de asistir a un acto de gran nivel tanto por los ponentes, como instituciones y personalidades convocadas al evento. Tuvo lugar en el Auditorio Municipal de Algezares (Murcia) y, el ponente 'estrella' de la tarde era usted. Realmente fue la síntesis más clara y diáfana de la tarde-noche. Cerró el acto la alocución del presidente de nuestra comunidad autónoma, lo que quiere decir que era un acto importante.
'Envejecer con dignidad' fue el hilo conductor de la velada. Tomé notas durante todas las intervenciones, pero la de usted, por lo concisa y clarificadora, puede copiarla y, posteriormente, 'rumiarla' a través de los vídeos que se emitieron por las redes sociales.
Nadie mejor que usted que abandera la defensa contra el edadismo en una sociedad que traza 'brechas' de todo tipo y una de ellas –la brecha digital– en la que he caído hasta el fondo.
Soy nacida en La Ñora (Murcia) en 1947 y perteneciente a la 'sociedad plateada', como definía elegantemente usted. Jubilada del Magisterio por enfermedad (aneurismas en la carótida) desde 1999. Al día de hoy supervivo con “la frente marchita y las nieves del tiempo plateando mi sien” como reza el tango, amén de secuelas que han quedado desde mi traumatismo. Tengo minusvalía reconocida, vivo sola y dependo de la teleasistencia. Yo defino mi nueva personalidad diciendo que soy “tonta, pero simpática”.
¿Cuál es mi lamento? Dos compañías telefónicas me han tenido desconectada sucesivamente desde el 30 de mayo de 2025 hasta el 17 de septiembre de 2025, que recupero la conexión al mundo.
Durante el descenso a 'la brecha', que ustedes representan muy bien en un dibujo, he vivido todo tipo de sentimientos:
Repetidas visitas a las tiendas de telefonía de forma presencial, llamadas a los teléfonos oficiales de las diversas compañías a través de teléfonos de amigos y conocidos que, posteriormente, han sido molestados con llamadas intimidatorias, preocupación por mi estado de salud ante el silencio de comunicación, notificaciones de facturas acumulándose los importes, dadas de bajas a nivel bancario, nuevos contratos efectuados durante este tiempo con las incertidumbres, gastos, pérdida de sueño, pérdida de paz, dependencia de otros familiares y amigos por no dominar las tecnologías informáticas, sentirme morosa, algo que me abochorna, estando al día en los pagos, estar totalmente incomunicada en un mundo de tecnología de siglo XXl y el último de los agravios que he vivido quiero detallarlo porque ha sido humillante para mi sensibilidad:
Tengo que dar de baja los equipos que me instalaron. Pregunto en el teléfono oficial de la compañía para asegurarme dónde debo dirigirme y la operadora me dice que en cualquier tienda.
Me dirijo a la tienda donde se hizo el contrato (decisión errónea, paso más acelerado para el 'descenso a la brecha': desplazamiento a la ciudad, pérdida de tiempo, aparcamiento, sol) La máquina que expende el papel que imprime los turnos no funcionaba, las personas iban entrando a la tienda y la máquina dispensadora de turnos no funcionaba y la tienda está situada en el centro neurálgico de la ciudad de Murcia, se supone que es la tienda más glamurosa de la ciudad.
Me recibe un empleado con rostro afable y sonrisa de 'ejecutivo de película' que formula la pregunta "¿Qué desea?" y le respondo que “Dar de baja el equipo”.
El empleado mantiene el mismo rostro y me invita a ponerme de pie frente a una pared, ¡de pie y cargada con la bolsa del equipo! Un comercio con personas haciendo cola para ser atendidos. Y creo que eran cinco mesas con un ordenador cada una y dos sillas. Me imagino que todos los ordenadores estaban en servicio.
El empleado me dice: “Tiene que marcar el Nº QR” (El nº QR está en la pared y, a su lado hay, lo que adivino dígitos para el posible DNI y el nº de teléfono para identificar al propietario-a).
Razono al empleado que yo me identifico en España y en países de Europa con el DNI y que no tengo nº QR. Que con DNI me muevo perfectamente.
El empleado me despidió muy cortésmente y muy contundente derivándome a otras tiendas en el extrarradio para solucionar mi devolución. Salí de la tienda llena de gente con la cabeza cabizbaja.
Tuve que reparar el sentimiento que me invadía tratando de serenarme y tomando un refrigerio en un centro comercial cercano porque me podía afectar a la tensión o a un síncope por el estado en que me encontraba.
Horas más tarde acabé en otra tienda de la misma compañía para hacer el mismo trámite y una señora me atendió con una pregunta múltiple: ¿Nº de su fijo?, ¿DNI?, ¿Domicilio?; ¿Población?, ¿C.P?. Sentadas ambas, con un ordenador por medio.
Y ahora viene lo más bello: esta empleada se interesó por el problema. Dialogamos, me miró a los ojos, no entendió la causa de todo el vía crucis que había recorrido y las penalidades que le mencioné y tuvo compasión. Tras el diálogo estuve a punto de romperme a llorar. Toda la tarde estuve inquieta y agitada. La noche fue de todo menos reparadora.
D. Fernando: ¿Hasta cuándo vamos a seguir soportando los QR con imposición? La obligatoriedad de tener que tener un móvil que no sabemos manejar en un pueblo que no tiene cobertura; la dictadura de las compañías de telefonía; las estafas que nos infringen; los empleados sin cualificar porque la clase de diplomatura se la perdieron en los diferente años de formación y no saben diferenciar el trato debido a un mayor del que merece un joven, aunque todos tenemos derecho a ser tratados por igual, con Dignidad; la atención que nos prestan las telefónicas a través de los asistentes robotizados y las respuestas que tenemos que cursar mediante números; los operadores que nos atienden más allá del océano Atlántico, omitiendo puestos de trabajo de informáticos nacionales; la obligación de ir acompañado de un hijo que no has parido o de un familiar que no te puede acompañar en estos trances porque está trabajando para ganarse el sustento para su familia propia.
¿Cuándo va a ser realidad ese Ministerio de las Personas Mayores?
Logre, Sr. Ónega, que en este mundo de tecnologías aparentemente perfectas haya un espacio para que “los mayores imperfectos” tengamos digna cabida. Revise, con su eficiente equipo, la realidad de las telefónicas y sintámonos orgullosos de tener las sienes con esos brillos que son experiencias de vida hiladas con honestidad, esfuerzo y sacrificio.
¡Gracias por permitir expresarme ¡ ¡Gracias por dedicarme estos minutos! ¡Gracias por trabajar por los demás! ¡Gracias de corazón!
La moraleja de todo el relato es he tenido que cambiar, nuevamente, de compañía sin saber por qué me hicieron un bloqueo administrativo. Nadie al que pregunto sabe dar explicación, ni los mismos empleados de la compañía telefónica.
¿Qué quieres ser de mayor?
FRANCISCO JAVIER BUNDÓ

¿Qué quieres ser de mayor? Pues da igual, serás un parado más.
Esa, por desgracia, ha sido la respuesta final. Da igual lo que hubieras querido ser o lo que hayas hecho durante toda tu vida, la realidad es que con 61 años serás un parado de larga duración más.
Después de trabajar desde los 14 años, llega un momento en que te conviertes en un paria para este mercado de trabajo que solo admite jóvenes 'chupiguays' a los que poder pagar cuatro perras.
Y llegas sin darte casi cuenta. Llegas al paro y piensas que será algo temporal y que con todo el bagaje que tienes no tardarás en salir de esta situación. Pero la vida es tozuda y poco a poco ves que cada vez te llaman para menos entrevistas y conforme pasas cumpleaños, llega un momento en que ya no existes.
Y para acabar de arreglarlo todo, tienes un problema cardíaco grave y acabas con un DAI implantado y con advertencias del médico de que no se te ocurra hacer más de la mitad de cosas que hacías antes, incluida la profesión a la que te has dedicado los últimos 35 años. Un punto más a tu favor para que te llamen menos.
¿Y qué te queda ahora? Pues puedes seguir sobreviviendo con los 480 euros que te dan de subsidio o quizás pensar en jubilarte. ¿Pero si te jubilas qué pensión te va a quedar? Pues no tengo ni idea, pero más de un 30% menos por querer ser el listo que se quiere jubilar antes de tiempo.
Pues eso, ¿qué quieres ser de mayor? ¿Quieres ser mayor?
No al enfrentamiento generacional por las pensiones
HIPÓLITO AMAT IBORRA

El sistema público de pensiones se ve cuestionado con frecuencia y utilizado como instrumento para el enfrentamiento generacional. Los mayores de hoy trabajamos duro durante muchos años, cumplimos con las leyes y disposiciones dictadas por quienes gobernaban, y ahora somos acusados reiteradamente de vivir mejor que nuestros nietos y de ser los culpables de que esto sea así.
Este discurso va calando poco a poco en la sociedad, quizás con un fin determinado: servir a los intereses ocultos de quienes ostentan el poder. Se cuestiona el gasto en pensiones, pero nunca el gasto inútil del presupuesto destinado a subvenciones para partidos, sindicatos, fundaciones, miles de asesores, empresas públicas y sus empleados. No se sabe cuántas son, dónde se ubican ni para qué sirven. O, si se sabe, tal vez su función sea mantener una gran red clientelar que asegure los votos necesarios para conservar los sillones de la clase política. Una clase que, a la vista de las decisiones que toma, parece no preocuparse demasiado –o nada– por la malversación del dinero público y por el uso de los presupuestos para aumentar la desigualdad entre los ciudadanos.
Ese dinero público malgastado –que la AIReF cifraba hace unos años en más de 60.000 millones de euros, cantidad que sin duda habrá aumentado– podría haberse destinado a la creación de empleo productivo, a la solución del problema de la vivienda mediante la construcción de viviendas sociales, al apoyo a emprendedores y empresas, reduciendo la burocracia, con ayudas económicas, con impuestos justos, con todo lo necesario para que la juventud tuviera acceso a un empleo estable y bien remunerado.
Y no, estimados jóvenes, queridos nietos: los mayores, vuestros abuelos, estamos preocupados por vosotros. Os queremos libres, iguales y con el futuro que merecéis. Nos tenéis a vuestro lado en vuestras legítimas exigencias y en la defensa de vuestros derechos constitucionales. El régimen democrático es el mejor para una sociedad libre, pero necesita ser defendido día a día, ya que sus libertades pueden ser utilizadas por desaprensivos en beneficio propio.
Residencias, un problema sin resolver
LUIS APESTEGUIA DÍAZ

Nuevamente, una vez más, se muestran imágenes de un trato denigrante y lamentable de una trabajadora en una residencia de mayores. Estos problemas, ya cíclicos, tienen, a mi entender, varias respuestas:
1. Profesionalización, principalmente, de las auxiliares de geriatría. Es el colectivo que mas directamente atiende y ayuda a los residentes, estableciendo, además, una formación específica y continua en todas las categorías.
2. Impedir, o al menos dificultar, las ventas y compras por los denominados 'fondos buitres', así como la implicación total de las administraciones en la construcción y gestión de dichas residencias. No se puede dejar al albur de los beneficios a una población tan sensible. Además, no es asumible que mientras la pensión media está en 1.300 euros, el precio medio de una residencia privada este en torno a los 2.000 euros.
3. Cambiar la percepción que la sociedad tiene de las residencias mediante la exigencia de mayores requisitos para su construcción y apertura, huyendo de macroresidencias y potenciando aquellas con un número, no mas allá de 100 plazas, que sean más 'humanas' en su gestión.
4. Adaptar la denominación de recursos 'sociosanitatios' a recursos 'sanitariosociales', que, con toda seguridad, conllevaría una adecuación salarial muy importante con su homologación sanitaria. Es obvio que estos establecimientos son cada vez más sanitarios.
5. Ampliación de inspectores e inspecciones, sin avisar, de los centros.
6. También habría que potenciar –o mejor dicho– cumplir la Ley de la Dependencia. Es increíble el retraso en la concesión efectiva de las ayudas, que permitiría a las familias que lo deseen poder mantener a sus mayores en su entorno.
Todo ello evitaría, en gran medida, situaciones tan lamentables como las que, un día si, otro también, vemos, leemos y oímos en los medios de comunicación.
Nadie debería pasar sus últimos años contando euros y acumulando soledad
CARMEN CARRO

La soledad en las personas mayores puede ser un peso invisible pero devastador, y se intensifica cuando las pensiones son tan bajas que apenas alcanzan para cubrir lo más básico. Cada día se convierte en un desafío silencioso: contar los euros, priorizar la compra de alimentos, pagar la luz o los medicamentos. Para quienes viven solos, este esfuerzo constante por sobrevivir no es solo físico, sino también emocional: la vida se reduce a números y cálculos, y la ilusión de compartir momentos con otros se desvanece.
Salir a tomar un café en el club de jubilados, charlar con alguien o participar en actividades de grupo, cosas que podrían aliviar la soledad, quedan fuera del alcance. Ese euro que cuesta un café se convierte en un lujo imposible. Así, la vida cotidiana gira únicamente en torno a sobrevivir, y los días se suceden monótonos, silenciosos y vacíos de alegría. La tristeza se instala, la ansiedad crece y la sensación de abandono se hace cada vez más fuerte. La vejez, que debería ser un tiempo de descanso y disfrute, se convierte en una lucha silenciosa por llegar a fin de mes.
La soledad económica no solo roba la compañía, sino también la dignidad y la esperanza. Cada paso fuera de casa, cada pequeño gasto social, exige un esfuerzo que muchas veces resulta imposible. La persona mayor queda atrapada en su propio hogar, sin estímulos, sin charlas, sin risas compartidas, aislada de la vida que otros continúan disfrutando.
Romper este círculo requiere más que buena voluntad: exige pensiones dignas que permitan cubrir necesidades y disfrutar de pequeños placeres, y políticas que fomenten la interacción social y la inclusión. Nadie debería pasar sus últimos años contando euros y acumulando soledad, cuando la vida aún tiene momentos de calor humano y compañía por ofrecer.
Y ahora la IA también nos pide que aprendamos su idioma
JUAN JESÚS BAEZA HERNÁNDEZ

La nueva alfabetización del siglo XXI no es solo digital: también es lingüística. Las máquinas entienden de datos, pero exigen precisión, cortesía y, sobre todo, un poco de ingenio humano.
La inteligencia artificial ha venido a facilitarnos la vida. O eso dice el folleto. Porque, en la práctica, antes de ayudarnos, exige que aprendamos su idioma. Y no hablamos de inglés técnico ni de programación avanzada, sino de algo más sutil: saber formular un “prompt”. Es decir, una instrucción clara, precisa y —si puede ser— con buena letra y sin faltas. Porque si no, la IA se pone creativa: mezcla fechas, inventa datos y te asegura con total convicción que Cervantes escribió Cien años de soledad o que los vikingos llegaron a la Luna antes que Neil Armstrong.
Para quienes hemos vivido varias revoluciones tecnológicas, esto es solo otro capítulo en la saga de “adaptarse o quedarse fuera”. Pero para quienes apenas se hicieron amigos del correo electrónico, esta nueva exigencia puede sonar a chino binario. Porque no se trata solo de usar la tecnología, sino de hablarle con propiedad. Y eso, para muchos, es como pedirle a un pez que aprenda a montar en bicicleta.
Y cuidado: antes de hablar con la IA, hay que encontrarla. Porque no todo el mundo tiene una conexión estable, dispositivos modernos o presupuesto para pagar versiones premium. La nueva alfabetización digital, si no se democratiza, corre el riesgo de convertirse en un club exclusivo donde solo entran los que ya estaban dentro.
Mientras tanto, nos prometen “agentes” inteligentes que aprenden de nosotros; asistentes virtuales que, en teoría, nos conocen mejor que nuestra familia. En la práctica, a veces olvidan lo más básico: pueden convertirse en un quebradero de cabeza, capaces de ignorar quiénes somos, qué idioma hablamos, de dónde venimos o cuánto vale nuestra memoria colectiva. No queremos que nos llamen “usuario 4578”.
El verdadero reto no es temer a la IA, sino domesticarla. Enseñarle que está a nuestro servicio, no al revés. Que puede ayudarnos, sí, pero sin exigirnos un máster en ingeniería lingüística. Y que, por mucho que aprenda, la última palabra debe seguir siendo humana.
Aunque, visto lo visto, quizá tengamos que recordárselo cada mañana… justo después de pedirle que nos recuerde que somos nosotros quienes mandamos.
¿Por qué no crear un 'dazibao' de hoy?
PAULINO GONZÁLEZ FERNÁNDEZ

El 'dazibao' fue en su época, en la República Popular China, un periódico mural, a veces manuscrito, generalmente de contenido político, expuesto en lugares públicos. Es decir, un periodico o medio de comunicación tal y como lo conocemos aquí actualmente y donde podían escribir todas las personas. En sus orígenes, lo hacían hasta de su puño y letra y lo pegaban en los muros de las paredes donde ellos creían que la gente y los interesados podian leerlo. Por tanto, no había editores ni línea editorial y tampoco eran de titularidad privada. Nadie podía utilizarlo en beneficio propio o de sus intereses particulares y tergiversar lo escrito por el autor.
Y yo pregunto y propongo: ¿por qué no tener ahora un 'dazibao' de estos tiempos, donde todo el mundo pueda escribir, sin cortapisas, como las tienen las redes sociales, que te limitan y coartan tu libertad de expresión?
Hoy no vamos a exagerar pegando estos escritos de todo el mundo en un muro, pero sí podríamos enviarlos digitalmente a una pantalla panorámica y ultragrande situada en las plazas y calles principales de las ciudades y pueblos.
Soy mayor y me gustaría...
JULIO MÉNDEZ MENÉNDEZ DE LLANO

Me gustaría que en mi ciudad hubiese todas esas cosas acogedoras que son necesarias para hacer agradables los últimos años de la vida de los que somos ya “veteranos”.
Me gustaría que la sanidad tuviese unas listas de espera mucho más cortas… Nosotros, los mayores, no tenemos tiempo para meses y meses de demora para una consulta, una intervención, una prueba…
Me gustaría que no hubiese tanta soledad no deseada (es una forma de maltrato…).
Me gustaría que el transporte público pudiese acercarse a las aceras en las paradas señaladas, sin que ningún otro vehículo aparcase en ese espacio. No saben la dificultad que supone el tener que añadir al escalón para subir al bus, 10 o 15 cm más, la diferencia entre acera y calzada.
Me gustaría que, en esos buses, cuando subiese una persona mayor, se dejasen libres los asientos reservados. Suele ser así, pero quedan todavía personas que no entienden el esfuerzo físico que supone a alguien con muchos años, ir de pie. Quizá poco a poco…
Me gustaría que los mayores tuviésemos una información detallada y actualizada de todas esas actividades que supuestamente se hacen para nosotros. No es suficiente con poner notas de prensa o anunciarlo en centros sociales. Debería hacerse llegar a los teléfonos móviles de los mayores, algo que no es nada complicado en la actualidad.
Me gustaría que se uniesen iniciativas, las de las asociaciones de mayores, de los ayuntamientos de las diputaciones, de los gobiernos autonómicos, en lugar de andar cada uno por su lado, duplicando en muchas ocasiones las mismas actividades.
Me gustaría que los mayores fuésemos escuchados, para todas estas cosas y para muchas más, pero no de “boquilla”, escuchados de verdad, sin intermediarios. No necesitamos que nadie hable por nosotros, sabemos lo que necesitamos, sabemos lo que queremos.
Me gustaría que hubiese menos burocracia, que las Administraciones nos facilitasen los trámites. Ventanillas u oficinas de mayores. No somos expertos en actualizar nuestros conocimientos a la velocidad que avanzan las tecnologías, precisamos sencillez.
Me gustarían tantas cosas… Si ya sobrepasamos el 20% de la población, ¿a qué se espera para acometer cambios? ¿Será tan difícil?
Los mayores también tenemos algo que decir
HIPÓLITO AMAT IBORRA

Sí, estamos preocupados. Y mucho.
Quienes hoy somos mayores vivimos —y muchos participamos activamente— en la Transición. Fuimos testigos y protagonistas de uno de los periodos más esperanzadores de nuestra historia reciente. Dos grandes logros marcaron aquel tiempo: la Ley de Amnistía y la Constitución de 1978. Ambas nacieron del deseo profundo de reconciliación nacional, y permitieron que, desde posiciones ideológicas diversas, los españoles trabajáramos juntos en la construcción de un futuro mejor, en paz y en libertad.
No fue fácil. Tuvimos que superar un intento de golpe de Estado, sufrir durante años el terrorismo de ETA —con sus atentados, sus asesinatos, y miles de familias rotas— y sortear numerosas dificultades económicas y sociales. Pero con trabajo, esfuerzo y unidad, levantamos nuestras familias y disfrutamos del periodo de paz más largo que hemos conocido como país.
Hoy, lamentablemente, la política se ha convertido en algo muy distinto: un espacio cada vez más crispado, superficial y estéril.
Las cámaras de representación se asemejan a estadios de fútbol, donde los partidos colocan aplaudidores profesionales —bien remunerados a través de listas cerradas— que actúan como forofos incondicionales. El debate público ha caído en el absurdo: si unos preguntan la hora, los otros responden “¡Y vosotros más!”. La política convertida en espectáculo. Y a la inversa.
A los jubilados y pensionistas se nos señala ahora como insolidarios con los jóvenes, como si nuestras pensiones —en muchos casos fruto de décadas de cotización— fuesen culpables de los problemas del presente. Algunos incluso afirman que cobramos más que los salarios de nuestros nietos. Pero nadie habla del gasto público innecesario, del clientelismo, de las duplicidades administrativas o del coste que tiene mantener estructuras políticas orientadas más a conservar el poder que a mejorar la vida de los ciudadanos.
Mientras tanto, nuestros hijos y nietos siguen atrapados en el paro o en empleos precarios, con sueldos que no les permiten emanciparse, acceder a una vivienda digna ni formar una familia. La cesta de la compra sube, los alquileres se disparan y la pobreza se extiende en cifras impropias de un país que dice ser la cuarta economía de Europa.
No era esto lo que esperábamos los que apostamos por la democracia hace más de cuatro décadas.
Por eso, quizá, algo hicimos mal. O tal vez hemos permitido que otros deshagan lo que tanto costó construir.
Pero aún estamos aquí. Somos más del 20% de la población y más del 30% del censo electoral.
No queremos quedarnos callados. Porque todavía tenemos voz. Y tenemos, además, una responsabilidad: la de alzarla para defender lo que tanto costó lograr, y para contribuir, una vez más, a enderezar el rumbo.
Pasemos de ser ciudadanos pasivos a ciudadanos activos.
Fin de la penalización a las largas carreras de cotización: no más burlas
LUIS ORTIGA GIMÉNEZ

La moción presentada por Podemos, con objeto de modificar la ley para lograr la eliminación de los coeficientes reductores que penalizan la pensión de las personas jubiladas antes de la edad ordinaria, a pesar de haber trabajado más de 40 años, fue aprobada por el Congreso de diputados sin ningún voto en contra. En el actual contexto de confrontación política, el resultado de la votación es un gran éxito que pone de relieve el reconocimiento de la injusticia social que sufre ese colectivo.
En efecto, el pasado día 13 de noviembre, todos los grupos parlamentarios votaron afirmativamente salvo PP y VOX, que se abstuvieron.
Las mociones, en España, no tienen carácter vinculante (no obligan al Gobierno). Sin embargo, hay que tener en cuenta que, en este caso, los dos grupos que conforman el Gobierno (PSOE y Sumar) han votado a favor de la moción, en consecuencia, sería una burla y un contrasentido que el Gobierno no cumpliera con lo que ellos mismos han votado. No puede ni debe retrasar la modificación en la ley a la que se han comprometido. No sería aceptable que se demorara. Sería inadmisible que se escudaran en su traspaso a comisiones que se crean solo para dilatar las decisiones por tiempo ilimitado.
Tienen todos los datos en su poder. No valen informes sesgados y tergiversados como el elaborado en su día por el exministro Escrivá para el Pacto de Toledo.
El Gobierno es consciente de que, adicionalmente, de forma paralela, hay otras acciones que amparan exactamente la misma reivindicación de la asociación ASJUBI40, defendida por Podemos (con el mismo texto que la moción aprobada)
1.- Proposición de Ley de Podemos
2.- Enmienda a la Proposición de Ley del PSOE sobre Mutualidades
Lamentablemente, estas dos acciones están siendo frenadas por el Gobierno.
Nadie entendería que, cuando finalmente el Gobierno decida desbloquear esas acciones, votara de forma diferente a la moción.
Por último, y no menos importante, recordar que el Comité de Peticiones del Parlamento Europeo aceptó a trámite la queja presentada por ASJUBI40. Como resultado de ello, ese organismo remitió uns carta al Gobierno para que informara sobre las acciones que piensa tomar al respecto. Está claro que ahora el Gobierno, en su respuesta, debe notificar que ha votado afirmativamente en la moción para modificar la Ley y eliminar los coeficientes. Esto representará un fortalecimiento de la queja en Europa.
En base a todo lo expuesto anteriormente, el Gobierno debe actuar con coherencia y rapidez. Los hechos deben corresponderse con lo votado (compromiso). Lo contrario sería una gran hipocresía e inaceptable burla a un colectIvo que lleva demasiado tiempo siendo ninguneado.
Lamentablemente, experiencias negativas, como por ejemplo la auditoria de las cuentas de la Seguridad Social, que a pesar de ser un mandato legal está siendo obviado sistemáticamente por el Gobierno, con total impunidad, hace que tengamos que estar muy vigilantes a que se cumplan los compromisos inherentes a la votación de la moción.
Resaltar también que la votación afirmativa del PSOE en el Congreso supone una desautorización clara y explícita a la ministra de Seguridad Social y a su secretario de Estado, los cuales afirmaban pocos días antes que el ridículo complemento establecido en la reforma 2021 ya había solventado esa injusticia (en realidad no cubría ni el 1,5% de las penalizaciones). Sorprende y preocupa el silencio de ministra y secretario de Estado después de la votación. No se han manifestado al respecto.
Estoy seguro de que ASJUBI40 estará muy pendiente y, cuando se considere oportuno, se tomarán las medidas de presión necesarias. El colectivo está muy sensibilizado y movilizado en defensa de su dignidad. Son demasiados años de sufrir mentiras y desprecios. Son muchos votos los que están en juego.
Una campaña para enfrentar a jóvenes y mayores
JULIO MÉNDEZ MENÉNDEZ DE LLANO

Periódicamente aparecen noticias en diversos medios de comunicación opinando sobre la “brecha económica” entre jóvenes y jubilados. Tengo la sensación personal que hay diseñada una campaña para enfrentar a jóvenes y mayores, una peligrosa e indecente campaña.
Conviene aclarar que las pensiones que cobran los jubilados son fruto de unas condiciones pactadas en su momento y consecuencia de unas cotizaciones a lo largo de la vida laboral. Nadie nos está regalando nada, ningún partido político, ninguna ideología. Nos está pagando el Estado Español, con el que tenemos un acuerdo desde hace muchos años.
Y si hay que referirse a brechas económicas, podemos aportar una larga lista. Por cierto, brechas con muy poca justificación, salvo la política, para conseguir fines espurios o dudosos en su recorrido y en sus fines.
Quien o quienes sean los responsables de buscar ese enfrentamiento, déjennos en paz, dedíquense a servir a los ciudadanos y no a crisparnos.



